“Si te operas, mal. Si eres fea, peor. Y si no te maquilla no eres competente”. La belleza y el cuidado de la piel se convirtió en una de la industrias más grandes a nivel mundial, para 2020 se proyectó que la venta de cosméticos y perfumería fuera de 675 billones de dólares, pero esta industria no es nueva. La redes sociales incrementaron los ideales de belleza y han servido para conectar con más consumidores de la industria al paso de los años, según la Revista Forbes. 

“[Las mujeres] no pueden evitar que esta sensación de falta de libertad emerja de la consciencia como un problema que tiene que ver con asuntos aparentemente frívolos. [...] preocupaciones tan triviales como la apariencia física, el cuerpo, el rostro, el cabello y la ropa”. 

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En 1990, Naomi Wolf escribió El mito de la belleza y criticó el poder y presión social que las mujeres viven para adoptar los estándares poco realistas de belleza física debido a comerciales y medios masivos de comunicación. Estos parámetros orillaron a las mujeres a adoptar comportamientos que ponían en riesgo su salud, como dietas o cirugías plásticas,  para alcanzar una apariencia.  

“Entre más obstáculos materiales y legales son superados por las mujeres, más nos pesan imágenes de belleza inflexibles y crueles”.

Wolf aseguró que las mujeres estaban sometidas bajo cinco áreas principales para alcanzar los estándares: trabajo, religión, sexo, violencia y hambre. También criticó que las mujeres comenzaron a darle un gran peso a grandes sacrificios financieros y físicos para alcanzar los objetivos sociales establecidos. 

“Al tiempo que las mujeres lograron traspasar la barrera de la estructura de poder, los desórdenes alimentarios se multiplicaron y la cirugía plástica se volvió la especialidad médica de más rápido crecimiento”. 

En 2018, México continuaba siendo uno de los primeros cinco países con mayor práctica de cirugía plástica; siendo el aumento de pecho la cirugía más popular, y, siguiendo la liposucción, según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética. 

“Estamos en medio de un violento contragolpe en contra del feminismo que usa imágenes de belleza femenina como arma política contra el avance de las mujeres: el mito de la belleza".

Wolf describió que el mito de la belleza es milenario y que ha cambiado históricamente según las representaciones sociales. Por ejemplo, Ishtar representó el divino útero o en la tribu nigeriana wodaabe la mujer tenía poder económico y el hombre belleza. 

“A ella le pertenece todo lo que es bello, hasta la misma palabra “belleza” le pertenece...es una muñeca...y estoy harta de esa farsa”, dijo Germaine Creer en la segunda ola feminista. 

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“El mito de las mujeres no habla para nada de las mujeres. Habla de las instituciones de los hombres y de su poder institucional”.

Wolf explica que mientras las mujeres centran su atención en su aspecto físico, su foco en la igualdad de derecho toma una menor prioridad; pero según la Universidad del Oeste de Inglaterra, el 16 por ciento de las mujeres, en España (2020) sacrificaría un año de su vida por estar delgadas. Sin embargo, desde 2015, los productos antienvejecimiento bajaron por primera vez en muchos años, debida la nueva filosofía de aceptación de los millennials para combatir los paradigmas de la industria, según la revista Forbes.

“¿Por qué el orden social siente esa necesidad de defenderse, evadiendo a las mujeres auténticas, nuestro rostros, voces y cuerpo, y reproduciendo el significado de la mujer a estas imágenes de la “ belleza” formuladas y reproducidas interminablemente?”

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La belleza o mejor dicho la normativa estética se puede ver como un culto con innumerables devotas, enfocado durante años al esfuerzo y sacrificio; y, a pesar de los movimientos anti-gordofobia, body positive o amor propio algunas metas continúan siendo alcanzar un estándar de belleza físico establecido por una persona externa, explicó la escritora Mónica Pérez de las Heras a El País. 

“Para liberarnos del peso muerto que una vez más se ha hecho de la feminidad, lo primero que necesitamos las mujeres, no son ni votos ni manifestantes ni pancartas sino una nueva forma de ver-se”.