La violencia que viven las mujeres también es una pandemia, en México asesinan a diario a 10 mujeres, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y durante la emergencia sanitaria cada minuto se hicieron dos llamadas al 911. “Sobrevivir a la violencia de género” es una serie no periódica que busca reconocer el esfuerzo que hacen las mujeres por sobrevivir a todo aquello que como sociedad debemos reparar.

Las mujeres se enfrentan a la violencia de género desde muy temprana edad, no sólo en el espacio público y en el espacio familiar, también dentro de las relaciones que van construyendo con otras y otros. Esto incluye las relaciones románticas.  

Actualmente Martha tiene 24 años, pero cuando tenía 15 inició una relación con un compañero de la preparatoria, sin atisbar las terribles violencias de las que sería víctima al relacionarse con él. “No podría decir con exactitud cómo comenzó la relación violenta de la que salí, porque me costó mucho trabajo identificar que lo que estaba viviendo era violencia”, dijo la joven en entrevista para La Cadera de Eva

Martha cuenta que vivió violencia de forma constante durante los cuatro años que duró la relación. Se trataba principalmente de violencia psicológica, misma que desde entonces ha tenido repercusiones en su vida diaria. 

“Hasta el día de hoy, que estoy tomando terapia, me doy cuenta de que tuvo una incidencia tan grande en mí que hasta la fecha me cuesta trabajo reconocer logros que haya tenido, me cuesta trabajo creer que soy importante, que soy valiosa, y creo que todo se viene arrastrando desde ahí”, explica la joven.

De acuerdo con el testimonio de Martha, durante toda la relación su expareja hacía comentarios para minimizarla, cuestión que se agudizó cuando los comentarios negativos ya no sólo provenían de él, sino también de otras personas a su alrededor. Compañeros de clase y profesores hacían comentarios negativos en contra de la joven, argumentando que ella no era tan inteligente como su novio. 

En esas épocas Martha estaba atravesando diversos conflictos escolares. Se encontraba confundida por no saber cuál era su vocación y no saber qué carrera escoger. Esta situación de vulnerabilidad fue aprovechada por su ex pareja, quien en lugar de apoyarla, la hacía sentir mal y menospreciada.

“Me hacía sentir mal: me hacía sentir que yo no era capaz de hacer absolutamente nada. Incluso, cuando le llegué a contar mis planes, él me decía que no lo hiciera, porque no me iba a salir bien”, contó la joven. “Recuerdo mucho que, en una ocasión, le conté que quería estudiar publicidad (algo que él había estudiado), y me dijo ‘no, mejor estudia periodismo, porque no tienes la capacidad ni las habilidades o el conocimiento necesario para poder ser publicista’. De alguna manera siempre quería competir conmigo porque sabía que iba a ganar. No sé cómo explicarlo”, agregó.

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Según explicó Martha, la situación de violencia psicológica que atravesó durante la preparatoria la llevó a aislarse de sus amistades. De alguna forma se alejó de otras personas por estar con su novio. Algunos años después, cuando entró a la universidad, se sintió un poco más acompañada, y fue hasta entonces que identificó como violencia lo que había vivido. 

Lo que Martha vivió es una problemática que enfrentan muchas mujeres alrededor del mundo, datos de ONU Mujeres revelan que 1 de cada 3 mujeres experimentará violencia física o sexual a lo largo de su vida, principalmente perpetrada por su pareja, y de acuerdo con datos oficiales, es durante la adolescencia cuando las mujeres son más vulnerables ante la violencia en el noviazgo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que 3 de cada 10 adolescentes denuncian que sufren violencia en el noviazgo. En México, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo (ENVIN), 76% de las adolescentes de entre 15 y 17 años ha sufrido violencia psicológica, 17% ha sufrido violencia sexual y 15% violencia física.

