¿Cómo sé si estoy haciendo lo correcto? Era la pregunta que me perseguía constantemente. Incluso en el círculo de mujeres, dinámica mensual en al que nos reunimos a meditar y hablar, le pregunté a la abuelita (la guía del grupo) ¿cuándo se sabe si se está tomando la decisión correcta? Pregunta que le tomó unos segundos en responder, acompañada de un gesto de ternura en el que me sentí como ingenua -pues nunca se sabe si se está tomando la decisión correcta hasta que se toma, me contestó. -Es como lanzarte en un paracaídas y durante el viaje sabrás si valió la pena haberte aventado o no.

Me quedé igual. Yo esperaba que me diera una opción como “córtalo, termínalo ya, o aguántate el amor es sufrimiento y debes estar ahí”, cualquier respuesta, menos esa “antes de tomar una decisión nunca se sabe si es la correcta”.

La duda sobre mi relación empezó a los dos años de estar con él, cuando “mi novio” no me presentaba a su familia, el argumento era que no queríamos caer en convencionalismos. Me creí el cuento de que debíamos hacer las cosas diferentes, pero en el fondo quería hacer de nuestra relación un cuento de hadas, como nos la contó Walt Disney; o las telenovelas de Televisa, las que vi con mi abuelita por las noches. “Así te va a llegar el amor, me decía mi abuelita”. Eso se quedó en mi inconsciente.

A los dos años decidí separarme porque no me presentaba a su familia y salí con otro chico con el que solo duré un año, porque regresó mi exnovio, el rockero y me dijo “quiero todo contigo, una vida convencional, estoy dispuesto a vivirla”, le creí y regresé.

Y así se fueron acumulando los años, pasó un año en el que viví seis meses fuera del país y al regresar yo pensé que viviríamos juntos, pero no fue así, porque él me decía que necesitábamos más tiempo, para pensar, para construir, para vivir solos, bueno, le seguí creyendo. 

Siguieron pasando los años, tres, cuatro, cinco, seis, y seguía esperando. -¡Oye, ¿pero tú si piensas en mí?, ¿te ves conmigo! A lo que me respondía -otra vez vas a empezar. Él se aburría de escuchar emociones.

Las dudas aparecían constantemente, conocía a chicos, me emocionaba, pero los comparaba con él, un melómano e intelectual; me decía a mí misma, “podrían hacerme sentir viva” pero no tienen una forma “no convencional” de vivir la vida, cuentos y cuentos que me conté y creí.

Hasta buscaba test en Internet sobre “cómo saber si debo cortar con mi novio”, “cómo saber si nos seguimos amando”, los leía hasta la mitad porque no sabía que responder a esas preguntas, las cuales también externaba en pláticas con amigas o amigos, las cuales no tenían respuestas más que sugerencias confusas “es lo que tú busques y quieras” pero ¡no sabía lo que yo quería! 

¿Qué era lo que yo quería? Creo que la duda para permanecer en una relación es porque muchas veces hemos ocultado esa vocecita sabia que nos dice lo que nos molesta, gusta e incomoda. ¿Cómo saber si cortar o no? ¿Si nos conviene o no? Pues les puedo contar que durante esos siete años me la pasé en terapia para resolver muchos asuntos, pero el principal era saber si cortaba o no a mi novio.

Fue hasta que en una charla con una amiga me dijo “que ames a alguien no significa que debe ser tu novio, puede estar cerca de tu vida, pero de otra forma”. Esas palabras se metieron por mis oídos, retumbaron en mi corazón y alinearon mis pensamientos. 

Además del consejo que me dio, me sugirió “debes conectarte desde los plugs indicados”. -¿Cómo de los plugs indicados?, le pregunté. Era darme cuenta desde donde me estaba conectando con él, que era desde la soledad, la falta de reconocimiento y el goce intelectual. Aunque, el último plug es válido para estar en una relación, me faltaban otros.

Al reconocer lo que necesitaba que era una relación “convencional” pude saber que sí debía cortar con él sin necesidad de que me lo resolviera un test de internet. Así que si tú también estás buscando una respuesta sobre cortar o no a tu pareja, te pido una disculpa por darte la respuesta que odie por años “todo depende de lo que tú quieras”.