TUXTLA GUTIÉRREZ.- En Chiapas, uno de los 10 estados del país en donde la violencia contra la mujer es cotidiana y cada vez es mayor, la diversión para ese sector es casi una utopía y, si es por la noches, una pesadilla.
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Por ello, desde junio pasado se creó en el pueblo mágico de San Cristóbal de Las Casas el “Búnker M’s”, una estancia cultural y artística donde ellas pueden sentirse seguras, sin ser acosadas u hostigadas.
En una entrevista con La Silla Rota, Lilia, pionera del proyecto, recuerda que la idea surgió luego de que observó cómo los mismos policías municipales de esa localidad de la región Altos de Chiapas, con altos índices de violencia de género, acosaban a dos mujeres migrantes que trataban de ganarse una moneda tocando unos instrumentos en uno de los andadores turísticos de allí.
Esa fue su primera defensa ciudadana. Pero de ahí se desencadenó una serie de situaciones que la pusieron “contra la pared”: cuando estaba en un bar, un sujeto le tocó un glúteo, pero en vez de que los encargados del lugar la defendieran a ella, respaldaron al abusador.
Incluso, uno de los guardias la tomó del cabello y la sacó de allí; cuando intentó buscar el respaldo de un policía que estaba a las afueras del negocio, éste la ignoró e, incluso, la acusaron de agresión, y por ello la llevaron a los separos, pero salió libre porque no se le comprobó ni un solo delito.
Con una Red de Feministas a la que pertenezco, comenzamos a platicar de lo que se sufría en estos establecimientos, y ya era como un modus operandi, es decir que todas coincidimos en que había abusos contra las mujeres
En los relatos, se hablaba de compañeras que, luego de pasar un rato en algún antro o bar, amanecían tiradas en hoteles o carreteras, incluso con señales de haber sido violadas; otras más advertían que las golpearon o encarcelaron sin motivo alguno.
SIN OPCIONES SEGURAS
Para Lilia, tras analizar y pensar cuántos lugares para divertirse hay para mujeres, "pues no hallamos ni un solo”.
En principio, el “Búnker M’s” germinó como un karaoke, pero después comenzó a tomarse en cuenta para cuestiones culturales y artísticas. Asimismo, se volvió en una especie de espacio donde ellas se sienten y están seguras.
Pero funcionamos de muchas formas: se ofrecen desayunos, comidas, está la estancia con cuatro cuartos, con todos los servicios (internet, uno de ellos); tenemos un asador, hay un fogatero, hay un área de lectura, y además se piensa en hacer conversatorios o exposiciones
Entre otras cuestiones, en este lugar se ofrecen asesorías legales, de psicología, médicas, entre otros acompañamientos que requieran aquellas mujeres que se acerquen a este espacio. “Acá vemos qué podemos hacer en cualquier caso”, dice.
VIOLENCIA AL ACECHO
Iveth huyó de Progreso, en la zona Norte de Honduras el pasado 1 de septiembre debido a que la violencia estaba al acecho y, sobre todo, porque un jefe de la Mara Salvatrucha había abusado de ella y la quería tener como su mujer por tiempo indeterminado.
“Tenía muchas amenazas, y más por mi misma condición”, dice la joven de 19 años de edad.
Pero Iveth ya había intentado huir de su país; por un tiempo, se fue a Guatemala, pero al regresar, a los tres años, la situación se complicó porque el abuso fue más incisivo.
Por un tiempo, acepta, no piensa retornar, pese a que en tierras hondureñas dejó a sus seres queridos, “fue complicado, porque el jefe de la Mara ya le venía poniendo el ojo a mi hermanita, a mi madre, por eso tuve que salirme…”.
Sentada en el “Búnker M’s”, donde le dieron cobijo, manifiesta que su sueño es continuar su camino hacia los Estados Unidos y, por qué no: estudiar Medicina, aunque si en México le va bien se quedaría sin problemas.
Solo les queda aguantar los trámites correspondientes ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar). “Lo que deseo es hacer un futuro, porque sí pienso regresar a Honduras, con mi familia, porque no soportaría en no volver a verlos”, comenta.
Joselin también sufrió en ese país centroamericano el acoso, la persecución y las amenazas. “Interpuse denuncias en la Policía, porque también me intentaron violar, pero me ignoraron”. Al igual que Iveth, también dejó a cuatro hermanos y una hermana, y a su padre enfermo.
De acuerdo con ella, su paso por Guatemala y luego por varios municipios de Chiapas fue complicado, pues primero les pedían quetzales para continuar y no ser deportada, y luego vivir, en carne propia, el acoso en un albergue.
Estábamos en un hotel, nos dieron chamba, pero nos molestó mucho que, por un día de trabajo, nos dieron 100 pesos por las dos; y nos molestó demasiado que no le recibí el dinero a la dueña
En ese mismo momento, vieron cómo varios hombres cargaban a una mujer, entre lágrimas, pues al parecer abusaron de ella, “Para nosotras fue como que, ‘¡vámonos de aquí!’”, recuerda quien se graduó como técnico en Agroecología, área en la que piensa especializarse aún más.
Hoy, Iveth y Joselin se sienten tranquilas en el “Búnker M’s”, donde saben que podrán estar seguras hasta establecerse y poder continuar hacia su destino. “Salimos y regresamos a la hora que queremos, podemos trabajar de forma libre… esto ha sido importante para nosotras”, refiere la segunda.
De nueva cuenta, Lilia advierte al reportero de La Silla Rota que es el primer hombre que entra al “búnker”, y que pudo recorrer todos los espacios en donde las mujeres pueden sentirse seguras.
Quiero dejar en claro que el búnker es un símbolo de resistencia de mujeres en cualquier contexto y en todos los contextos que tenemos las mujeres; pero también tenemos la misión de crear conciencias, y en esto se toca el tema de las migrantes, quienes sufren más violencia
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