Es una noticia común, cotidiana, de todos los días, enterarse de algún acto de violencia contra niñas y mujeres en nuestro país. Prácticamente en todo el territorio nacional la barbaridad es una forma de vida que impera. Es imposible no recordar a Hannah Arendt cuando creó la frase “la banalidad de la violencia”. Eso es justamente lo que ha ocurrido en nuestro país. Bajo este clima oscuro, turbio, pesado y en apariencia sin solución, hay lugares; unos más violentos, unos menos. No obstante, lo que tiene en común la modernidad mexicana es que una expresión de la violencia más dramática se concentra en las mujeres, y en particular, en las niñas.
México, a pesar de todo el romanticismo que nos consuela a veces, al terminar nuestra jornada cotidiana, es un Estado donde se agrede con especial saña a las niñas.
Actualmente lugares como el terrible Estado de México, o Guerrero, son focos de peligro que merecen nuestra especial atención. Mucho se ha escrito acerca de la venta de niñas amparadas de facto en los usos y costumbres indígenas. Hoy nuevamente queremos reflexionar sobre un caso donde se combinan una niña, la falta de perspectiva de género, y la erosión en su esfera de derechos humanos.
NIEGAN ACCESO AL ABORTO A MENOR
En Guerrero, hace unas horas, se le ha negado la interrupción del embarazo a una niña; no una mujer adulta, sino una niña indígena. Simplemente en el hospital le dijeron que no le podían practicar el aborto y que volvieran dentro de nueve meses. Los motivos por los cuáles la menor deseaba abortar son lo de menos. Aquí lo importante es que en un hospital de Chilpancingo no se llevó a cabo la intervención urgente. La niña cuenta solo con 10 años y fue embarazada por un niño de 12. Los padres del chico, propusieron como solución, que los niños se casaran. ¿Qué está sucediendo en Guerrero? Si uno explora este caso veremos que es absolutamente surrealista, y en el sentido más negativo. Los indicios que se desprenden del caso arrojan una terrible ignorancia y marginación por parte de todos los intervinientes.
Los legisladores, a pesar de la lucha feminista en el Estado, y la llegada de una gobernadora, siguen sin despenalizar el aborto libre, en directa oposición a la tendencia nacional mayoritaria. Esta situación, deja sin salida a niñas como la de este caso. Son universalmente conocidos los problemas que implica abordar ese debate a nivel legislativo, pero se tiene que discutir. En Guerrero, donde gran cantidad de mujeres y niñas son víctimas de la violencia de género, es donde más se deberían de trabajar estas cuestiones. Si el cauce legal del asunto sigue su marcha, existe la terriblemente injusta posibilidad de que esta niña de 12 años sea revictimizada por el sistema penal de adolescentes.
Guerrero básicamente es un desastre en términos de cuestiones de género. Cuando una niña es víctima de legisladores obtusos y una gobernadora indiferente, es cuando más duele. Afortunadamente este caso se ha vuelto mediático y ello tal vez impulse a que se tome una decisión, no por la vía del Derecho, sino por el camino de las decisiones de facto.
NECESIDAD DE REFORMAR EL CÓDIGO PENAL
Sin la despenalización del aborto, sin escuchar a instituciones como el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), relegando este espinoso asunto a la congeladora legislativa, será muy difícil abordar otros temas en materia de género como la trata, o el acoso por parte de funcionarios públicos.
Aquí debemos reconocer que fueron los padres de la menor quienes la llevaron al hospital en Chilpancingo. Es verdad, que mientras no se reforme el Código penal, y abra la puerta al aborto libre (con sus limitaciones temporales como ocurre en la CDMX), tampoco los médicos tienen mucho qué hacer. ¿Y si la familia de la niña alega violación para que así el Ministerio Público autorice el aborto? Pues aquí la simulación jurídica va ahora a victimizar también al chico de 12 años quien embarazó a la niña. El debate feminista y jurídico más vanguardista ha demostrado que la solución al aborto no es la cárcel (salvo excepciones muy puntuales, por ejemplo: cuando un hombre obliga a abortar a una mujer). En este caso, el drama refleja la vulnerabilidad de las personas y el enorme grado de atraso en general que hay en Guerrero. Da tristeza y coraje. Por qué los legisladores no entienden que su pérdida de tiempo implica un sufrimiento demoledor para las personas que se ven involucradas en estos casos. Hay que añadir, además, componentes como la ignorancia y la pobreza que tiñen este caso de un color especialmente trágico.
¿La respuesta está en los usos y costumbres indígenas? Por supuesto que no. Ojalá la chica no sea sometida al escrutinio de aquellos caciques que ostentan el poder en la práctica más marginada, dictando aquello que se debe y lo que no se debe hacer.
Urge despenalizar el aborto en Guerrero. Urge la vigencia de los derechos humanos de las niñas y mujeres en ese Estado. Urge capacitar en perspectiva de género a todas y todos los funcionarios (incluyendo a la gobernadora). Urge alejar completamente a las mujeres de los usos y costumbres que atenten contra su dignidad, controlen su sexualidad y las condenen, como diría Kant “al Derecho de cosas”, es decir, reducirlas a objetos o mercancías desechables.
Lo peor es que el caso que se ha tomado como base para estas breves reflexiones no será el último. Es por ello qué debemos luchar porque ello cambie, y no, no es utopía, es simplemente comprender que los cambios sociales solamente se cristalizan a través de la presión social. Mientras más tiempo se tomen los legisladores en Guerrero seguirán aumentando las víctimas y la injusticia, el sufrimiento y el drama de los más pobres del país. ¡Es una verdadera vergüenza!
*Gilberto Santa Rita Tamés, Doctor en Derecho, Facultad de Derecho. Universidad de Sevilla y Coordinador de la Licenciatura en Derecho en la Universidad Iberoamericana.