“Ni siquiera sé qué tipo de violencia es o cómo nombrarla”

Además del daño emocional y psicológico, la relación violenta que Martha vivió con su ex le provocó daños en su salud física, ya que el joven con el que había creado un vínculo amoroso la contagió del Virus del Papiloma Humano (VPH). Para Martha no sólo fue fuerte el impacto de saberse con una Infección de Transmisión Sexual (ITS), sino el enterarse de esta manera que su novio le era infiel, ya que él era su primera y única pareja sexual y, por lo tanto, el portador de la ITS que la contagió.

“Esto ni siquiera sé qué tipo de violencia es o cómo nombrarla. Durante nuestra relación él tuvo al menos otra pareja sexual. No sé cuántas más exactamente”, contó Martha.

La desinformación y los estigmas en torno al VPH hicieron aún peor la situación por la que estaba atravesando. “Me sentía juzgada. Me sentía señalada. Yo tenía diecisiete años [...] Incluso, los médicos me hacían sentir culpable de lo que me había pasado”, cuenta la joven.

Cuando Martha confrontó a su ex pareja sobre el VPH, él la responsabilizó por completo de la situación, insinuándole que había sido ella quien había tenido relaciones sexuales con otras personas. Desde ese momento, Martha reconoció con más claridad sus ganas de terminar la relación, pero la ruptura llegó tiempo después.

“Nunca me sentí apoyada. Siento que me utilizó como un objeto y que luego me botó, porque cuando le conté todo esto, me hizo sentir como si estuviera loca o como si lo que me pasó fuera menor o hubiera sido mi culpa únicamente. Me sentía abandonada, sola y angustiada”, relató Martha.
 

Debido a su situación de salud, Martha se vio obligada a hablar sobre el asunto con sus padres, ya que le hicieron una electrocirugía para prevenir el cáncer de cérvix. Fue su madre quien atravesó todo el proceso de recuperación con ella. 

"Yo esperaba que al menos me llamara para preguntarme cómo estaba, pero no lo hizo [...] Fue como un cubetazo de agua fría, darme cuenta de que yo realmente nunca le importé”, dijo Martha. “La pasé muy mal. Lo que más me dolió es darme cuenta de que nunca le interesé, que nunca sintió amor por mí”, agregó.

Martha intentó terminar la relación en varias ocasiones, pero él siempre lloraba y la chantajeaba. Cuando la joven entró a la universidad (tras un par de intentos de acreditar el examen de admisión), comenzó a poner límites a la violencia de su pareja, quien llegó a exigirle fijar horarios para verlo y continuó minimizando el esfuerzo que ella hacía como estudiante: 

“Fue la primera vez que dije ‘ya basta, déjame disfrutar que aprobé el examen’”, enfatizó. “Ya de últimas lo terminé por Whatsapp, porque siempre en persona me hacía lo mismo”, agregó. 

Para Martha terminar con la relación resultó ser de gran alivio; por fin, después de varios años se sentía libre: 

“Creo que la ruptura de la relación se dió desde antes. Entonces, cuando terminamos no tienes idea de lo libre y feliz que me sentí de ya no tener que verle la cara, no tener que responder sus mensajes, no tener que dar explicaciones ni justificar nada”, dijo.

“Hasta la fecha creo que no pude haber tomado una mejor decisión que haber terminado esa relación. Es el acto más valiente que he hecho en toda mi vida, terminar algo que me estaba lastimando”, agregó.

Durante la relación, Martha no tuvo ningún tipo de apoyo psicológico y le fue muy difícil identificar que estaba siendo violentada. De acuerdo con su testimonio, se aisló tanto que no tenía con quién hablar.

“Antes ni siquiera podía nombrarlo, no podía decir que lo que había vivido era violencia. Para eso me ha ayudado la terapia, para poder nombrarlo”, afirmó.

En la actualidad, Martha confiesa estar lidiando con las secuelas emocionales de la violencia de pareja, especialmente con la inseguridad, la ansiedad y el miedo.

“Si me siento insegura y si me siento menos ahora, fue porque alguien me hizo creer eso. Fue porque alguien me metió esa idea tanto que lo creí, y ahora que estoy intentando salir de eso me está costando trabajo. Estoy teniendo una conexión y una conversación conmigo misma que jamás había tenido”, enfatizó.

