Lo que nos deja ver la pandemia con este ambiente de clausura, donde los centros comerciales y restaurantes están cerrados, y lo único que nos queda es estar en casa o caminar por nuestra calle, un tanto por medidas sanitaria y otra porque "no hay nada por hacer" es que nuestro motivo para disfrutar del espacio público era meramente de consumo.
“¿Qué ha fallado para que el paseo sea entendido como un simple medio o herramienta para llegar a algo?”, escribió Noelía Ramírez para El País
La autora Martínez reflexiona que nuestras calles no nos inspiran a caminar o simplemente no se hicieron para ello; pensemos en Santa Fe, en la Ciudad de México si una se pone a caminar sólo recorrería centenares de corporativos y si es media tarde, una asoleada está garantizada.
Estas salidas al exterior, en su mayoría eran con una finalidad: comprar. Lo vemos ahora en Europa donde se vieron las filas monumentales para entrar a Zara.
Los paseos sin fines productivos evidencian que la estructura urbana está hecha para consumir. Además, para los hombres, ya que las mujeres que salen, y son quienes recorren grandes distancias a pie porque hace las tareas del cuidado lo puede hacer de día, pero no de noche porque se ponen en riesgo.
Seamos las paseantes incómodas
Anna María Iglesia propuso en su ensayo/manual que “necesitamos ser, volver a ser, flâneuses. Debemos seguir siendo paseantes incómodas”, advirtió.
En su texto La revolución de las flâuneuses (Wunderkammer, 2019) recopiló aquella lista de mujeres y colectivos femeninos ilustres (Emilia Pardo Bazán, Flora Tristán, Luisa Carnés, Clara Campoamor o Las Sinsombrero, entre otras) que se reivindicaron como sujetos críticos frente a ciudades que habían convertido a las mujeres en objetos de consumo para la mirada masculina.
Las mujeres que caminan por las calles deben tener una meta precisa: ir de compras, por ejemplo”. Esa es una de las aseveraciones que pone en duda *La revolución de las flâneuses (Wunderkammer, 2019), de Anna Maria Iglesia, un libro en el que defiende el derecho de las féminas a ocupar la calle por el simple placer de hacerlo.
Eran mujeres que querían salir a caminar para pensar, sin tener que comprar algo para la casa, reflexionar en las calles sin tener que estar hipervigilantes y temerosas de ser increpadas o asaltadas.
“Cuando los planificadores urbanos no tienen en cuenta el género, los espacios públicos se convierten en espacios masculinos por defecto”, dijo Caroline Criado Pérez en La mujer invisible (Seix Barral, 2020).
Las ciudades fueron pensadas para los hombres, en una entrevista hecha a Teresa Incháustegui en 2019 para La Cadera de Eva nos señaló algo parecido, una ciudad donde hay barrancos y espacios sin iluminación nos habla de una falta de perspectiva de género y de conciencia de que las mujeres en la Ciudad de México estamos en riesgo.
¿Qué hará falta? ¿Ya habrán arquitectos que por sus diseños atraviese el cuidado de la mujer? ¿Dónde se piense en nosotras al llegar de noche a las casas?
El miedo de andar solas por las calles es global, un estudio del departamento de Transporte del Reino Unido desveló que al 62% de las mujeres les atemoriza caminar en los estacionamientos que tengan varios pisos, que seis de cada diez tienen miedo a los andenes de las estaciones de tren, el 49% a la parada de autobús y el 59% lo sentía al volver caminando a casa desde la parada de autobús (los hombres contestaron con un 31, 25, 20 y 25% respectivamente).
Otro estudio en los años 90 hecho en Viena descubrió que las niñas dejaban de visitar parques y las áreas de juego públicas a los 10 años, ya que tenían que competir por los espacios con los niños.
En protesta a la comercialización de los espacios, en Barcelona se comenzaron a hacer raves, la protesta se desarrollaba siempre de las misma forma: había música, baile, juegos infantiles o se plantaban huertos y árboles arrancando el asfalto, una forma de decir la calle es nuestra.
¿Será que en las zonas populares de la ciudad o área metropolitana donde cierran calles para hacer fiestas sí asumen este derecho, la apropiación del espacio? ¿Ahora que estemos de vuelta a la "normalidad" cómo nos apropiaremos de nuestros espacios? ¿Podremos salir sin cartera a disfrutar de las calles hechas para autos?
Con información de El País