Internet se ha convertido en una vía perfecta y veloz para lucrar con el cuerpo y la intimidad de las mujeres; a través de las redes sociales los cibercriminales generan una red de explotación sexual, incluso sin retenerlas físicamente. 

La trata de personas a evolucionado a las plataformas en línea. Aunque en México aún no hay estadísticas específicas al respecto, según Inegi al menos de julio 2018 a agosto 2019, 9,4 millones de mujeres de entre 12 y 29 años sufrieron algún tipo ciberacoso.

El testimonio de una mujer relata para Lado B que conoció a un chico a través de internet. Después de un tiempo se volvió su novio virtual, y durante tres meses solo tuvo interacción con él a través de redes sociales. En ese lapso, él logró ganarse su confianza y le solicitó fotografías de contenido íntimo.

Inmediatamente después de mandarlas, él la sextorsionó y le pidió un depósito a una cuenta de Oxxo (que no necesitan tener registro ni nombre de quien las solicita para usarse). Tania decidió depositarle pensando que con eso acabaría el conflicto; sin embargo, a lo largo de seis meses, él continuó con las amenazas, generando en ella  terror psicológico y recibiendo por su extorsión unos 10.000 pesos mexicanos. 

Lamentablemente, ella no fue la única víctima de este modus operandi. Varias chicas de la misma universidad a la que la mujer del testimonio asistía también fueron extorsionadas de esa manera. Y aunque muchas pagaron bajo amenaza, estas imágenes terminaron en recopilaciones (packs) que se vendieron a través de internet.

Y si una de las chicas lograba contactar a los administradores del sitio para que bajaran sus fotos, les decían que lo harían solo a cambio de que ellas les proporcionaran fotografías o videos de otra chica.

REDES DE EXPLOTACIÓN A DISTANCIA 

Diversas investigaciones revelan cómo la tecnología también se usa para facilitar la captación de mujeres y niñas, a través del enganche por enamoramiento en redes sociales o con ofertas de trabajo falsas, para después trasladarlas de su lugar de origen al lugar donde serán explotadas sexualmente.

Sin embargo, es importante destacar que el impacto de la tecnología en este delito también ha permitido la existencia de nuevas formas y medios de cometerlo (como las sextorsiones o la venta de “packs”), de las cuales hay poca investigación y datos oficiales por parte de las autoridades, lo que dificulta su atención y prevención, a pesar que su existencia se ha señalado desde hace varios años principalmente por parte de las organizaciones no gubernamentales.

En México, la investigación de esta modalidad de trata, y en general de la violencia digital de género, la han llevado a cabo las organizaciones feministas, quienes nombran a la difusión y venta de contenido íntimo de mujeres en internet como trata virtual. 

De acuerdo con la investigación ‘La violencia en línea contra las mujeres en México’, realizada por la organización Luchadoras MX, la violencia contra las mujeres relacionada con la tecnología se refiere a:

“Los actos de violencia de género cometidos instigados o agravados, en parte o totalmente por el uso de la Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), plataformas de redes sociales y correo electrónico; y causan daño psicológico y emocional, refuerzan los prejuicios, dañan la reputación, causan pérdidas económicas y plantean barreras a la participación en la vida pública y pueden conducir a formas de violencia y otras formas de violencia física”

En esta investigación se identificó una tipología de agresiones digitales en contra de las mujeres que considera 13 tipos distintos de ataques. Uno de esos ataques se denomina abuso y explotación sexual relacionada con las tecnologías, y se define como un ejercicio de poder sobre una persona a partir de la explotación sexual de su imagen y/o cuerpo contra su voluntad.

En este tipo de agresión la tecnología es intermediaria y fundamental para llevar a cabo la explotación y puede implicar la obtención de un beneficio lucrativo o no. Por otra parte, las modalidades de ataque van desde el enganche con fines de trata, al enganche con fines de abuso sexual, o al grooming (uso de redes sociales para cultivar deliberadamente una conexión emocional con menores de edad con fines de abuso o explotación sexual).

Las tres situaciones de ciberacoso que más se experimentaron las mujeres víctimas de violencia sexual fueron: insinuaciones o propuestas sexuales con un 40,3 por ciento, contacto mediante identidades falsas con 35,3 por ciento y mensajes ofensivos en un 33,9 por ciento. Sobre los agresores, en su mayoría no fueron identificados por las víctimas (53,2 por ciento), según cifras oficiales. 

LO VIRTUAL ES REAL 

Olimpia Coral Melo, del colectivo Frente Nacional para la Sororidad y Defensoras Digitales, explica que de todas las violencias de género digitales, la trata virtual es la más grave: “Para nosotras, cuando hablamos de que lo virtual es real, nos referimos justo a que la violencia sistemática tiene una extensión en el espacio digital, y ya no es necesario tener a las mujeres, por ejemplo, encerradas en un cuarto, privadas de su libertad, explotadas sexualmente… ya no es necesario ni siquiera que las penetren para violarlas. Ya por medio de los espacios digitales lo que se tiene es una compilación de diferentes packs, videos de mujeres con fines de lucro y de explotación sexual”.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía realizó un estudio llamado Módulo sobre Ciberacoso (MOCIBA), el cual da un panorama de las conductas de ciberacoso. Dicho estudio identificó que el 24,2 por ciento de las mujeres en el país con acceso a internet y un teléfono móvil han vivido ciberacoso en un periodo de 12 meses. Los grupos de edad que lo sufrieron en un mayor porcentaje fueron de 12 a 19 años con un 32,7 por ciento y de 20 a 29 años con 36,4 por ciento.

Esto obtiene mayor relevancia ya que, de acuerdo con Olimpia Coral, el Frente Nacional para la Sororidad ha identificado, a escala nacional y de acuerdo con los casos que han atendido, que el rango de edad de la mayoría de las víctimas de explotación sexual digital (es decir, en la que hay un lucro por la imagen de su cuerpo desnudo) tiene de 14 a 22 años (aunque también consideran que puede haber víctimas de otras edades).

MODUS OPERANDI

El testimonio no es un hecho aislado, sino una metodología establecida que utilizan estos cibercriminales.

“Hay un modus operandi como en la trata que se da en el estado de Tlaxcala: enamoran a las chicas [en línea], se ganan su confianza, se hacen novios virtuales y su único objetivo es sacar contenidos íntimos de ellas para sextorsionarlas. Y ellos ganan doblemente: con el dinero de la extorsión y porque tienen packs ofertados […], ganan ellos de manera personal con todas las aportaciones que cada persona hace en internet viendo el pack de sus víctimas”, explica Olimpia Coral.

Yuteita Valeria Hoyos Ramos, integrante de la Red de Abogadas Feministas de Puebla y de la Red Nacional de Abogadas Indígenas, dice en entrevista para LADO B que en su experiencia, los casos de violencia digital relacionados con difusión de contenido íntimo son comunes y que por lo general es la pareja o la expareja quienes comparte (o amenazan con compartir) las fotos y videos. Los problemas con este tipo de casos son, en primer lugar, que cuando solo existen amenazas, no se puede denunciar.

“(Cuando solo amenazan) en este delito no podemos ni siquiera decir que hay una tentativa, solamente se puede denunciar cuando (las imágenes íntimas) ya son publicadas, compartidas o distribuidas”.

En segundo lugar, cuando las imágenes ya fueron compartidas, las cuentas que los comparten son falsas, entonces no hay forma de saber quién es la persona que ha cometido el delito.

Con información de LADO B