Antes de salir del metro y caminar hacia su casa, Rocío se mentaliza para afrontar la situación; guarda sus audífonos y saca las llaves, mientras camina voltea constantemente hacia atrás para verificar que nadie la siga, el miedo comienza cuando ve a un hombre caminar hacia ella y aunque sea una falsa alarma, no respira con normalidad hasta que cierra la puerta de la entrada. Rocío nunca ha sido víctima de algún abuso sexual, pero sabe que está en constante peligro cada vez que debe salir sola a la calle porque no está dispuesta a ceder su libertad por los altos índices de violencia en México.
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la violencia sexual es una de las formas de violencia más extrema que sufren las mujeres y las niñas y se define como cualquier acto sexual cometido en contra de la voluntad de otra persona, ya sea porque la víctima no otorga el consentimiento o porque el consentimiento no puede ser otorgado por razones de edad, por alguna discapacidad o por algún estado de inconsciencia.
A nivel nacional 19.2 millones de mujeres fueron sometidas en algún momento de su vida a algún tipo de intimidación, hostigamiento, acoso o abuso sexual. Por cada 9 delitos sexuales cometidos contra mujeres, hay 1 delito sexual cometido contra hombres. Asimismo, en 2018, 711 mil 226 mujeres fueron víctimas de delitos sexuales en México: 40 mil 303 sufrieron una violación sexual y 682 mil 342 mujeres fueron víctimas de hostigamiento, manoseo, exhibicionismo o intento de violación, afirma Unicef.
Si bien todas las mujeres y las niñas están expuestas al riesgo de ser víctimas de violencia sexual, este peligro converge con las diferentes características o factores contextuales como la pobreza, etnia, discapacidad, estatus migratorio, situación de desplazamiento, entre otros que aumentan su vulnerabilidad y las condiciona a enfrentar barreras adicionales para acceder a la justicia o a servicios de apoyo.
“Seguro estaba borracha”, “mira cómo iba vestida, lo estaba pidiendo”, “es que salió sola de noche”, “las mujeres dicen 'no' cuando quieren decir 'sí'”… Estas son algunas frases que constantemente cuestionan a las víctimas de abuso sexual y que, al mismo tiempo, perpetúan el pacto patriarcal entre los agresores, que son menos cuestionados que las propias víctimas.
Este tipo de cuestionamientos inundan el pensar social y aunque parezcan inofensivos tienen un gran impacto, ya que se han identificado como una violencia machista más que, desde la década de 1970, ha sido identificada como cultura de la violación.
La normalización de los abusos en la cultura de violación
La cultura de la violación es un concepto que nació en la década de 1970 por las feministas de la segunda ola en Estados Unidos para visibilizar la prevalencia de la violencia sexual contra las mujeres y la normalización social que aún existe en torno a ella. De acuerdo con la Dra. Christina Hoff Sommers, profesora de filosofía en la Universidad de Clark, en su investigación sobre la cultura de la violación en Estados Unidos, el concepto de cultura de la violación busca explicar que existen creencias, estereotipos y conductas que generan y alimentan la idea de que las mujeres y, por lo tanto, sus cuerpos, son propiedad del hombre.
Es así como la cultura de la violación está constituida por todas aquellas creencias, pensamientos, actitudes y acciones basadas en estereotipos de género (como culpar a las víctimas, relacionarlo con cómo visten o qué hacen o banalizar cuestiones como el acoso), y alimentadas a su vez por la publicidad, el cine, la música, la pornografía, la cultura, la educación o los discursos machistas, afirma la Dra. Christina Hoff Sommers.
El sistema patriarcal ha normalizado la violencia sexual y, de acuerdo con el portal especializado en violencia de género, Puedes Decir No, tanto hombres como mujeres han asumido que la agresión es inevitable, lo que facilita la cultura de la violación. Así, es común encontrarla en medios de comunicación, redes sociales, chistes, publicidad, cine, en la calle, en las noticias, en las legislaciones y en todos lados.
Algunas de las prácticas recurrentes en la cultura de la violación son el uso cotidiano del lenguaje machista, los piropos callejeros, el manoseo, el acoso sexual, la pornografía; así mismo el considerar que el hombre es violento por el simple hecho de ser hombre, lo cual justifica sus acciones es parte de la cultura de la violación ya que se hace de una conducta machista algo natural.
Por su parte, Agustina Vinagre González, doctora en Estudios de género y profesora de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), explica que la cultura de la violación se centra en dejar toda la responsabilidad en las víctimas, quienes son las que deben protegerse del hombre violador, cuya acción parece irremediable.
