Distintas autoras y activistas han afirmado que el feminismo no puede identificarse como una lucha única ya que dentro del sistema patriarcal y capitalista existen distintas opresiones que convergen en cada una de las mujeres, por lo que es necesario identificarlas y luchar contra ellas de una manera muy puntual sin olvidar los privilegios y contextos de cada lugar.
Es así como la lucha feminista se ve atravesada por otras luchas que pueden fusionarse en algún punto, este es el caso del feminismo y la ecología que convergen entre opresiones sistémicas para formar el ecofeminismo.
De acuerdo con LATFEM Lab, el ecofeminismo es una corriente de pensamiento y un movimiento social que sostiene que hay un vínculo estrecho entre la opresión sobre las mujeres y personas de la comunidad LGBTIQ+ y la opresión que se ejerce sobre la naturaleza: ambas forman parte de un mismo esquema de dominación capitalista y patriarcal. El ecofeminismo reúne críticas y prácticas feministas, ecologistas y, muchas veces, espirituales, marcando la necesaria conexión con la naturaleza que debemos volver a tener: comprender cómo son los ciclos vitales de los ecosistemas, entender la biodiversidad (de la que somos parte) para defenderla y protegerla.
Por otra parte, la activista india Vandana Shiva, afirma que el ecofeminismo, un nuevo término para designar un saber antiguo, se desarrolló a partir de diversos movimientos sociales (los movimientos feminista, pacifista y ecologista) a finales de los años 70 y principios de los 80. Aunque la primera que utilizó el término fue Françoise d'Eaubonne, éste sólo se popularizó en el contexto de las numerosas protestas y actividades contra la destrucción del medio ambiente, iniciadas por la chispa de los repetidos desastres ecológicos.
Ecofeminismo y capitalismo
Dentro del ecofeminismo también convergen dos temas que se busca visibilizar: la explotación de recursos naturales que, a pesar de ser nombrados como “recursos renovables”, se encuentran en un deterioro constante y los trabajos de cuidado que tradicionalmente recaen en las mujeres, aquellos que no tienen reconocimiento ni una retribución económica pero que sostienen la vida y la producción capitalista.
El ecofeminismo viene a poner el foco sobre estos dos temas y se pregunta: cuáles son los trabajos que hacen posible el mantenimiento de la vida humana y quiénes los realizan, afirma LATFEM Lab.
Desde esta perspectiva, se señala que en las sociedades capitalistas no se produce lo que necesitan las personas para vivir, sino lo que da beneficios para que se sigan enriqueciendo unos pocos que, en coincidencia, son quienes fuerzan la máquina productiva para explotar al máximo los bienes naturales, los territorios y los cuerpos de las personas. Las decisiones que se toman sobre cómo estructurar los tiempos, los espacios, las instituciones legales, qué se produce y cuánto se produce, son para maximizar estos beneficios acotados, no para mejorar la calidad de vida de las mayorías ni para preservar la biodiversidad, explica el portal.
Es así como las ecofeministas suelen identificar como uno de los principales objetivos: “poner a la vida en el centro” porque esto implica vivir, producir y consumir dentro de los límites biofísicos del planeta, con justicia social, económica, climática y de género, promoviendo la corresponsabilidad en los cuidados.
El ecofeminismo permite visibilizar que, para sobrevivir en este mundo, dependemos unas personas de otras (interdependencia) y de los recursos que tiene la naturaleza (ecodependencia). Para que haya sostenibilidad de la vida debe haber corresponsabilidad en los cuidados y equidad de género. Esto no requiere solo voluntades sino, sobre todo, políticas públicas y modelos económicos que acompañen estos cambios sin dejar a nadie atrás, sin invisibilidad, desprecio, sometimiento, ni explotación, tanto de las mujeres como de la naturaleza, explica la antropóloga y activista ecofeminista española Yayo Herrero.
Propuestas del ecofeminismo
Si bien el ecofeminismo es una rama del feminismo, dentro de esta corriente también se han desarrollado algunas subdivisiones que buscan explicar algunos matices que componen las distintas opresiones de las mujeres y su relación con la naturaleza, explica el portal Psicología y Mente.
Ecofeminismo esencialista
En esta rama se reconoce la supuesta diferenciación biológica que existe entre los hombres y las mujeres, por lo que propone que las mujeres deben alejarse de las masculinidades que naturalmente es agresiva para así crear lazos entre mujeres para así asumir la tarea de cuidadoras dentro de la naturaleza, es decir canalizar las “cualidades maternales” para fomentar la vida y el cuidado de la naturaleza, considerando estas cualidades como importantes para contrarrestar la crisis ecológica.
Las críticas que se han hecho a este ecofeminismo son por el supuesto de que los hombres y las mujeres estamos determinadas y diferenciadas por nuestras características biológicas, lo que tiende a demonizar lo masculino y puede mantener a las mujeres en la segregación.
Ecofeminismo espiritualista
El ecofeminismo espiritualista considera la estructura social patriarcal más allá de lo puramente masculino: entiende al patriarcado como un sistema que entre otras cosas deposita en las mujeres la gestión de la alimentación, el desarrollo infantil y el cuidado del medio ambiente en general; cuestiones que son especialmente explotadas en los países más pobres.
En esta corriente se busca el acceso de las mujeres a la producción de bienes por medio de mantenernos como fuente de control y equilibrio del medio ambiente y del desarrollo alimentario. Es decir, conecta la emancipación de las mujeres con la conciencia ecológica y las prácticas de cuidado.
Feminismo ecologista
Ante estas dos posturas nace el feminismo ecologista que busca evidenciar las diferencias de clase o el origen étnico que hacen que la relación de las mujeres con la naturaleza, así como la explotación del sistema patriarcal, sea experimentado de distintas maneras.
Proponen que dicho sistema no es una cosa homogénea que afecta de la misma manera a todas las mujeres, y ponen el foco de la denuncia no solo en la manera en que la explotación de la naturaleza afecta de manera particular a las mujeres, sino que atribuyen responsabilidades a los grupos que monopolizan los recursos naturales y al auge de la economía capitalista.