No le voy a mentir a nadie y decir que no me emociono o que, al menos, no siento alguito cuando veo a una mujer negra en un papel protagónico o en un puesto poder. Sería ilógico pedirme congruencia emocional en todas las circunstancias, especialmente en un mundo que nos ha quitado tanto y, a sinceridad, no me interesa en lo más mínimo aparentar la deconstrucción. Soy demasiadas cosas y, aunque el sistema se ha empeñado en que no, soy humana. Vivir es una de las cosas que hago y no tengo que politizarla todo el tiempo.
El discurso de perfección que nos persigue en la actualidad nos niega la posibilidad de presentarnos como entes multidimensionales. No puedes ser feminista si ayer tuviste comportamientos machistas, aunque hoy hagas lo posible para recuperar y reparar. No puedes ser antirracista si mientras barrías te oías a Nathy Peluso. Y sobre todas las cosas, no puedes ser activista si no eres coherente en todos los días de tu vida. En esta era de la virtualidad, cada une de nosotres es un píxel programado y sin humanidad.
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Eso me hace preguntarme si somos representantes más que activistas, la imagen superficial de un sinnúmero de movimientos sociales desplazados de toda intención política. Vamos por causales individuales, no en contra de sistemas. Casi todo nuestro accionar se basa en destacar los errores de nuestro contrincante, ignorando por completo las estructuras que lo hacen posible. Leemos mucha teoría, pero no hacemos nada. Somos una pantalla. Una imagen. Una representación.
A este punto quiero traer la comparación de una persona como Kamala Harris y nosotres en la virtualidad. Siempre he sido una creyente de que las redes no son un espacio aparte del mundo, no son una dimensión libre de jerarquías y estructuras de poder desbalanceado. Son parte, lo queramos o no, de nuestro mundo social. El orden que hizo a Kamala Harris vicepresidenta de los Estados Unidos es el mismo orden que hace posible nuestras conexiones de internet. La política del imperio, el desplazamiento, el extractivismo. No son cuestiones separadas. Tenemos internet porque hay personas muriendo. Así es como funciona el sistema mundo moderno.
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El hecho de que me “emocione” porque Kamala Harris, descendiente del Caribe, haya llegado a ese puesto de poder no significa que no sea capaz de ver los límites de su representación. Harris, lamentablemente, no me representa a mí ni a mis compañeras. Solo se representa a sí misma y a los intereses del imperio. Con una política policiaca, racista y burguesa, ella promueve todo lo que nos causa la muerte. Entonces, cuando digo que estoy “emocionada”, no es por ver a Harris en el poder, sino una mujer negra. No pesa nada admitir que esto es producto del mismo sistema y de cómo se tergiversan las políticas identitarias. Pero Harris no me representa. Nadie, en realidad, me representa.
Lo primero que debemos saber es que nos representamos a nosotras mismas. Nuestra forma de actuar es lo que va a determinar quiénes somos. Eso no quiere decir que debamos ser individualistas e ignorar la trascendencia del trabajo colectivo y comunitario. Significa que lo que haces es lo que importa.
No dejo de pensar en como las practicas de “cancelación” en internet dirigidas a personas muy por debajo en la jerarquía de poder tienen estrecha relación en cómo, en este mundo neocolonial y moderno, interpretamos el tiempo. Ahora, en este mundo globalizado y tecnologizado, dejamos nuestra huella de forma eterna y la gente solo verá las malas pisadas, sin contar las veces que tuvimos que encajarnos el hueso otra vez para seguir andando.
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Es bueno recordar que, para que tengamos acceso a las redes, hay gente siendo desplazada de sus territorios y siendo explotada/esclavizada. El internet es una de las herramientas de la casa del amo. No la destruiremos con ella.
Jennifer Rubio, mejor conocida como Ciguapa, es una educadora y escritora dominicana. Divulga sobre antirracismo y feminismo a través de las redes sociales y ha trabajado como profesora de música en República Dominicana. Es parte de la colectiva AFROntera.
Twitter: @soyciguapa