En México, aún no entramos a la Fase 2 de la pandemia que hoy mantiene en alerta a todo el mundo, sin embargo, el distanciamiento social y el aislamiento son medidas que han empezado a tomar los gobiernos.

Pero las preocupaciones en el ámbito laboral, principalmente para las mujeres, aumentan al pensar en las implicaciones de un aislamiento en casa, como el síndrome del pato o del impostor. 

Esto, sin mencionar todas las problemáticas de las que ha alertado ONU Mujeres que afecta principalmente a las mujeres: el trabajo de los cuidados, la violencia física y sexual, así como el aporte intensificado de los trabajos en casa no remunerados.

En las mujeres que son laboralmente privilegiadas y pueden tomar días de aislamiento y cuarentena en el trabajo, es probable que  se suma algo que agobia a la mente: el no producir cuando “no estamos haciendo nada”.

El País recopila la interpretación sobre el estrés mental mientras creemos que no estamos produciendo lo suficiente, mientras estamos en casa; la necesidad de sentirnos útiles utilizando las plataformas de internet; y explica cómo aprender a utilizar ese tiempo para tomarse un respiro y ver quiénes somos realmente. 

El filósofo Michel Feher, autor de El tiempo de la inversión. Ensayo sobre la nueva cuestión social, durante una charla en Barcelona, señaló nuestra necesidad de demostrar nuestras miles de tareas a las que nos dedicamos en casa, en las redes sociales. 

Videos de yoga, estrategias de workout, páginas donde se pueden hacer actividades en línea, etc., realizamos estas tareas cuando asumimos que "debemos vender nuestra reputación  y crédito personal como un valor añadido tanto en el trabajo, como en las redes sociales o en nuestra propia vida".

“Cuanto más produzcamos, más valiosos nos presentamos (y sentimos) ante el sistema”, señala. 

El síndrome del Pato

“Nada es más duro que no hacer nada. En un mundo en el que nuestro valor está determinado por nuestra productividad, muchos de nosotros vemos cada uno de nuestros minutos capturados, optimizados o apropiados como bien financiero por las tecnologías que usamos diariamente”, dice la escritora Jenny Odell en el ensayo Cómo no hacer nada.

Así explica cómo las personas interiorizan la ansiedad de sobreproducción y autoexplotación vital como sinónimo de autorrealización personal, resalta El País.

El síndrome del pato es una metáfora, pues por encima de la superficie el pato parecerá plácido y tranquilo, pero por debajo mueve sus patas frenéticamente.

En esta época de crisis el aislamiento nos lleva a sentir la necesidad de una autoexplotación con el fin de sentir nuestra productividad. Durante la cuarentena nos seduce la idea de ocupar al máximo el shock de la nueva rutina impuesta realizando múltiples tareas de eficiencia para que así, subliminalmente, nos sintamos ciudadanos de provecho, explica Jenny Odell.

Síndrome del impostor

En cuanto al síndrome del impostor, padecimiento que pareciera ser generacional por la alta competitividad en los empleos y los bajos salarios generalizados, pudiera atacar a más de una durante esta cuarentena.

Cuando crees que, a pesar de todo el esfuerzo, quizá no has hecho lo suficiente, o que constantemente sientes que no estás a la altura, que no eres lo suficiente buena o competente, puedes padecer de este síndrome.

Este síndrome está relacionado con la autoexigencia y con el ambiente de trabajo. Y pudiera aumentar durante el tiempo que estamos en aislamiento.

¿Cómo sobrellevar estos síndromes?

Jenny Odell, en su libro que retoma El País, interpreta que  “La nada no es un lujo o una pérdida de tiempo, es una parte necesaria para que el discurso y el pensamiento adquieran sentido”.

También explica que, “la lógica capitalista nos ha llevado a la miopía y desafección”. No se trata de dejarse de invadir por el nihilismo social, sino de descansar y tomar conciencia de uno mismo y de lo que nos rodea. "He visto tanta energía, tanta intensidad y tanta ansiedad. He visto a gente atrapada no sólo en sus notificaciones sino en la mitología de la productividad y el progreso; personas no solo incapaces de tomarse un respiro, sino de ver quiénes son realmente".

Por su parte  Marina Van Zuylen, profesora de Filosofía francesa y Literatura comparada en la Universidad de Bard de Nueva York, también concuerda y lamenta “cómo hemos abandonado el arte de deambular sin motivo aparente porque el malestar y la culpa asociados a la distracción tienen que ver con la tendencia de nuestra cultura a equiparar actividad y valor”.

Ante esto, Van Zuylen asegura que “La mejor manera de encontrar una solución correcta es tomándose un descanso”.

¿Cómo no hacer nada?

No se trata de dejar de hacer cosas por completo, cita el país a la autora Jenny Odell.

Odell explica que “No se trata de parar para volver a ser igual de productivos, frescos y listos para quemarse de nuevo en el sistema, como en esos programas detox empresariales. Se trata de parar para reflexionar sobre cómo nos afecta la economía de la atención. Estaremos aislados en casa en plena pandemia global, pero no lo estamos digitalmente. Allí seguimos plenamente disponibles. 

El País recoge tres herramientas de la autora publicadas en su libro para “no hacer nada” de la manera más efectiva sin caer en estos síndromes que pudieran afectarnos durante la cuarentena. (Cabe señalar que su libro fue escrito antes de esta pandemia global).

En primer lugar, la reparación. Conseguir espacio y tiempo para poder hacer nada es imprescindible para la ensayista porque, sin la conjugación de ambos, “no hay manera de pensar, reflejarnos y repensarnos individual y colectivamente”. Apostar por el autocuidado, pero alejándolo de sus vertientes comerciales y apoyándose más en lo que defendía Audre Lorde: “Cuidar de mí mismo no es autoindulgencia, es autopreservación”.

La segunda herramienta: la escucha. Entender al otro. “Incluso con el problema del filtro burbuja, las plataformas que usamos para comunicarnos unos con otros no animan a la escucha. Lo que hacen es simplificar la reacción: tener una opinión marcada tras leer un titular”. Básicamente, Odell propone alejarnos de la reacción ansiosa de los ciclos de noticias y practicar la empatía y la reflexión. 

Por último, pensar en comunidad. “Debemos proteger nuestros espacios y nuestro tiempo para una actividad que no esté instrumentalizada o comercializada y aferrarnos en el pensamiento, el mantenimiento, el cuidado y la socialidad”.