El eclipse solar es un fenómeno natural impresionantemente hermoso, ocurre cuando el sol hace que la luna lo cubra en pleno día, creando un ambiente de expectación, con cierto misticismo y emociones diversas, enmarcado en coloridos poco cotidianos que solo son posibles cuando se cruza el sol, la tierra y la luna, irradiando un color rojizo incandescente poco común, con un halo luminoso muy brillante.
En este evento astronómico universitario, no podía faltar otra luminaria, la doctora investigadora y académica, Julieta Fierro, quien habló de este fenómeno, como es su costumbre, de manera lúdica y amorosa desde el templete de Ciudad Universitaria.
Nos compartió el significado de la palabra eclipse, la cual viene del griego ékleipsis y significa desaparición: “En astronomía nos referimos a un eclipse cuando un astro pasa delante del otro y lo oculta a ojos de quien lo observa desde la Tierra o desde un punto determinado del espacio”.
De igual forma, en su texto para la Revista de la Universidad de México, de septiembre del 2023, nos comparte que los mayas ya tenían anotaciones y avances astronómicos y astrológicos de éstos fenómenos naturales, mencionando también que, en el Códice Dresde (el libro de los mayas) había registros muy precisos de tablas y cálculos de eclipses pasados y predicciones de los futuros, así como, la forma en que nombraban en la cultura mexica y maya al eclipse, refiriéndose a él, como el sol roto y/o, el sol comido.
Del universo a la Tierra
Este hecho, nos dio la posibilidad de concentrarnos en diferentes puntos del país, en la Ciudad de México lo hicimos en diferentes universidades: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Iberoamericana y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), lo cual nos permitió planear y prepararnos para el encuentro inesperado en todo sentido, ya sea en grupo y/o acompañades.
La ensoñación al entrar a mi Alma Mater, la UNAM por el lado de rectoría, comenzó con el bullicio y energía que al caminar me acompañó hasta llegar a las famosas Islas. El corazón se cimbró más de lo cotidiano, la música que estaba en el templete puesto frente a la Torre II de Humanidades, se escuchaba hasta la Rectoría, lo cual le ponía cierta vibración al recibimiento.
En el trayecto apareció la Biblioteca Nacional, el recinto de los libros, cerquita de ella, mi querida Facultad de Filosofía y Letras. Del otro lado, la librería Universitaria y el Museo Universitario de Ciencias y Arte (MUCA), espacio que me acogió durante mis practicas educativas, y en la cual conocí a mi querido y admirado músico Markus, estudiante austriaco que vino con mi amiga Marú para realizar el cierre de la exposición Los Aluxes un Arte inexistente, del maestro Federico Silva.
Todo eso regresó a mi memoria antes de llegar a la carpa donde estaría la admirada doctora Julieta Fierro. En tanto, mi caminar, se topaba con sonrisas, caras, niñas, niños, grupos, mujeres, hombres, científicos, estudiantes, familias, profesorado, alumnes, padres y madres con sus hijes, boy scouts, mascotas; telescopios instalados, bicicletas, tapetes de yoga, cámaras fotográficas, casas de campaña pequeñas, paraguas, filas y una inmensidad de gente arropada en ese espacio mágico.
Si bien, este es un hecho científico, en la vida cotidiana acuñamos la palabra eclipse para describir un tipo de enamoramiento, o situación encantadora “me eclipso su mirada” “me eclipso lo que dijo” “su presencia eclipsa”, o bien, hace alusión poética a una relación sexual cuando se unen dos cuerpos, que extasiados de placer se vuelven uno mismo en la petite mort “la muerte pequeña”, integrándose por unos segundos sus luminosos cuerpos que expanden una temperatura corporal, aromática y energética, formándose un halo irradiante y, como diría John Lennon: haz el amor, no la guerra, no dejemos de hacer el amor en todo sentido.
Finalmente, el simbolismo del eclipse nos regaló una mañana sabatina con ese colorido rojizo intenso de la corona solar, una cantidad de energías superpuestas, recuerdos y la maravilla de sentarnos, respirar, mirar, contemplar, sentir, compartir y esperar, lo cual fue un bálsamo al alma, que tendríamos que practicar cotidianamente en cualquier lugar que estemos.