La mujer y su supuesta incompletud es uno de los postulados más frecuentes que encontramos en las jerarquías de la iglesia, de la literatura, del arte y de las leyes injustas. Sólo basta con echar lectura a la filosofía de uno de los pensadores más importantes de la tríada griega, Aristóteles. En “Historia de los animales” se refiere a la mujer como la criatura más compasiva, pero también, la más falsa, desconfiada y cobarde, siendo el hombre el ser más perfecto, completo, vigilante y salvaje. Este ejemplo representa apenas un ápice de la instauración de la cultura patriarcal que establece una sociedad dual que, hasta la fecha se replica y teje la llamada "fraternidad masculina".
¿Y entonces qué tienen qué ver aquí las falsas deconstrucciones de los “aliados”? Bueno, el primer paso para entrar en materia es recordar que el feminismo fue hecho por y para mujeres. Ana Vázquez Colmenares acota en su obra “¿Feminista yo?” que este movimiento ve como impostergable la igualdad, explica, identifica y visibiliza las situaciones desigualdad para posteriormente, proponer soluciones. O en palabras de Marcela Lagarde, es la noción de que las mujeres somos personas.
En segunda instancia, la extitular de la Secretaría de las Mujeres Oaxaca y escritora explica que, aunque existen hombres que pueden empatizar con el feminismo, en un sentido estricto, es imposible que se denominen feminista. Ana Vázquez lo ejemplifica con un escenario en el que te asomas por tu ventana en un día muy frío y miras a alguien por la calle, puedes imaginar la sensación de esa persona y empatizar, pero eso es todo, porque continúas en la calidez de tu hogar.
¿Entonces no existen los hombres aliados?
Por el contrario, para este apartado se recuerda a la antropóloga y activista feminista argentina Rita Segato quien acota que en el feminismo, los hombres no son el enemigo, sino el orden político patriarcal.
En la lucha feminista, siempre hay cabida para muchas otras luchas conjuntas que requieren del brazo de todas, todos y todes.
“Requerimos de compañeros conscientes de las desigualdades, responsables y valientes para contribuir a desmontar un orden social injusto, que trabajen en su propia agenda y amplíen sus espacios” (Ana Vázquez Colmenares)
Pero en este transitar, existen varones que ejercen prácticas opresivas en contra de las mujeres de su entorno y de otros grupos sociales que se alejan de su concepción de masculinidad hegemónica. Hablamos de los presuntos aliados que utilizan pensamientos / herramientas del feminismo tergiversándolas y permitiéndole colocarse en una posición de poder.
¿Alguna vez has escuchado un “yo respeto a las mujeres porque crecí con hermanas, madre y abuela”? Nosotras también, y de esto, se origina la médula de este artículo que no podríamos concretar sin Joanna Trejo Ponce, feminista, maestra en psicología social de grupos e instituciones que nos propone algunas claves de autodefensa para identificar estas prácticas.
“Deconstruidos”: ¿cómo nos violentan?
Joanna Trejo Ponce apuntala a algo interesantísimo y es que, algunos de estos hombres que se presentan como “aliados”, en realidad, nunca han dado lectura a las posturas feministas y sus luchas, sino más bien, se aprovechan del conocimiento de otras mujeres cercanas a ellos, los fagocitan (absorben) y con esto resultan beneficiados.
¿Cuál sería un ejemplo de esto?, la psicóloga responde consecuentemente: Los varones en las academias que se dedican a impartir clases sobre feminismo o sobre masculinidades y aprovechan este espacio para acceder de una manera menos violenta y mucho más sutil a ciertas personas bajo el concepto de decir “soy un hombre aliado, yo apoyo a las mujeres, yo estoy en la causa”, lo que termina ocurriendo es que de nueva cuenta se vuelven protagonistas. Pienso también en quienes toman espacios en las marchas que las mujeres han abierto y toman la palabra para decir que “ellos están ahí”.
Algunas claves para identificarles
Una de las primeras medidas de autocuidado que recomienda Joanna Trejo Ponce es prestar especial atención a su lenguaje, pues esto representa el primer espejo para entender la realidad de una persona.
- “Yo siempre he estado rodeado de mujeres, las conozco, es más, para mí el patriarcado no fue insertado en mi vida porque yo crecí en un matriarcado”: El error aquí es que nunca se cuestiona que hubo ausencia de un padre y que hubieron mujeres que cargaron con la responsabilidad de una familia. Los varones que fueron criados únicamente por mujeres, no están libres del patriarcado y tampoco significa que entiende las problemáticas de las mujeres.
- “Yo jamás podría hacer eso porque he visto cómo las mujeres en mi vida sufrieron”: En este discurso es importante que les cuestiones sobre la consciencia de sus privilegios, preguntarle sobre qué actividades de cuidado y sostenimiento de vida ejercen, qué tanto se deslinda de este trabajo y si encuentras una resistencia de su parte, entonces, es una señal de que es una persona que está reproduciendo machismo.
- Observa bien la manera en que se relaciona con otras colectividades, por ejemplo, otros hombres que no cumplen con la masculinidad hegemónica, hombres trans, hombres de otros grupos sociales, de la periferia, otras mujeres, migrantes, afrodescendientes, ¿lo hace de manera violenta?, ¿qué lenguaje utiliza? Recuerda que la lucha feminista se acuerpa a otras y es interseccional.
- “¿Cómo es posible que esa mujer viva de esa manera y lo aguante? Hay que explicarle…”: En este discurso, Joanna Trejo hace hincapié en la manera en que se ejerce una práctica que recae en “el hombre salvador” donde se le quiere explicar a otras comunidades sus derechos. Esta práctica es colonizadora y violenta, pues aunque él sí puede hablar de sus realidades, no puede -ni debe- hacerlo sobre las realidades de otras personas, especialmente de grupos que históricamente han sido vulnerados como mujeres, personas de la periferia, de comunidades indígenas o pertenecientes a la comunidad LGBTTTIQ+
- Una práctica de autodefensa que puedes ejercer es evitar enaltecer a aquellos hombres que hablan de deconstrucciones, pues de acuerdo con la especialista, esto genera situaciones de vulnerabilidad, por ejemplo, ella expone los casos de las estudiantes que admiran en demasía a maestros “aliados” que poseen discursos ensayados. Este escenario genera una relación de poder de mucho riesgo emocional, sexual y físico para las adolescencias que atraviesan un proceso de enamoramiento.
Autodefensa para resistir
- Escucha qué dice y de quién lo dice: ¿Cómo nombra a sus ex novias?, ¿qué lenguaje utiliza al referirse de ella? Si habla de esta mujer de una manera violenta, entonces, habría qué cuestionar qué acciones de irresponsabilidad afectiva ejerció y que propiciaron estas inseguridades.
- Pregunta qué clase de mujeres resultan merecedoras de“respeto” para él, cuáles no y por qué.
- Establece una conversación con él para escuchar qué clase de privilegios posee y si es consciente de lo que implica haber nacido con un cuerpo de varón en el orden social hetereopatriarcal.
- ¿Alguna vez has presenciado su interacción con pares?, según Joanna Trejo Ponce, esta podría ser una de las medidas más importantes que puedes ejercer: ¿cómo habla con ellos?, ¿de qué manera se expresa de otros grupos sociales?, si de los comentarios cotidianos y las bromas con sus amigos surgen pláticas racistas o clasistas, entonces, su deconstrucción es sólo discursiva.
- Pero, ¿y qué pasa si él no los dice?, en este caso, hablamos de que él ha decidido guardar silencio y no cuestionar a sus amigos; él sigue gozando de la fraternidad que sostiene al patriarcado. Esto quiere decir que, utiliza la deconstrucción para algunas cosas, pero es incapaz de modificar y traicionar a sus pares.
“A nosotras nos ha tocado ir reconociendo, debatiendo y viviendo nuestras propias violencias, inquietudes y necesidades. El feminismo nos ha permitido cuestionarnos y posicionarnos desde lugares distintos, tenemos una chamba bien grande con nosotras mismas, sería muy riesgoso intentar hacerlo también con los varones, a ellos no les toca ser feministas, sino ser traidores del patriarcado, les toca cuestionarse entre ellos sus propias opresiones y también, sus privilegios” (Joanna Trejo Ponce)