La Ciudad de México es el estado con más hogares que contratan trabajadoras para labores domésticas, representa el 18.4% del total de los domicilios que emplean a este sector y, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENEO), estos suman más de un millón 588 mil en todo el país.
A la Ciudad de México le siguen el Estado de México y Jalisco en la lista de los estados con una mayor cantidad de hogares que pagan por un servicio doméstico. Las personas empleadoras son principalmente 1) profesionales, técnicas y trabajadoras del arte; 2) funcionarias y directivas; y 3) comerciantes. En la mayoría de estos hogares el ingreso promedio era de $66,411 pesos, de acuerdo con la ENOE 2018, y la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH).
La Ciudad de México es también uno de los estados donde se vulneran los derechos laborales de las trabajadoras del hogar, ya que los datos de la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo (STyFE) señalan que de las 213 mil empleadas:
- 98% carecen de seguridad social.
- 75% no percibe ninguna prestación.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a nivel mundial sólo el 6% de este sector recibe protección social.
Roles de género y estereotipos en el trabajo del hogar
En marzo de 2020, antes de la COVID-19, en México había alrededor de 2 millones 390 mil personas trabajadoras del hogar. Esta cifra no solo se recuperó después de la pandemia, sino que se superó, actualmente hay más de 2.4 millones, de acuerdo con cifras de la ENOE.
Sin embargo, son mujeres quienes siguen quedando a cargo de las tareas domésticas, remuneradas y no remuneradas. Son ellas quienes representan 9 de cada 10 personas dedicadas al trabajo remunerado del hogar en México, pero además sus condiciones laborales se ven atravesadas por diversas condiciones de vulnerabilidad; de acuerdo con María Elena Esparza Guevara, presidenta de Ola Violeta AC y consejera en género del Consejo Ciudadano:
“La mayoría son de origen indígena y muchas llegan a trabajar a las ciudades sin dominar el español, lo cual las aleja aún más de la posibilidad de reportar o denunciar alguna falta contra sus derechos y afecta su autoconfianza”.
Así mismo, otro de los elementos que las vulneran es propiciado por quienes las contratan, al nombrarlas o considerarlas “como parte de la familia”. En entrevista con La cadera de Eva, Esparza Guevara menciona que detrás de esta frase está la normalización de violencias que las objetivizan e invisibilizan, “porque disfrazan de cariño y protección situaciones como ausencia de un contrato laboral que formalice sus derechos o falta de descanso porque si “son de la familia” no hay horarios”. Añade que se trata de una situación similar a la que se observa en la violencia de género: se romantiza el control, el abuso de confianza e, incluso, el maltrato.
El valor económico del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados es de más de 6.8 billones de pesos, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). De este, las mujeres aportaron un 73%. Esta situación también afecta las posibilidades de desarrollo personal y profesional de las mujeres, porque estas labores, además de no ser pagadas, “limitan el tiempo y energía disponibles para competir en posiciones de trabajo fuera del hogar, si es que así se decide. A eso se refiere el concepto piso pegajoso”, explica la consejera en género del Consejo Ciudadano.
En el trabajo remunerado del hogar, los hombres son contratados principalmente como choferes y, en segundo lugar, como vigilantes o porteros. Las mujeres, en cambio son empleadas principalmente para tareas de limpieza y, en menor medida, para cuidar a otras personas, lavar y/o planchar ropa (ENOE).
María Elena Esparza Guevara concluye que los roles y estereotipos de género determinan la desigualdad en las labores domésticas y de cuidado, no solo por ser asignadas especialmente a las mujeres, sino también porque están asociadas al mandato de ser cuidadoras:
“Cuando en una familia, a la hija se le pide que recoja el plato de su hermano o que le sirva la comida, se replican las nociones de esta división sexual del trabajo y se refuerzan los estereotipos, por eso es tan importante criar en igualdad y corresponsabilidad. En este contexto que afecta a todas y todos, las personas trabajadoras del hogar luchan por sus derechos”.