La Cadera de Eva recibió de dos personas la solicitud de ejercer su derecho de réplica frente a un texto publicado en este espacio. A continuación se publica el texto enviado por Raúl Cruz y Julianna Neuhauser:

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La columna de Frida Cartas, “Enebefóbica me dicen… ¡y no lo soy!”, publicada por La Cadera de Eva el pasado 19 de diciembre del 2023 como parte de sus colaboraciones semanales con el medio, replica violencias enebefóbicas y prejuicios que las personas nobinaries hemos escuchado hasta el cansancio de grupos antiderechos, de medios y autoridades. Esta no es la primera vez que Cartas ha hecho eco de esos discursos de odio y su texto ve la luz en medio de un contexto de violencias cotidianas y del asesinato impune de quien fuera la persona nobinarie con mayor visibilidad del país, le magistrade Ociel Baena. Señalamientos como los que despliega a todo lo largo de la colaboración y de su obra no pueden dejar de ser respondidos.

Cartas arranca su columna con una pregunta retórica que hemos leído en otros contextos antiderechos: ¿cómo se puede defender x sin que, al hacerlo, la persona sea acusada de y?:

¿Cómo decir que a nosotras, las mujeres trans, nos ha costado todo (la salud, la vida, el empleo, el hogar, todo) nombrarnos mujeres, y resignificar la feminidad que siempre nos habitó? Sin que eso se entienda por las demás disidencias del colectivo, como un acto de invisibilidad o negación de quienes quieren extinguir el género, y creen que lo mejor en el mundo y la vida es no ser mujeres ni hombres, ¿cómo?

La escritora parte de una falacia: la lucha por los derechos de las personas trans binarias y de las personas nobinaries no están confrontados, ni el reconocimiento de la identidad nb niega el de las mujeres trans. Hasta esta respuesta fue escrita por una mujer trans binaria y una persona nobinarie, porque lxs dos entendemos que dividir la lucha trans para pelear por migajas no sirve a nadie más que a nuestros enemigos.

El argumento con el que arranca la columna  busca, primero, generalizar un par de interacciones de mala fe en redes sociales como la respuesta generalizada de toda una comunidad, y, segundo, cancela cualquier crítica específica a los dichos de la autora respecto a sus comentarios enebefóbicos. Porque no se trata de “cancelar” a Frida Cartas ni atacarla como persona, sino señalar que tiene una larga historia de ejercer violencias horizontales contra otros miembros de la comunidad trans y nunca ha intentado rectificarse, algo que esperamos que sí pase algún día.

La violencia enebefóbica, como la transfobia, el racismo y la misoginia, son violencias estructurales que se reproducen y alimentan transversalmente por el Estado, la sociedad y los medios. Aun cuando han habido avances en el reconocimiento legal de las identidades nb, sigue siendo imposible homologar los documentos de una persona nobinarie que logre tener un acta de nacimiento corregida y no hay voluntad política para avanzar las reformas necesarias para ello.

Mientras tanto, en medios de comunicación las personas nb somos objeto de burla y escarnio: tanto el asesinato de Ociel como el acoso selectivo contra Andra Escamilla y los cientos de notas digitales que dan pie a burlas y discurso de odio como el replicado por Cartas.

Tanto en su obra publicada como en la columna a la que respondemos, Frida Cartas se ha posicionado como una persona enebefóbica a la que no le gusta ser recordada de las violencias que ejerce y amplifica. Esta respuesta no se trata de crear un “índice” de violencias y comparar a diversas comunidades: las personas nobinaries también somos trans y muchas de nuestras experiencias (y las violencias que vivimos) se comunican e interrelacionan: lo que menos necesitamos en estos momentos, es una persona como Cartas, que sin dudarlo se ha colocado de lado de las personas que, a la menor oportunidad, también le negarán su propia identidad.

Mientras que una escritora trans se burla de identidades que decide no comprender, los equipos de campaña de las dos principales candidatas a la presidencia tienen a personas que activamente se han posicionado a favor de terapias de conversión, reducción y eliminación de derechos de la población trans y han replicado teorías de la conspiración y discursos de odio tanto en sus espacios como en sus redes sociales.

Los discursos de odio amplificados por estos elementos de los equipos de las campañas presidenciales tienen eco en videos compartidos por la misma Frida Cartas en 2018, donde replica los mismos argumentos de su columna del pasado diciembre

¿Cómo no ser además enjuiciadas a la primera y a la ligera, de simples binarias y heteronormadas, cuando tomamos el mujer y lo reivindicamos? Que no nos cuestionamos ni deconstruimos lo suficiente. En serio, no es un cómo por encimita preguntarlo, es profundamente estructural y no es para responderse, es más bien para pensarse y repensarse, y seguirse pensando, en la conversación horizontal.

