La trata de personas con fines de explotación sexual surge y se retroalimenta de entornos donde prevalecen condiciones de desigualdad entre los géneros o, para decirlo coloquialmente, de machismo.

En este artículo nos gustaría centrarnos en algunas propuestas para la política pública, a partir de considerar la perspectiva de género con enfoque en masculinidades, así como las investigaciones que ha realizado GENDES .

Sin embargo, si aceptamos que el género es transversal -en una acepción amplia, incluye el análisis del impacto diferenciado en mujeres y hombres de las políticas y acciones de gobierno-, también es posible que la trata de personas con fines de explotación laboral se alimente de imaginarios como el relacionado con el papel del hombre como proveedor, lo que los llevaría a ponerse en condiciones de riesgo debido a la necesidad de cumplir con ese rol, tal como lo podemos observar en los hombres que migran en rutas cada vez más peligrosas o que son sometidos a trabajos forzados por parte de bandas delincuenciales.

Ante este panorama, las políticas públicas en materia de prevención de trata de personas deben estar articuladas con las políticas en materia de igualdad de género, de manera que se realicen acciones dirigidas a modificar los entornos machistas y a promover modelos constructivos sobre cómo ser hombres, con el propósito de conformar una cultura de género de los varones basada en la igualdad, el respeto y las relaciones nutricias.

PEDAGOGÍA SOCIAL

En segundo lugar, existe una “pedagogía social” del sexo sumamente efectiva: desde temprana edad se “enseña” a los hombres la cosificación del cuerpo femenino y la necesidad de acallar las emociones y sensaciones propias en aras del cumplimiento de un rol social impuesto desde la masculinidad hegemónica, que consiste en que a lo largo de la vida los hombres demuestren una supuesta virilidad.

En este tipo de “pedagogía” se disocia la experiencia sexual de las emociones, el placer se coloca en la genitalidad y la vivencia sexual de la pareja se vuelve irrelevante. Es interesante que cuando se pregunta a hombres que se aproximaron a la sexualidad a partir de la realización de algún consumo sexual –inducido por algún adulto hombre- la experiencia se califica como insatisfactoria; es como si la construcción patriarcal prometiera a los hombres que a través del sometimiento y la penetración de los cuerpos ellos se sentirán realizados, pero una vez consumada, la experiencia resulta una quimera, derivando en frustraciones, disfunciones sexuales y baja autoestima.

Pese a que la educación básica incluye materias de sexualidad, normalmente se abordan desde un punto de vista biológico, pero no desde la promoción de los derechos sexuales y reproductivos, pues ello implicaría diseñar medidas que –considerando las diversas etapas de desarrollo de niños, niñas y adolescentes- reconozcan la libertad de tomar decisiones conscientes y responsables, brinden la información, la educación y los servicios que aseguren el ejercicio sano, responsable y seguro de la sexualidad y permitan alcanzar elevados niveles de salud sexual y reproductiva. En este sentido, la educación en sexualidad que se impulse desde la política pública desde preescolar hasta secundaria debe incluir la construcción de sexualidades masculinas integrales, respetuosas e igualitarias, pues ello podría contribuir, también, a prevenir consumo y explotación sexual.

CONSTRUCCIÓN DE GÉNERO

En tercer lugar, desde una construcción de género, es decir, desde el análisis de las desigualdades creadas a partir de la diferencia sexual, se acepta que los hombres tienen una posición de privilegios sobre las mujeres; sin embargo, al afinar el análisis, se advierte que dentro de las dinámicas de socialización que se dan entre los propios hombres también existen jerarquías que colocan a diversos grupos varoniles en posición de vulneración.

Esto dificulta que los hombres se perciban como víctimas (o posibles víctimas) de trata de personas, pero también dificulta que la sociedad y los servidores públicos los visualicen como tales. Es por ello que la política pública debería visibilizar las diferentes víctimas -tanto mujeres, como hombres- de las diferentes formas de trata, a fin de establecer protocolos de detección y atención a las diversas modalidades de la trata y a las diversas víctimas potenciales.

PROSTITUCIÓN O VÍCTIMAS DE TRATA

En cuarto lugar, la prostitución y otras formas de comercio sexual se siguen percibiendo como un “trabajo”; esto implica la creencia de que las mujeres y niñas ofrecen servicios sexuales por su voluntad y, además, evitar preguntarse cuál es la condición real en que viven esas mujeres y niñas. Por ello, es recomendable que en el diseño de las campañas públicas relacionadas con la trata de personas con fines de explotación sexual deben incorporarse mensajes dirigidos a hombres, con varios fines: primero, erradicar la idea de que las mujeres que se encuentran explotadas sexualmente lo hacen “por gusto” o por iniciativa propia; segundo, concienciar que las conductas sexuales masculinas contribuyen a la explotación de niñas y mujeres; finalmente, para comprometerlos en medidas factibles y efectivas.

Finalmente, la trata de personas tiene diversas aristas que la convierten en un fenómeno muy complejo. Independientemente de las diferentes capacidades que debe fortalecer el gobierno mexicano, es importante que también se destinen mayores recursos a la investigación de los diferentes fenómenos involucrados en la trata de personas, así como establecer formas de articulación permanentes con quienes trabajan o están involucrados en el tema: las organizaciones sociales, la academia, los organismos autónomos e internacionales y la iniciativa privada.

René López Pérez Este artículo fue escrito por René López Pérez, responsable de investigación de GENDES Género y Desarrollo.

@renelo0106

@GENDESAC