Autores como Gabriel Gallego (2010) señala que la familia se ve como un objeto de estudio a partir de tres supuestos básicos: la corresidencia, el parentesco y la heterosexualidad. Los supuestos básicos están insertos dentro de la heteronormatividad (Sedgwick, 2000), en donde se da por hecho que las familias están constituidas por un hombre, una mujer y por hijas/os.

Es muy reciente que se consideren otro tipo de relaciones, por ejemplo, las poliamorosas (Rabell & Gutiérrez, 2012) o las de personas del mismo sexo o género, así como las familias interespecie o multiespecie.

Con respecto a estas últimas familias, se ha de mencionar que las mascotas o animales de compañía tienen cada vez un lugar más importante en las familias y no son es un espacio afectivo o simbólico, incluso tienen una función económica cuando las compañías de éstos proporcionan una seguridad afectiva o cumplen funciones cuidados.

Casi 57 de cada 100 hogares mexicanos tienen una mascota, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2020). En estos hogares con animales de compañía, los perros son los favoritos, ya que representan el 85 por ciento de las mascotas, es decir, alrededor de 19 millones.

Por otra parte, la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (2021), menciona que una de cada 20 personas se identifica como población Lésbico, Gay, Bisexual, Trans e Intersexual+ (LGBTI+); esto es que 5.1 millones de personas en el país se reconocen como parte de la Comunidad LGBTI+.

Estas cifras son muy importantes pues es la primera vez en nuestro país que se visibiliza a esta población en una Encuesta, así como sus relaciones y vínculos afectivos, lo que no es cuestión menor, ya que como se ha podido observar, en 2022, aún existe discriminación y prejuicios significativos, ejemplo de esta situación es el caso de Julissa en Yucatán, a quien como lo reportan diversos medios “por ser lesbiana” le quitaron a sus hijos, ya que formó una familia ella, sin una pareja.

Cuando no se cumplen los estereotipos y roles de género, asignados por la sociedad en la que se vive y lo que se espera de una familia “tradicional y funcional”, como en Yucatán y en otras entidades federativas, esto es lo que puede pasar; que quienes forman parte de instituciones que no han sido sensibilizadas, ni capacitadas, en los cambios de las sociedades, de las familias, en la importancia de garantizar los derechos humanos de todas las personas, de incluir la diversidad, discriminan a quienes no cumplen esos parámetros, como es la situación de Julissa y sus hijos.

Lo anterior demuestra que aún hay mucho por hacer para conocer sus condiciones, situaciones y necesidades de las familias, de la diversidad familiar en nuestro país con la finalidad de proponer e implementar políticas públicas en las que se les consideren y garanticen sus derechos.

Referencias

  • Gallego, Gabriel. (2010). Demografía de lo otro. México: Colmex.
  • Rabell Romero, Cecilia y Gutiérrez Vázquez, Edith Y. (2012). ¿Con quién vivimos los mexicanos? Coyuntura demográfica, No 2, 35-39.
  • Sedgwick Kosofsky, Eve. (2000). Sex in Public. En A dialogue on love, Lauren Berlant and Michael Warner, 547-566.

*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite.*

Luz Galindo

Actualmente, docente de la UNAM. Realizó su estancia postdoctoral en el CEDUA-COLMEX. Sus líneas de investigación son la perspectiva de género, políticas públicas, usos del tiempo, corresponsabilidad social, vida cotidiana y trabajo de cuidados, diversidad familiar y diversidad sexual, nuevas experiencias de ser hombres (masculinidades).

@Luzapelusita