El amor, si bien es un constructo social estereotipado que cambia según la cultura, es un factor que de manera más inconsciente, se gesta de manera individual y nos construye como personas. De ahí, que es importante el primer vínculo amoroso o no, que establecemos con la madre quien funge como nuestro primer objeto de amor en la vida, seguido del vínculo amoroso o no, con el padre, interrelacionado con el vínculo de pareja que ellos establecen y de la forma en que el hijo o la hija se relacionen con su padre y madre durante la infancia, a partir de lo cual buscarán ser queridos desde el hueco o la completud por una pareja. 

La imagen simbólica que tenemos de la pareja entre el padre y la madre, la escena primaria y la simbolización materna y paterna será de alguna manera importante clarificar en las personas, ya que esas simbolizaciones les llevarán en algún sentido a la elección o no de una pareja.

¿Qué tipo de pareja tuvimos en la infancia como referente? una pareja estereotipada con un padre proveedor y una madre subordinada, una madre condicionada a vivir cuidando hijos e hijas y compartiendo a su pareja con otra familia, una pareja amorosa y respetuosa, una pareja lejana que vivían juntos para no estar solos, una pareja autónoma e independiente que se acompaña en la vida, una pareja violenta visiblemente o violenta envestida en la dulzura y subordinación agrediéndose constantemente de manera sutil, la lista sin duda es amplia. 

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El psicoanálisis tiene diversas concepciones del amor de pareja, las cuales distan mucho del amor romántico ya que tiende a ser más bien posesivo y tornarse en una lucha de poder, mezclado con su mundo interno donde anida la pareja simbólica que le trajo al mundo y las huellas de su tránsito por el Edipo. 

Freud consideraba que en el amor de la pareja se proyectaba una vida con otra persona, lo cual a su vez podía conducirle a la construcción de una familia e hijos a partir de los cuales trascendería. Esta idea aún puede ser vigente para un grupo pequeño desde los roles y estereotipos tradicionales, considerando que solo se podrá trascender a través de los hijos varones, ya que con las hijas mujeres se “pierde el apellido” lo cual por fortuna pierde validez ante la nueva modificación realizada en el 2020 en la Cámara de Diputados, la cual aprobó la modificación al artículo 58 del Código Civil Federal y 19 de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, reconociendo así la igualdad jurídica del padre y la madre quienes podrán decidir de manera conjunta el orden de los apellidos. Lo cual abona a un cambio sociocultural basado en la inferioridad de las mujeres, equiparando así la igualdad entre los sexos. 

Actualmente la diversidad que observamos en la construcción de parejas ergo familias, retoman de alguna manera, la primera parte de establecer la vida con alguien, pero no así la necesidad de tener hijos e hijas para transcender, son otras las motivaciones para establecerse con una pareja, incluso podríamos decir que ya no se piensan en parejas de toda la vida, sino por periodos cortos de tiempo.

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Al respecto Zygmunt Bauman nos habla de una modernidad liquida en la cual las diversas instituciones y relaciones que conforman la sociedad se están transformando continuamente y diluyéndose, lo cual hace sentir a las personas una mayor soledad, incertidumbre y angustia. Si bien, las personas parecieran “más autónomas” lo que observamos es que no tienen un soporte tan real, ya que ante el amor y en diversos ámbitos de su vida, se visualiza un temor al otro, a extraños, a lo diferente, lo cual marca un vacío interno en las personas, ya que desde la verdadera autonomía existe una completud en el sujeto de tal forma que le da la posibilidad de lidiar con sus miedos y tener mayor confianza en sus decisiones, por consiguiente se compromete, construye vínculos, se arriesga, disfruta de la diferencia y socializa sin sentirse vulnerable. 

Pareciera que estamos transitando como sociedad e individuos entre estructuras tradicionales a nuevas formas que por su rapidez no nos permiten estacionarnos un tiempo para edificar por un lado nuestra confianza y autonomía real, y desde lo social un vínculo que nos soporte e hile en dicho transitar. Teniendo como consecuencias la cosificación de las personas, el abuso, la insatisfacción emocional, la pérdida de tiempo y una autoestima baja ante el no merecimiento. Lo cual dificulta la elección de una pareja que “llene” todos los vacíos infantiles y edípicos no cubiertos en su momento, además de la disposición de vivir en la incertidumbre de la modernidad liquida donde construir no es lo necesario, sino el desecharse. 

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada en pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr