El tres de mayo, día de la Santa Cruz, también es considerado el día de los albañiles, los cuales ponen una cruz con flores en la construcción en que trabajan para augurar que se sostenga y evitar accidentes de trabajo. Por otro lado, la Santa Cruz desde la religión cristiana representa la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado, con lo cual fuimos “rescatados”, creyentes o no, la imagen de ese Cristo ensangrentado y la idea de que salvó a la humanidad dando su vida, recrea en la mente sin duda una culpa cultural de la sociedad, y pareciera entonces que como sujetos tenemos que sufrir de manera inconsciente porque estamos vivos-vivas.

Esta imagen histórica y arraigada en el inconsciente colectivo no esta tan lejos del “apocalípsis” que estamos viviendo, esta palabra griega se refiere a quitar el velo, a revelar algo. Actualmente estamos transitado una crisis severa en el país que no tiene que ver con dioses y testamentos, sino con personas de carne y hueso que no se responsabilizan de lo que les compete, justo así el velo social, político y estructural se está diluyendo. Es impactante comenzar a mirar aquello que tanto tiempo estuvo “oculto” el desgajamiento social en el que vivimos actualmente, donde las instituciones están rebasadas.

Ese velo diluido nos deja ver que cada vez hay más inseguridad, aumento de feminicidios y desapariciones en nuestro país. Si bien durante la pandemia del covid-19 se visibilizaron las violencias en su máxima expresión hacia las mujeres y la infancia, ahora estamos transitando momentos tensos en donde las notas, los noticiero y las cifras nos muestran, muertes, agresiones, ajustes de cuentas, narcomantas, feminicidios en casi todo el territorio mexicano, lo cual nos habla de un “caos social” total.

Si bien las cifras y los casos en desapariciones aumentan cada vez más, así como los homicidios y feminicidios, las redes se han inundado en este mes del caso   Hugo Carbajal, joven de 15 años asesinado en una fiesta “clandestina” en el Estado de México, la madre, familia y sociedad civil no descansaron hasta que detuvieron al homicida. Las “autoridades” actuaron muy lento y sin mucho conocimiento, aun cuando la familia presentó pruebas y datos de ubicación del mismo, la percepción social fue que para que actué la autoridad hay que presionar, exigir y pedir algo que por derecho no tendría que exigirse.

El otro caso fue en Monterrey, la joven Debanhi de 18 años, reportada como desaparecida el 9 de abril y encontrada muerta el 22 del mismo mes. Caso en el cual las inconsistencias en la investigación, búsqueda, peritajes, autopsia y reconstrucción de los hechos han indignado a la familia y a la sociedad mexicana y extrajera.

Es así que la actuación de la autoridad correspondiente denota que padres, madres, familiares y organizaciones tienen más pericia en la búsqueda de personas desaparecidas que el mismo sistema de procuración de justicia especializada, lo cual habla de una incompetencia absoluta para el seguimiento y aclaración de estos casos, aumentando la impunidad y el carpetazo de un sin número de expedientes, que se traduce en familias que por años viven prolongando su angustia, agobio, impotencia, desgaste emocional y sintomatología depresiva, esperando el regreso de la persona desaparecida.

Por otro lado, tenemos a un presidente al cual le preguntan referente a estos casos y responde que en efecto hay un problema, el cual tienen que ver con el modelo de atención existente y me pregunto entonces y ¿qué se está haciendo al respecto? se está modificando ya, ¿se está trabajando en la formación de una procuración de justicia con perspectiva de género? si esta tan focalizado el problema, no entiendo por qué sigue siendo un problema. También me parece importante visibilizar la ausencia de pronunciamientos de la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia Contra las Mujeres y Trata de Personas (FEVIMTRA)  El Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

Finalmente, me parece que hay un brote de miedo e inseguridad, que es real no es fantasía, sin embargo una sociedad con miedo se oprime, castra, vulnera y hay poca posibilidad de crear, hacer y defender. Que el miedo sea una alerta y no un paralizante, en un momento como el que transitamos es importante no perder de vista que si las instituciones y el Estado no responden, la sociedad asume una vez más esa ausencia institucional. No dejemos de mirar que a la par de la ausencia, hay diversas propuestas y acciones de las organizaciones sociales y colectivos. Iniciativas como la de los cuartos vacíos la cual propone la “renta de habitaciones” de quienes no volvieron, que en realidad es una campaña de donación para sostener la búsqueda de las jóvenes que han desaparecido, entre otras. Dichas acciones sostiene de alguna manera, la falta de capacidad y voluntad de la justicia en nuestro país penosamente.

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada en pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr