"Así es él", dijo Erika después de que Leopoldo, su esposo, gritara despavoridamente porque ella no cumple su rol como su mujer. El desayuno no estaba listo a la hora habitual, Erika tiene dos semanas en duelo pues su hermano falleció por covid-19 y apenas logra entender en que momento pasó todo, ahora siente la ausencia de su compañero y gran amigo de apenas 24 años que jamás volverá a ver, ni siquiera pudo despedirse de él y eso la tiene con el corazón roto.
Leopoldo dice que entiende la situación pero que la vida continúa y sobre todo, Erika debe estar al cien para él y sus tres pequeños hijos. Ella ve todo este comportamiento y empatía nula, como normal y natural, pues es lo que ha aprendido desde niña, incluso su madre le insiste en que efectivamente debe estar bien para su familia, sin importar su dolor y su tiempo, pues nos han enseñado que la mujer debe dejarse a un lado por salvar a los demás. Así como con Leopoldo existen millones de hombres que les dijeron que las mujeres son para cumplir roles, para ser madres, serviciales, ahora ellos también crían a sus pequeños con expresiones como que “los hombres no lloran”, que el género determina la fortaleza, teniendo la idea errónea que entre menos expresas más fuerte eres.
“Quedarse con su madre hasta que muera”
Pero también está el caso de Angélica, una chica de 45 años, soltera, sin hijos, que le dijeron que su destino será quedarse con su madre hasta que ella muera, ya que es la menor de cuatro hermanos, todos hombres. Sin palabras, pero si con acciones, le han hecho saber que esa es su misión, Angélica en el fondo siempre ha querido viajar y tener una relación sentimental con alguien de su mismo género, pero su familia no lo aceptaría, mucho menos su madre, que dice que esas cosas son “del diablo”, por eso ella ha tenido que guardar todos sus deseos y enamorarse de hombres que la han hecho sacar lo peor, para finalmente terminar esas relaciones sintiéndose tan culpable que cree que no merece ese amor que tanto envidia de todas las parejas que a sus ojos si lo tienen.
La anulación
Para María las cosas han sido un poco distintas porque decidió cambiar ese patrón que se repite generación tras generación en su familia, su madre era una abogada muy reconocida que tuvo que dejar de trabajar desde que se casó con su padre, pues no toleraba que nadie la mirara, desde que unió su vida con él algo se apagó en ella, pero ante la sociedad era bien vista por ser una madre y esposa totalmente dedicada al hogar.
María recuerda como su padre anulaba a su madre cada vez que ella decidía algo sin la autorización de él. María ama a su padre inmensamente, pero aprendió que el amor no tiene nada que ver con la distancia, que a veces debes ponerla a la gente que te hace daño. Ella rompió con la violencia divorciándose de Manuel, el padre de sus hijos, al ver que la historia se repetía una vez más, para María no fue fácil, fue juzgada y señalada por “dejar a sus hijos sin un padre”.
Esta creencia machista, donde como madre debes de aguantar lo que sea por tus hijos, sin tomar en cuenta el daño que hace el padre. La mamá de María hizo todo para que ese divorcio no se llevara a cabo aún sabiendo que su yerno, le era infiel a su hija y peor aún ejercía violencia sexual y psicológica hacía ella, pero solo le respondía a su hija, “así es él, los hombres no van a cambiar”. Con todo en contra pero mucho que ganar, comenzó a ir a terapia, se independizó y ahora vive con sus hijos en una casa que ella sostiene, dice que es la mejor decisión que pudo haber tomado, aunque Manuel solo le de una pensión de tres mil pesos al mes.
La ropa que le compra a los niños no permite que se quede en casa de María, solo la ocupa para que se la pongan los niños cuando están con él, dos veces al mes, y por supuesto la dejan muy rápido, Manuel se queja porque no les comprará tanta en tan poco tiempo, pero dejárselas a los niños como cualquier ser humano que hace uso de sus pertenencias, en la mente de él es ayudar a María, acción que no tolera ni él ni muchos hombres que actúan de la misma forma.
Los micro y macro machismos
Carolina, tiene 50 años, nunca tuvo hijos, creció en una familia llena de mujeres, su padre estuvo ausente desde el embarazo de su madre, jamás lo conoció, el ejemplo que tuvo fue de que las mujeres solas pueden y salen adelante, pero también se desenvolvió en una sociedad que la invitaba continuamente a repetir micro y macro machismos que no identificó hasta muchos años después.