Martha afirma que otra forma en la que la relación violenta la afectó fue respecto a sus habilidades sociales, ya que hasta la fecha le cuesta trabajo mantener relaciones duraderas con amigos y amigas. 

“A mi yo del pasado le diría muchas cosas, pero principalmente le daría un abrazo y le diría que no está sola, que es muy valiosa y que ninguna persona puede llegar a pisotearla así como así, que va a lograr cosas, que evidentemente se va a tropezar y va a poder seguir [...] Que lejos de todos los comentarios que pudieron hacer sobre Martha, es una persona inteligente, es una persona que tiene un gran corazón y que realmente no cualquier persona lo merece. Le diría que ha tenido tropiezos, pero que esos tropiezos no han sido su culpa. Le diría que disfrute más las cosas, que disfrute aprender sobre ella y aprender sobre el mundo y que no se compare”, concluyó Martha.

Las secuelas emocionales de estar en una relación violenta 

Los problemas psicológicos que enfrentan las mujeres al estar en una relación violenta no terminan con la ruptura de la relación. Tras salir del vínculo romántico, las mujeres deben luchar por recuperar su autoestima y bienestar emocional, ya que las secuelas de la violencia afectan muchas áreas de su vida diaria. 

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Según el artículo Consecuencias psicológicas en víctimas de violencia de pareja, publicado en la revista Educa UMCH. Revista sobre Educacio´n y Sociedad, las mujeres que denuncian maltrato por parte de sus parejas presentan síntomas de depresión, obsesión-compulsión, ansiedad y somatización. 

Por otra parte, el artículo Consecuencias psicológicas del maltrato doméstico en las mujeres y en sus hijos e hijas, escrito por la Doctora Irene Zubizarreta Anguera, señala que la principal forma de violencia que enfrentan las mujeres es la violencia psicológica o emocional y que son las parejas o esposos los principales agresores. 

De acuerdo con Zubizarreta, las consecuencias psicológicas del maltrato doméstico son la ansiedad, la depresión, pérdida de autoestima, sentimientos de culpa, aislamiento social, trastornos psicosomáticos y trastornos sexuales. 

“Esta sintomatología provoca una sensación de pérdida de control y causa problemas de inadaptación a la vida cotidiana”, afirma la especialista. “Se han detectado algunos factores que están relacionados con el nivel de gravedad de los síntomas. El hecho de haber sufrido agresiones sexuales dentro del matrimonio, la ausencia de denuncia y la falta de apoyo social y familiar están asociadas con un mayor impacto psicológico”, señala la Doctora Irene Zubizarreta.

“No podía entender qué había hecho yo como para que él me hiciera eso”

Otro caso es el de Karla Pérez, de 24 años de edad. En abril de 2017 inició una relación con un hombre cuatro años mayor que ella, a quien conoció en el trabajo. 

“Sufrí violencia psicológica y emocional a través de comentarios que invalidaban mis emociones o comentarios respecto a cómo él me trataba o se comportaba. Cuando llevábamos alrededor de año y medio hubo agresión física durante una pelea con sus amigos y después de haber terminado la relación hubo igualmente agresiones físicas en mi casa, en la calle y en su casa”, contó Karla en entrevista para La Cadera de Eva.

Tras más de año y medio lidiando con la violencia psicológica, emocional y física, Karla decidió terminar con la relación al descubrir que su pareja le era infiel. 

“El día que decidí terminar con él estábamos en mi casa viendo películas. Después tuvimos relaciones sexuales, pero yo no sentía nada, ni físicamente ni emocionalmente. Al terminar, cuando él estaba pidiendo su Uber, entró al baño y le llegaron unos mensajes de una chica con la que se llevaba muy pesado en su trabajo. Abrí la conversación y comprobé lo que siempre supe y que no era nuevo: me engañaba con toda chica que podía. Ahí decidí que eso no era para mí, que ya no podía más”, dijo Karla.

Para la joven, lo más difícil de terminar con la relación fue caer en cuenta de que una persona con la que había compartido tantos momentos íntimos y emocionalmente importantes, había sido capaz de hacerle tanto daño. Según el testimonio de Karla, su ex pareja, además de agredir verbal y físicamente, intentó secuestrarla. 

Al alzar la voz y denunciar las violencias de las que era víctima se enfrentó al rechazo y la humillación por parte de personas que ella consideraba cercanas:

“No podía entender qué había hecho yo como para que él me hiciera eso, y que su familia, que siempre me había apoyado, también me humillara por intentar defenderme y decir la verdad”.

Karla relata que, tras la ruptura de la relación, lo más difícil fue recuperar el amor propio y perder el miedo a salir a la calle:  

“Lo más difícil era salir a la calle, porque sentía que él podía estar ahí para acosarme o volver a hacerme daño. También era difícil ver a nuestros amigos en común (a los que hasta mucho tiempo después les conté lo que pasó) y estar en redes sociales, porque él creaba perfiles falsos para acosarme y para propagar rumores sexuales sobre mí”, contó Karla.

“Pero lo más difícil fue volver a quererme, volver a sentir que era una persona que tenía valor, que merecía respeto, amor, buenos tratos y entender que lo que me había pasado no era mi culpa y que la vida no se iba a detener por ello”, enfatizó.

“Si pudiera decirle algo a la Karla de ese entonces, le diría: ¡corre! Vete a la primera señal de violencia (aunque no sea contra ti). No vuelvas por más que ‘ames’ a esa persona. No tengas miedo de denunciar, de contar tu historia por el qué dirán. Vales más que todo esto”, concluyó Karla.

Salir de una relación violenta, 77.9% de las mujeres declaran enfrentar baja autoestima

De acuerdo con una sondeo realizado por La Cadera de Eva, en el que participaron 148 mujeres que respondieron un cuestionario difundido a través de redes sociales, el 58.8% de las mujeres han estado en una relación violenta al menos una vez durante toda su vida, el 20.3% de las mujeres declaró haber estado en más de una relación violenta y el 13.5% dijeron no estar seguras de haber estado en una relación violenta. 

El 74.3% de las mujeres dijeron relacionarse sexo-afectivamente solo con hombres, 22.3% se relaciona tanto con hombres como mujeres y sólo el 3.4% de las encuestadas se relaciona únicamente con mujeres. 

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De acuerdo con los datos recabados, las mujeres enfrentan la violencia de pareja a temprana edad, ya que el 40.5% de las mujeres dijeron que estuvieron en una relación violenta entre los 15 y los 18 años de edad, y el 35.1% de las mujeres dijo haber enfrentado una relación violenta entre los 18 y los 25 años de edad. 

Las mujeres encuestadas declararon  haber sufrido principalmente violencia psicológica (83.9%), seguido de violencia sexual (45.3%) y violencia física (36.5%). En el 42.1% de los casos, la relación duró entre uno y tres años. El 53.8% de las mujeres encuestadas afirmó que fueron ellas quienes tomaron la decisión de terminar con la relación, mientras que en el 30.3% de los casos fue la pareja quien terminó la relación. 

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Las mujeres declaran que estar en una relación violenta afectó principalmente las actividades que realizan por placer o entretenimiento, su relación con amigos y amigas, su entorno familiar y su entorno escolar. 

Respecto a las secuelas de estar en una relación violenta, el 78.4% de las mujeres señaló presentar problemas de baja autoestima, seguido por problemas de ansiedad en el 75% de los casos. El 70.3% de las encuestadas declaró enfrentar sentimientos de culpa y el 62.2% de las mujeres señaló tener falta de confianza en sí misma para realizar actividades cotidianas. 

El 53.4% de las mujeres señaló que fueron sus amigas el principal apoyo que tuvieron para salir de la relación violenta. El 33.8% señaló que fue su familia quien las apoyó para salir de la violencia. Tras salir de la relación sólo el 33.9% de las mujeres recibió acompañamiento psicoterapéutico, y sólo en el 8.8% de los casos las mujeres presentaron denuncias contra sus agresores. 

