Sin duda alguna estos tiempos de contingencia a causa del covid-19 nos retan e interpelan en diferentes aspectos de nuestra vida cotidiana. La petición de distanciamiento social que han solicitado las autoridades de salud con el llamado “Quédate en casa” nos ha llevado a un sector de la sociedad a replegarnos en los hogares y con ello a convivir de una manera por demás intensa con aquellos y aquellas que hemos decidido compartir la vida, los proyectos, las relaciones afectivas; a no ser que vivamos en hogares unipersonales.
El desafío en que nos encontramos, pone en cuestionamiento nuestro comportamiento y compromiso en las relaciones familiares, de pareja, en el papel que tenemos como formadores/educadores de menores de edad, entre otros roles que desempeñamos dentro de los hogares.
Se presenta como oportunidad para algunos/as que hemos tenido la posibilidad de resguardarnos, para repensar y/o deconstruir las estructuras patriarcales que están establecidas socialmente y que innegablemente se reproducen en los hogares en nuestras prácticas cotidianas, por ejemplo, en las labores domésticas: la limpieza de la casa, la preparación de alimentos, el cuidado de los y las menores de edad, de personas mayores, mascotas, entre otras muchas actividades de trabajo dentro del hogar que regularmente son poco valoradas pero de gran importancia.
Conocemos que históricamente, desde una cultura patriarcal, generalmente estas actividades de trabajo doméstico (no remunerado) como parte del espacio privado, se les ha asignado mayormente a las mujeres; así como el trabajo fuera de casa (remunerado) propio del espacio público, se les concedió a los varones en su mayoría.
El llamado de “quedarnos en casa” que se hace a todos y todas nos lleva a evidenciar el papel que tiene cada integrante de las familias y que consecuentemente produce situaciones de conflicto e incluso de violencia, ya que también salen a la luz los desencuentros, las inequidades que están presentes en nuestras relaciones, pero que ante esta situación extraordinaria se revelan.
Los cuestionamientos ante esto son múltiples y en cada hogar y familia son específicos, algunos de ellos son: ¿Qué relaciones de poder se dan dentro del hogar?
¿Hay un equitativo reparto de actividades domésticas?
¿Qué tan involucrados se encuentran todos los integrantes de las familias en las labores domésticas?
¿Qué tan afianzados están los roles y estereotipos de género en la repartición de actividades del hogar?
En los hogares en donde hay niños y niñas es propicio pensar ¿Qué tan involucrados/as estamos en las labores de crianza y en las actividades escolares que muchos niños y niñas tienen que realizar ahora en casa?
Que estos días nos sirvan para repensar los modelos de relaciones de género establecidos en los hogares, y los retos que se quedaron planteados como sociedad a partir de las manifestaciones de las mujeres del pasado mes de marzo, en donde indiscutiblemente una manera real de frenar las acciones de violencia hacia las mismas, es justo modificar las actitudes que tenemos mujeres y varones que reproducen un esquema de desigualdad en las relaciones. Deseable es que este tiempo de confinamiento sirva como oportunidad para reapropiarnos de nuestros espacios y límites personales; y en nuestras relaciones, para frenar acciones de violencia que lamentablemente se han reportado en ascenso en estos días.
No olvidemos que la manifestación de las mujeres del pasado mes nos insta a generar cambios en el espacio tanto público como privado, a hombres y mujeres. Apelemos a que estos días de contingencia nos lleven a reflexionar qué tanta violencia o equidad de género se viven en nuestros hogares y nos miremos hacia adentro de una manera profunda.
Tania Lizbeth Meléndez Elizalde
Twitter: @MelendezTania20
Socióloga, Maestra y Candidata a Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Docente en la carrera de Sociología en la FES Aragón UNAM. Líneas de investigación: Sociología de la Familia, Sociología de la Religión, Perspectiva de Género, Cambio social y cultura.