A veces no basta con lo que vemos en casa, lo que existe afuera también nos determina. Al principio llegó a ser raro, comenta Carolina, cuando habla de todo lo que comenzó a hacer para ir erradicando en su vida el machismo. A la fecha sus parejas la siguen tachando de exagerada, cada vez que pide que no le digan qué hacer, o ella afirma que sí puede con “labores de hombres”, como la misma sociedad ha nombrado, muchas veces se burlan de ella sus propias amigas por querer utilizar un lenguaje incluyente, y ya perdió la cuenta de todas las ocasiones que le dijeron que es una “mal cogida” sobre todo por parte de hombres y las parejas que ha tenido, a lo que ella siempre piensa, el insulto debería de ser para ellos, pero en esta sociedad hasta las fallas de ellos terminan adjudicándoselas a ellas, trata día con día no engancharse y practicar la sororidad y empatía con todas las mujeres posibles, bien dicen que llegará el momento de cada una, mientras, se prepara, lee, ve por su salud mental y cura todo aquello que en el pasado hizo y sin saber lastimó su propio ser y el de alguien más.
Violencia digital
Gisela, tiene 19 años, cursa sexto de preparatoria y en la nueva modalidad de clases online. Su maestro de derecho se ha vuelto más agresivo, argumenta que es la única forma en que ellos pongan atención y crezcan, sin dejar a un lado que constantemente denigra los movimientos feministas tachándolos de radicales y violentos.
Gisela trata de no discutir con él ya que su calificación puede verse afectada, comenta que extraña ir a la escuela y ver a sus amigos y amigas pero también se siente tranquila, pues él no salir de casa hace que sienta ansiedad por el simple hecho de llevar un escote y todos la miren lascivamente para terminar sintiéndose culpable, su mamá y papá le insisten que no lo haga pues solo provoca que algo le pueda suceder. Ella quiere salir y liberarse, pero su padre la hace sentir insegura cada que en alguna reunión o plática comenta que las mujeres también son culpables de que los hombres las traten mal. “Ellas se dejan, si no les gusta que se vayan, pero ahí siguen”, llega a decir. Gisela sabe que con esa mentalidad de sus padres será difícil recibir apoyo de ellos el día que le suceda algo, por eso trata de ser más precavida.
90% de las mujeres han sido acosadas
Si hacemos una encuesta entre conocidas y amigas, el noventa por ciento han sido acosadas de una u otra forma, muchas de ellas por sus mismo familiares, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), las mujeres con mayor propensión a experimentar violencia por cualquier agresor a lo largo de la vida son aquellas que residen en áreas urbanas (69.3%), de edades entre 25 y 34 años (70.1%), con nivel de escolaridad superior (72.6%) o bien no pertenecen a un hogar indígena (66.8 por ciento). En las averiguaciones previas iniciadas y/o carpetas de investigación abiertas, los principales delitos cometidos en contra de las mujeres son los relacionados con el abuso sexual (42.6%) y la violación (37.8 por ciento).
La extensión de la violencia también se puede abordar, además de por su naturaleza , en función de los ámbitos o espacios sociales en los que ocurre (escolar, laboral, comunitario, familiar o pareja). Los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los HOGARES, (ENDIREH) indican que, 66 de cada 100 mujeres que viven en el país han sufrido a lo largo de la vida, al menos un incidente de violencia de cualquier tipo. El 53.1% de las mujeres de 15 años y más han sufrido al menos un incidente de violencia por parte de otros agresores distintos a la pareja a lo largo de la vida y el 43.9% han sufrido violencia por parte de la pareja actual o última a lo largo de su relación.
Todas hemos sido, Erika, Angélica, María, Carolina o Gisela, en algún momento, tal vez por ahora ni cuenta nos hemos dado y seguramente lo negaremos, tampoco pasa nada, sin duda lleva tiempo atreverse a hacer todo eso que por siglos nos han negado y nos han dicho que está mal, no todas tenemos los mismos recursos ni oportunidades para llegar a ese camino, yo solo quisiera invitar a las lectoras a hacer de este año, un año de reflexión, sororidad y empatía, comenzar a quitarnos ideas que nos han tatuado como “que la peor enemiga de una mujer es otra mujer” o “calladita te ves más bonita” “pareces nena”, algo mínimo, pero por algo se comienza.
Si eres testigo de que alguna mujer sufre violencia del tipo que sea, antes de juzgarla y culparla, encuentra la forma de ayudarla, a veces el simple hecho de escuchar y abrazar sana, dejemos de utilizar adjetivos como “puta” “ofrecida” “lagartona” “aprovechada”. No por ser mujeres tenemos que ser amigas forzosamente o caernos bien, pero sí creo que el no atacar a otra persona de tu mismo género ayudará a que ya no te ataquen a ti.
Que este 2021 venga con mucho color morado y sororidad, las mujeres que luchan en algún punto, se juntan.
Estefanía Quartino es periodista, comunicóloga, co- conductora de Fórmula DDN, feminista, amante de los animales.