Angélique es una historia de ficción de un cantante mulata de origen francés que trabaja en un bar de la Ciudad de México, en los años 50’s, un periodo de despegue económico para México; se presenta en el  teatro” El Granero. Xavier Rojas” (Centro Cultural del Bosque. Reforma y Campo Marte. Atrás del Auditorio Nacional).

La obra ya tiene más de 10 años, se creó en 2015, cuando aún ni si quiera el Censo de Población contemplaba a los pueblos afrodescendientes.

La obra de Angélique empezó con la intención de hacer teatro musical, no de hablar de feminismo ni perspectiva de género. “Nunca pensé ‘quiero hablar de una mujer empoderada negra”, dice Eduardo Castañeda, autor y director de la obra quien trabajó junto con Muriel Ricard, la gran actriz que interpreta a la personaje principal.

“La obra no la hicimos con la intención ‘vamos a subirnos a la ola del racismo y la discriminación’, surgió a partir de lo que de lo que éramos y de lo que somos”, cuenta Castañeda, en entrevista con La Cadera de Eva.

Lo que sí podría ser comenta, “es que puede ser una obra que parte de la mirada de un Black Panter”, que era un grupo al que también se le conocía como Black Power, defendía el orgullo negro y la unidad por los derechos de las minorías raciales, pese a qué él, el director, Eduardo Casteñada habita un cuerpo blanco.

La historia sí quería hablar sobre discriminación, es un tema que por años ha investigado Castañeda, quien estudió la carrera de actuación en la Escuela Rusa de Actuación en México y posteriormente en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

“La actriz (Muriel Ricard) y yo partimos de algo muy básico, ella es mulata, franco mexicana, cantante y actriz, queríamos hacer algo con música obviamente queríamos hacerlo con humor, fue como como nació Angélique”, que tendrá sus últimas presentaciones este fin de semana, 15, 16 y 17 de julio.

{"quote":"“La verdad si yo hubiera puesto a pensar en tengo que hablar de las mujeres y tengo que hablar desde el empoderamiento de la mujer, no me salía, no me salía”."}

UNA HISTORIA DE MIGRACIÓN DETRÁS DE ANGÉLIQUE

Se pensaría que la historia de Angélique una mujer mulata que tiene que abrirse camino podría estar enclada en al vida de Muriel Ricard pero no, trastoca la infancia de Eduardo Castañeda quien fue discriminado por ser el diferente.

“Nací en un entorno donde yo era el que desentonaba, era fácil encontrarme caminando en el patio de la escuela primaria solo”. Él fue a la primaria en un pueblo al sur de Santa Fe, llamado San Bartolo.

Eduardo Castañeda, autor y director de la puesta en escena

 “Mis papás tenían esta idea muy romántica de que los niños podríamos crecer mejor en un pueblo, sin tomar en cuenta la violencia que había, pero sí, o sea, yo ahí desentonaba terrible, literal yo tenía que cruzar un río para llegar a mi primaria”.

Después sus padres se divorcian, él se va con su mamá a Yucatán, donde vuelve a ser “el extranjero”. Ahí creían que era “el chilango”, pero “en realidad venía de un pueblo, siempre fui un outsider”, explica con el humor que le caracteriza.

Eduardo Castañeda creció escuchando tres acentos diferentes: el mexicano por parte de su padre, el cubano por parte de su madre y el yucateco por una estancia corta que pasó ahí.

Siempre fue outsider, esa experiencia de vivir en al periferia y ser parte de la otredad le regaló la sensiblidad que tiene para narrar, contar y escribir sus obras de teatro.

Con su acento chilango y su humor inmediato, cuenta su vida, con dudas y nostalgia. A partir de fotos encuentra que su abuela era mulata también.

-¿Tu abuela es Angélique?, se le pregunta

-No, no, no, no, la historia de mi familia de la mexicana y de la cubana no es nada glamurosa y la historia del personaje sí es súper glamoroso. Bueno, no es tan glamuroso al final, dice.

De hecho cuando visitó Cuba, la idea romatizada que tenía de su isla, se desmoronó.

“Me dolió darme cuenta que la pobreza es terrible, que el enojo es terrible, que la indignación es terrible, que la injusticia es terrible”.

“Yo vi cosas, o sea, a mí no me las cuentan, vi el nivel de represión policiaca que existe, la profunda ignorancia, se tiene esta idea de que los cubanos son súper cultos, no es cierto”, explica.

“Los cubanos intelectuales son a los que nosotros nos están enseñando, a los que por alguna razón lograron la licenciatura, la maestría. Yo tengo una prima que es arqueóloga y y no tiene materiales para ejercer su profesión. Tengo otra prima que es maestra y tiene que buscar cal o tabiques en la calle para tener algo con qué poder enseñarles a sus estudiantes”.

“Cuando tu vida se te va en conseguir dos huevos para ver si logras comer, pues la neta es que tus preocupaciones no son intelectuales ni ideológicas, cuando si por un comentario de enojo, tu vecino te escuchó y te va a delatar porque si te delata entonces a lo mejor a él le dan otro departamento o le dan alguna algún beneficio, se genera esta paranoia absoluta y total, pues es cuando también a mí se me rompió no todo el esquema, el nivel de prostitución yo nunca había visto ese nivel y espero nunca volver a verlo en mi vida”, dice.

Casteñada nos revala en su obra las experiencias de su familia, a través de un personaje intenta reconstruir la historia de su vida.

Por un lado la sangre mexicana corre por sus venas, con un abuelo que estuvo en al revolución mexicana y por el otro lado, un abuelo materno que estuvo en al cubana, dos historias familiares que de forma indirecta han llevado a Eduardo a explorar a través de arte la discriminación y racialidad.