Cuando Rita emigró de su aldea natal a la capital nepalesa, Katmandú, pensó que escaparía de la pobreza. En su aldea vivía con su madre alcohólica y sus hermanos. Su padre se había ido a trabajar a Malasia, al principio les enviaba dinero. Después dejó de hacerlo.
En la capital de Nepal obtuvo diversos empleos. Trabajó en una fábrica de ladrillos, limpiando y lavando utensilios en una casa, en la cocina de un hotel y de vendedora en tiendas.
Le pagaban poco, las jornadas eran agotadoras y, con bastante frecuencia, sus compañeros de trabajo abusivos intentaban tocarla y manosearla, recuerda.
A los 14 años, Rita consiguió laborar en un restaurante donde tenía que sentarse a comer y beber con los clientes.
"Los clientes fumaban narguile y bebían alcohol", relata.
"Me tocaban las manos, decían cosas vulgares, pero no podía objetar. Algunos incluso querían besarme. Solía escaparme diciendo que quería ir al baño".
Rita compartió su historia con activistas del programa Child Labor Action Research (Clarissa), financiado por el gobierno británico. Compartió que las obligaban a beber alcohol y llevaban a casa de huéspedes o alquilaban habitaciones y le ofrecían dinero a cambio de sexo.
EXPLOTACIÓN INFANTIL
El trabajo infantil no sólo se da en corporativos también dentro de negocios familiares.
"Pero las peores formas de trabajo infantil se encuentran en pequeñas empresas y en negocios familiares, el tipo de lugares que emplean a niñas como Rita", le dice el profesor Burns a la BBC.
En Nepal viven cerca de 1,1 millones de niños de entre 5 y 17 años que se dedican al trabajo infantil y unos 0,22 millones de ellos trabajan en industrias peligrosas, a pesar de que emplear a niños es ilegal en el país.
POBREZA
El director de Clarissa ha señalado que la mayoría de las niñas que son explotadas provienen de familias pobres u hogares rotos.
"Contratan a mujeres jóvenes y niñas para que sirvan alcohol, atiendan mesas, trabajen en bares de narguile, bares y salones de masaje".
Muchos de estos lugares operan fuera del radar: funcionan desde sótanos, esquinas y apartamentos privados.
"Estos establecimientos están obligados por ley a registrarse y renovar sus documentos con regularidad y proporcionar detalles de sus trabajadores a las autoridades. Muchos se registran inicialmente pero no renuevan su registro y hay poco incentivo o repercusión si no lo hacen. Luego están los que simplemente no se registran".
EXPLOTACIÓN AUMENTÓ EN LA PANDEMIA
Esta situación aumentó en la pandemia, ya que muchas de las familias dependen del dinero que adquieren las niñas.
Durante la pandemia el gobierno los obligó a cerrar, pero muchos se adentraron en la clandestinidad.
La pandemia ha revertido progresos que se habían hecho, de acuerdo con Burns.