Una breve revisión de su libro autoeditado Cómo ser trans y morir asesinada en el intento[1] revela que Frida Cartas no sólo es enebefóbica sino también transmisándrica y hasta homofóbica. En sus primeras páginas, llama a Paul Preciado por su necrónimo, con un despectivo “que a saber qué nombre tiene ahora”. Páginas después, pone en duda si la homofobia realmente existe a través de un feminismo reduccionista y esencialista que evoca al feminismo transexcluyente más que al pensamiento transfeminista. El libro está repleto de mensajes despectivos sobre les maricas, queers y personas nobinaries y de género disidente, a veces comparándoles con unicornios, en algún punto insinuando que no entienden nada porque estudiaron en escuelas públicas y por ende faltan comprensión lectora.

Frida Cartas guarda la mayoría de su odio para los hombres trans, dedicándoles un capítulo entero, generalizando desde un par de casos personales de hombres trans que son patanes para decir que todos son machistas privilegiados que no sufren ninguna opresión porque “al fin son hombres”, algo a lo que parece regresar en su columna, que cierra con una cita de la crítica feminista Leonor Silvestri: “La misma Leonor Sivestri decía: ¿Hay algo peor en este mundo que ser mujer? Sí, se respondía ella misma, ser hombre, remataba.”

Cartas le niega una estabilidad identitaria a los hombres trans que ella permite a las mujeres trans: para sí misma, puede decir “tú siempre fuiste Frida”, pero no concede ese derecho a los hombres trans, refiriéndose a uno como “la chica lesbiana que era en ese entonces”, evocando la narrativa TERF que dice que los hombres trans simplemente son lesbianas engañadas por el patriarcado cuir. De ahí suelta una diatriba contra “(cuerpas disidentas (porque se ponen falda), marikas (porque usan labial), queer (porque tienen barba pero mucho glitter) o nobinaries (porque creen que el género no existe y es mera ficción)”, concluyendo que “se sigue haciendo hombría, con todo lo que le pongan encima, pues un hombre es un hombre”. Si no viniera de una mujer trans, esto podría parecer una cita de un texto de Laura Lecuona, porque justo como hacen las feministas transfóbicas, Frida Cartas pide que la gente tenga empatía con ella y otras personas que comparten la misma configuración identitaria, pero mantiene en pie todos sus otros prejuicios.[1]

Y no es que, como argumentan ciertos activistas que reivindican una opresión particular para las transmasculinidades, son los hombres trans o las personas nobinaries que son lxs más oprimidxs: sí es cierto que, en prácticamente todos los indicadores —desde el desempleo y la deserción escolar hasta los crímenes de odio—, las mujeres trans tienen las peores expectativas de vida. Pero es algo que sólo se puede afirmar comparativamente, porque a los hombres trans y las personas nobinaries no les va muy bien que digamos, y además la cuestión del privilegio intracomunitario está muy atravesada por cuestiones de raza, clase y nivel de educación formal—claramente no es lo mismo ser una mujer trans con una maestría de una universidad privada que una persona nobinarie que vive del comercio informal. Y es medio ridículo andar peleando por cual subsector de la población trans es la más jodida cuando, al final, todxs estamos jodidxs. En una parte de su libro, Cartas escribe: “Si no quieres incluir a las otras mujeres en tus luchas o trabajos colectivos, no las incluyas, pero deja de agredirlas y despolitizar sus propias luchas y trabajos colectivos”. Tal vez debería tomar en serio sus propias palabras, y recordar que no sólo aplica a las mujeres sino a todos los géneros disidentes.

[1] Hay que decir que este libro no fue publicado por La Cadera de Eva; sin embargo, contiene muchos antecedentes claves para entender la enebefobia de Frida Cartas.

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Les autores
Julianna Neuhouser es una traductora y escritora transfeminista. Sus textos han sido publicados por Revista Común, Gatopardo, Malvestida y Zona Docs. Fue coordinadora del libro Polarización y transfobia: Miradas críticas sobre el avance de los movimientos antitrans y antigénero en México

Raúl Cruz es une crítique de medios y cultural, periodista digital especializade en monitoreo y combate de discurso de odio y narrativas anti-derechos humanos. Ha participado en la construcción de guías de coberturas trans y nb en múltiples medios y colaboró en el libro  Polarización y transfobia: Miradas críticas sobre el avance de los movimientos antitrans y antigénero en México.