Cuando se habla de cultura de la violación en realidad se alude a la percepción social de las mujeres, sus roles y estereotipos, que la convierten en víctimas de violencia sexual, indica Agustina Vinagre González.
Otro de los rasgos más evidentes de la cultura de la violación es que esta violencia se encuentra normalizada y debido a ello no se toma con la importancia que debería, como lo afirma, la experta en Estudios audiovisuales desde la perspectiva de género, Sonia Herrera:
Acabamos normalizando y trivializando la violencia porque todo parece que es ficción y con esto se distorsiona la mirada y el tratamiento que se le da a las personas que han sido víctimas directas de esa violencia o sobrevivientes de la misma. Ellas deberían estar en el centro de la reflexión previa y no ser los productos mediáticos que usan como carnaza para subir los números, afirmó Sonia Herrera en entrevista para La Cadera de Eva.
¿Cómo erradicar la cultura de la violación?
Erradicar por completo esa cultura de la violación es complicado ya que es descrita como omnipresente ya que se encuentra arraigada en lo más profundo de la sociedad y de las personas, además de que se refuerza cada vez más por medio de redes sociales, medios de comunicación e incluso la nula educación sexual que aún existe. A pesar de esto, existen algunas estrategias para hacer más visibles estas violencias, como lo afirma ONU Mujeres. Algunas de ellas son:
- Nunca culpes a la víctima. Pensar que una persona fue abusada por "haber bebido", "andar en la calle", "vestirse de cierta forma" o "ir con actitud provocativa" fomenta y normaliza la cultura de la violación pues hace que el peso caiga en la víctima y no en el victimario.
- Lo contrario a la cultura de la violación es la cultura consensual. Nadie tiene derecho sobre otra persona. Es simple: el sexo, los besos, los piropos y todo lo que hay en medio debe ser consensuado.
- Evita chistes, burlas o comentarios frívolos sobre la violación. Si lo haces, le restas importancia al tema y, sobre todo, demuestra una falta de empatía hacia las víctimas, quienes pueden sufrir daños físicos y psicológicos profundos.
- No justifiques la actitud abusadora de una persona. Frases como "los hombres son hombres" o "ya sabes cómo son los hombres" refuerzan la masculinidad tóxica y les quita peso y responsabilidad sobre sus actos.
- No sigas el juego de "cosificar" a una mujer. Estamos bombardeados por imágenes de mujeres hipersexualizadas, que se vuelven "objeto" del deseo. Para las mujeres, se convierte en algo aspiracional y para los hombres una pieza que quieren obtener; cosificar a una mujer la deshumaniza, la pone en el nivel de mercancía y, por tanto, se vuelve vulnerable a la violencia sexual.
- Redefinir la masculinidad. Piensa de manera crítica qué significa la masculinidad para ti y cómo la representas. La autorreflexión, las conversaciones en la comunidad y la expresión artística son sólo algunas de las herramientas de las que disponen hombres y niños (así como mujeres y niñas) para examinar y redefinir la masculinidad según principios feministas.
- Mostrar tolerancia cero. Aplica políticas de tolerancia cero ante la violencia y el acoso sexual en los espacios donde vives, trabajas y te diviertes. Las y los dirigentes deben dejar claro su compromiso con una política de tolerancia cero e insistir en que esta se debe aplicar cada día.
- Profundizar en lo que significa la cultura de la violación. La cultura de la violación ha adoptado muchas formas en todas las épocas y contextos. Es importante reconocer que la cultura de la violación va más allá de la idea limitada de una agresión de un hombre a una mujer mientras esta camina sola por la noche. Si bien prácticamente todo el mundo coincide en que la violación es algo detestable, la violencia sexual y el acoso sexual se normalizan y trivializan con palabras, acciones e inacciones que nos arrastran peligrosamente hacia la cultura de la violación.
- Adoptar un enfoque interseccional. La cultura de la violación afecta a toda la población, independientemente de la identidad de género, la sexualidad, el nivel económico, la raza, la religión o la edad. Erradicarla significa desterrar definiciones restrictivas del género y de la sexualidad que limitan el derecho de una persona a definirse y a expresarse.
- Conocer la historia de la cultura de la violación. A lo largo de la historia, la violación ha sido utilizada como arma de guerra y opresión. Se ha utilizado para degradar a las mujeres y a sus comunidades, y en la limpieza étnica y el genocidio.
- Escuchar a las sobrevivientes. En la época de #MeToo, #TimesUp, #NiUnaMenos, #BalanceTonPorc y otros movimientos en línea, las sobrevivientes de la violencia son más visibles que nunca. Escucha sus experiencias, lee los relatos de las sobrevivientes y activistas de todo el mundo.