Agua para beber, cocinar, limpiar, lavar la ropa, tomar un baño; o para saciar la sed de los animales y regar plantas y cultivos. El uso del agua en el día a día es fundamental para el cumplimiento de trabajos remunerados y no remunerados, por ello, en el marco del Día Mundial del Agua, queremos hablar no solo de la importancia de su cuidado, sino de cómo el problema de escasez está vulnerando en mayor medida a las mujeres, sobre todo a quienes viven en una situación de pobreza en comunidades rurales.
En México, 2 millones 500 mil personas viven en condiciones de pobreza, de acuerdo con datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), y la escasez de agua, en conjunto con la contaminación y la falta de infraestructura para distribuirla, son un problema que contribuye el deterioro de su calidad de vida. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 23.1% de las viviendas que hay en nuestro país no cuentan con agua entubada dentro del hogar, sin embargo, en el caso de las poblaciones rurales este número se incrementa a más de la mitad, pues un 56.8% no tienen instalaciones de agua.
Así mismo, de las viviendas de las comunidades rurales, un 38.4% acceden al agua por medio de instalaciones que están al exterior de su hogar, pero dentro del terreno; mientras que un 12.4% la obtienen de pozos, lagos, ríos o arroyos. Esto implica que para disponer de ella es necesario acarrearla hacia el hogar y, una vez dentro, cuidar y gestionar su uso para las labores diarias. Este tipo de tareas vinculadas al cuidado del hogar, de los recursos y la familia, históricamente se han asignado a las mujeres, a quienes desde una perspectiva estereotipada se les considera más "aptas" para cuidar.
Los problemas vinculados al agua implican analizarse bajo una perspectiva de género a partir de los roles y usos del líquido entre hombres y mujeres, los cuales han sido determinados por mandatos sociales y culturales. ONU Mujeres indica que en el 80% de los hogares que sufren escasez de agua en el mundo, son las mujeres y las niñas las responsables del aprovisionamiento del líquido. Lo cual suele implicar largos recorridos con cargas pesadas, además del riesgo de sufrir violencia.
Sin embargo, a pesar de la importante labor de las mujeres en la gestión del agua, sus necesidades no suelen ser consultadas en la construcción de infraestructura para distribuirla. Por ello, aquí enumeramos tres elementos clave que refuerzan la importancia de la participación de las mujeres en la toma de decisiones y el grave impacto que genera la escasez de este líquido sobre ellas:
- Multiplicación de la carga de trabajo: dado que el 56.8% de las viviendas rurales en México no cuentan con agua entubada, las mujeres, como cuidadoras del hogar y la familia, quedan a cargo del abastecimiento. En algunos casos esto implica una asignación económica extra, cargar recipientes, formarse en largas filas y recorrer distancias extensas con cargas pesadas.
- Asignación de tiempo: el tiempo que implica la realización de estas labores puede apartar a las niñas de la escuela y, según ONU Mujeres, disminuir las opciones que tienen las mujeres de obtener ingresos.
- Consecuencias sanitarias: la falta de agua conlleva efectos sanitarios graves; por ejemplo, cuando un integrante del hogar enferma son las mujeres quienes quedan a cargo de su cuidado. Además de que la falta de agua en procesos como el parto puede ser una cuestión de vida o muerte.
La perspectiva de género resulta fundamental para una mayor participación de las mujeres en cuestiones ambientales, lo cual también contribuye al cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sustentable 6, de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, que busca garantizar un acceso universal y equitativo al agua potable y a servicios de saneamiento e higiene adecuados. Una de las metas de este objetivo es prestar especial atención a las necesidades de las mujeres y las niñas y las personas en situaciones vulnerables.