Antonieta Rivas Mercado, hija del arquitecto Rivas Mercado, decidió quitarse la vida a los 30 años en la Catedral de Notre Dame. Una mujer que dejó un legado artístico para las mujeres de México, nunca se intimidó por el sexo opuesto, tan así que fue la primera mujer mexicana en divorciarse.

La joven Rivas Mercado se convirtió en la “señora de la casa” cuando apenas era una niña, escribe José Juan de Ávila, para Confabulario de El Universal. Esto porque su mamá se fue a Europa con su hermana Alicia para seguir a su amante.

Antonieta Rivas Mercado con su esposo Albert Blair, y su hijo Donald Antonio Blair Rivas, en la Casa Rivas Mercado en 1920

Se casó a la edad de 18 años con el inglés Albert Blair (amigo de Francisco I. Madero), 10 años mayor que ella, con quien tuvo a su único hijo. Las diferencias ideológicas entre Antonieta y su esposo fueron la consecuencia para que ella decidiera divorciarse. Antonieta siempre admiró a su esposo hasta el quemó sus libros.

A Antonieta le debemos mucho, más allá de sus escritos, el arte, la cultura y la danza. Fundó el Teatro Ulises, formó y financió el patronato para la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de Carlos Chávez. Se convirtió en mecenas de personajes como Andrés Henestrosa, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Gilberto Owen, Celestino Gorostiza, Roberto Montenegro, Julio Castellanos, y el pintor Manuel Rodriguez Lozano, de quien se enamoró.

Sobre su amor quedan las cartas de amor que dirige al pintor y escritor Manuel Rodríguez Lozano, sus textos “son a la vez testimonio de su labor intelectual, de una vasta cultura mexicana y europea, que dan fe a una búsqueda personal dolorosa y constante”, escribe Ana María González Luna, pero su amor no fue correspondido.

Dos años después, en 1929, conoció a José Vasconcelos, con quien sostuvo una relación y a quien apoyó durante su campaña electoral por la presidencia de la República, y establece una relación sentimental con el político.

Antonieta era un tema oculto dentro de su familia, hasta que su biógrafa, Kathryn Blair, quien sería su nuera, decide escribir un libro sobre ella A la sombra del Ángel, en donde se lee el siguiente párrafo:

Cuando se entrega a la campaña presidencial de José Vasconcelos, la inquietud de Antonieta, esa actividad diaria que la empuja al límite, que la impulsa a dirigirse al cambio y renovación de México, culmina en un nuevo giro: la política.

Rodríguez Lozano le suplicó que no dejara sus proyectos culturales, le dijo que la política no era para ella. Pero ya había tragado el anzuelo: la promesa de Vasconcelos de conceder el voto a la mujer. Antonieta tomó su compromiso como promotora del voto femenino con toda su energía.

Vasconcelos fue acusado de fraude, y Antonieta tuvo que exiliarse en Nueva York y en París, Francia, donde trabajó como escritora y periodista. Con todos los problemas en su país y la pena de no tener a su único hijo, se suicidó el 11 de febrero de 1931, dentro de la catedral de Notre Dame, y con la pistola que siempre Vasconcelos traía consigo.


Con información de Las dos Fridas y Revista UNAM

(Diana Juárez)