Durante la pandemia más mujeres padecieron de depresión, de acuerdo con la Encovid-19. Las más afectadas fueron las mujeres y personas con niveles socioeconómicos menores.

Además las mujeres sumen la filas del desempleo, la informalidad, pobreza y el trabajo doméstico y de cuidados. Entre las que tienen empleo en América Latina, 60% lo hace en condiciones de riesgo.

En México siete de cada 10 desempleados por pandemia han sido mujeres, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

En los meses de monitoreo de la encuesta Encovid-19, las brechas de género se mantuvieron constantes, con diferencia de 10 y 12 puntos porcentuales, con la prevalencia de mujeres por arriba de abril: 33% (IC: 28.5, 37.4); junio: 28% (IC: 25.0, 30.9), octubre: 25% (IC: 21.6, 27.5).

La depresión después de la pandemia aumentó 20%, un 50% los trastornos por ansiedad y un 20 a 40% los suicidios, dependiendo el país, según la presidente de la Asociación Mexicana de Psiquiatría, Jaqueline Cortés.

DEPRESIÓN

El cierre de actividades y las medidas de cuarentena por el nuevo coronavirus (COVID-19), alrededor del mundo aumentó  la carga de trabajo para las mujeres, sobre todo trabajo no remunerado.

La mujer es la principal cuidadora, la que se encargó del cuidado de otro cuando enfermaron de covid. La falta de apoyo doméstico y emocional tiene consecuencias a largo plazo en la salud mental de las mujeres.

En México, en el ámbito educativo, la pandemia ha traído consigo modificaciones en los hábitos y las rutinas, así como alteraciones de la salud mental del personal académico y de estudiantes, quienes han resentido esta situación experimentando estrés, cansancio y frustración, debido a la excesiva carga de trabajo, a la falta de habilidades tecnológicas y a carencias en la adaptación a la nueva normalidad.

Ha sido evidente la desigualdad de género, que afecta de manera importante a las mujeres, debido a los múltiples roles que deben cumplir durante la cuarentena, como madres, estudiantes, cuidadoras del hogar y de personas enfermas. Se ha registrado que estuvieron  más proclives a experimentar el “síndrome del quemado” o burnout, el cual solía ser exclusivo del ambiente laboral, pero que ahora se extiende hasta el hogar.

A las labores de cuidado se suma la violencia que ya se vivía en casa. Es un problema de salud pública en todo el mundo. Las emergencias humanitarias, los desastres y las pandemias mundiales ponen a las mujeres y las niñas en mayor riesgo de violencia. En 2020 se registró que cada minuto hubo dos llamadas al 911, un total de 3,500 por día, de acuerdo con el último reporte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

La actual crisis de COVID-19 no es una excepción. El aislamiento social y la crisis sanitaria crean un escenario propicio para el aumento del riesgo de las mujeres y las niñas a padecer violencia y para un incremento en las tensiones al interior de los hogares. 

El gobierno mexicano ha decretado la atención a las víctimas de violencia como servicios esenciales y está reforzando acciones sobre todo en la atención a denuncias telefónicas a través del 911 para atender la contingencia con perspectiva de género.