Leah Chase una mujer afroamericana que luchó contra la segregación racial en Nueva Orleans; no luchando con garrote en mano, sino con su comida y un restaurante que sería refugio reconfortante para los activistas que eran criminalizados en los años sesentas. Luchar por los derechos era un atentado directo contra la ley blanca y aunque Leah tenía miedo sabía bien que quería cambiar a Estados Unidos a través de un plato de gumbo, (guiso representativa de la cocina criolla que fusiona sabores afroamericanos con europeos).

Para ser pionera en cocina afroamericana y defensora de los derechos humanos, primero Leah atravesó una serie de acontecimientos que la harían notar cómo la sociedad norteamericana estaba conformada, las injusticias y una cocina hecha por y para blancos.

Nacida en 1923 en Luisiana vivió la Gran Depresión en compañía de su madre y sus diez hermanos, por ello, Leah recuerda en entrevistas, su infancia cultivando sus propios alimentos y la resiliencia de su madre. A la edad de 16 años se mudó a Nueva Orleans con la finalidad de encontrar algún empleo y paseando por las calles, encontró un restaurante que buscaba camarera; una camarera blanca que sirviera platillos en El Barrio Francés.

Los requerimientos estaban claros, sin embargo, Leah decidió entrar y pedir el empleo y para su sorpresa, fue contratada; una mujer afroamericana serviría comida francesa para los comensales blancos en uno de los restaurantes más aclamados del centro y aunque le hacía feliz poder llevar la comida a las personas también se enfrentó a una cocina excluyente y racista, señala para una entrevista de la BBC.

“Aquel puesto me permitió también entrar en contacto con la cocina profesional (…) un ambiente y nivel normalmente inaccesible para los cocineros afroamericanos, eso me abrió los ojos” 

Es más que sólo un plato de gumbo

En la película La princesa y el Sapo conocimos a Tiana, una mujer que soñaba con un gran restaurante en el centro donde todos pudieran disfrutar de su comida y del jazz; un príncipe interfiere en sus planes y la historia principesca toma el curso del amor y el anhelo. 

Por otra parte, Leah tenía muy presente la imagen de aquellos blancos del barrio francés que disfrutaban de una buena comida, un buen mantel, buenos cubiertos, buena vajilla y una buena atención; la imagen había quedado tan marcada en su vida que su mayor aspiración se convirtió en   ofrecer las mismas oportunidades y espacios para los afroamericanos de la comunidad. 

Algo que en nuestros días pudiese parecer tan simple como abrir un pequeño restaurante en algún local o en casa, en aquellos años, el racismo imperaba en el país norteamericano por lo que abrir un espacio con los mismos privilegios de los que gozaban los blancos tenía una carga de significados diferentes; era más que servir comida en un buen mantel, era un atentado directo contra el orden social. 

El barrio de Treme, un punto de encuentro de comida, jazz y arte afroamericano fue donde Leah en compañía de su esposo Dooky Jr, comenzaron a servir sandwiches y algunos platillos que ella había aprendido de su madre en 1939. El pequeño puesto se encontraba cerca de un kiosco donde se reunían jazzistas, amigos de su esposo y familiares, rápidamente el lugar comenzaría a adquirir una gran fama en todo el estado permitiéndoles abrir dos años después, el aclamado restaurante Dooky Chase. 

Una comida tradicional y el activismo de Leah por incluir a todas las comunidades en su restaurante sin miramientos, así como apoyar a los artistas afroamericanos locales le valió para convertir el Dooky Chase en uno de los sitios obligados de Nuevo Orleans. Fue así, que un plato de gumbo y pollo frito que nació desde la intimidad de su hogar y un barrio rezagado, se convirtieron en los favoritos de Michael Jackson, Ray Charles y Barack Obama quienes sin falta, acudían a platicar con Leah y disfrutar de un buen jazz. 

El Dooky Chase no sólo es la representación del sueño cumplido de un restaurante, sino en una lucha contra la segregación racial, identidad y amor.

Leah Chase comenzó a publicar libros con sus recetas y grandes secretos, pues lo consideraba, una manera de devolverle a la sociedad todo lo que había hecho por ella. Asimismo, en compañía de su esposo crearon una fundación para apoyar a las comunidades afroamericanas de Nueva Orleans e impulsar proyectos educativos; retirarse no estaba en sus planes y pasaba las tardes en su restaurante vigilando, sentada en la cocina e incluso, preparando sus platillos favoritos. En 2019, a la edad de 96 años, Leah fallece dejando un legado de arte, comida, tradición y lucha.

Finalmente, sólo queda recordarla a través de su frase favorita y sello distintivo de sus recetas: “nunca dejes de soñar”