“Siempre habrá una parte de todo esto que se va a quedar contigo”

Sandra tiene 24 años de edad.En 2017 inició una relación afectiva con un joven que conoció por tener amigos en común. Durante esta relación, Sandra padeció violencia psicológica, violencia física y violencia sexual.

“Entre que estábamos saliendo y todo, yo creo que duró como dos años, y no fue una relación violenta desde el inicio, más bien, fue como a partir de de los 6 meses que se empezó a poner violenta”, cuenta Sandra. Según señaló la entrevistada, la violencia fue apareciendo gradualmente, hasta que, en uno de los actos de violencia más graves, su expareja intentó asfixiarla. 

“Siento que hubo mucha manipulación en el sentido de que yo no podía estar sola con mis amigos. Así fue cuando empezó todo, o sea, él siempre estaba conmigo, él siempre iba por mí a mis clases, él siempre iba por mí a todos lados. Me acompañaba a todos lados, y yo decía ‘ay, qué bonito’, pero me fui dando cuenta de que poco a poco hizo que yo estuviera demasiado tiempo con él y me alejó muchísimo de mis amigos, al grado que ya no estaba ni con mis amigos ni tenía espacio para mí misma”, relata Sandra.
 

Para Sandra, salir de la relación fue complicado. Ella sentía que, aunque su pareja no se lo dijera como tal, ella no podía irse de su lado, hasta que un buen día logró salir del entorno violento:

“Un día él inició una discusión y me empezó a hacer la ley del hielo. En ese momento yo me desesperé mucho. Me dio mucha ansiedad porque no puedes estar con una persona dos o tres horas frente a frente sin que te hable. Me enojó mucho, tuve un ataque de ansiedad y me dijo ‘ya ves, no puedes estar con nadie si no te quieres a ti misma’. Entonces yo dije ‘es mi momento’, y le respondí ‘tienes toda la razón. No me quiero y no puedo estar contigo’. Me di la vuelta y agarré mis cosas para irme”

Para Sandra, lo más difícil de enfrentar la ruptura fue darse cuenta de que gran parte de la relación no había sido amor, sino más bien una idea que ella misma había fabricado sobre su ex pareja. “Lo más difícil fue darme cuenta de que todo lo que él me hizo estuvo mal y afrontar que siempre habrá una parte de todo eso que se va a quedar contigo”, enfatizó.

Por otra parte, señaló que reconocerse como una mujer que había sido violentada fue especialmente complicado porque se siente débil y juzgada. “En ese punto también entra el decírselo a mi mamá, porque me dolía mucho. Pensé que se iba a decepcionar de mí, cosa que obvio no sucedió”, cuenta Sandra. 

La joven contó que una de las secuelas de la relación violenta que vivió es el miedo a establecer una relación con alguien más, por temor a que pueda convertirse en una relación violenta. Además, cuenta que esa relación provocó que perdiera las ganas de asistir a clases de ballet, una actividad que ella disfrutaba mucho en el pasado:

“Él me acompañaba a mis clases: yo me sentía muy invadida. Como que los malos recuerdos me invadieron en todos lados, y perdí muchísimo las ganas de ir a mis clases hasta la fecha. El hecho de perder las ganas significa muchísimo para mí, porque hasta el momento no puedo recuperarlas al 100%”, cuenta Sandra.

“A mi yo del pasado le diría que no es necesario tener una relación, que estar en una relación no te define como persona y mucho menos te define como persona el hecho de haber sido víctima de violencia. Lo que te define es cómo te enfrentas a este tipo de situaciones. No eres culpable de nada de lo que te sucedió y al contrario, la persona que tiene el problema es esa persona que te hizo daño”, concluyó Sandra.

Las historias de Martha, Karla y Sandra son un ejemplo de cómo la violencia de género es ejercida por los hombres bajo la excusa del amor. Como ellas tres, muchas otras mujeres han logrado salir de noviazgos violentos y se han enfrentado a las secuelas psicológicas de la violencia, donde recuperar el amor propio y la confianza en sí mismas es uno de los retos más difíciles.