Dadas las condiciones en las que tanto el peso mexicano como la bolsa de valores en México, llevan más de dos semanas con pérdidas históricas, Citibanamex redujo su perspectiva de crecimiento, a una cifra nada alentadora de -2.6%, y en la que instituciones financieras como Barclays, JP Morgan y Goldman Sachs auguran que existirá recesión económica para México producto de la inestabilidad generada por la pandemia del Covid-19, los especialistas de Citibanamex, afirmaron que “una respuesta tardía en la implementación de políticas públicas de salud resultará en un choque más largo y profundo”.
Al respecto este domingo 22 de marzo, el presidente Andrés Manuel López Obrador, aceptó que la pandemia provocada por el coronavirus, golpeará a la economía mexicana.
Pero… ¿Cómo se verán afectadas las mujeres mexicanas?
La reducción de la actividad económica impactará en primera instancia a las trabajadoras informales, quienes perderán su sustento de forma casi inmediata sin ninguna red o posibilidad de sustituir el ingreso diario en general.
Tania Espinosa Sánchez, Coordinadora para América Latina de Mujeres en Empleo Informal Globalizando y Organizando (WIEGO), explicó que el sector informal está ocupado en su mayoría por mujeres debido a la “flexibilidad” de la ocupación, ya que el cuidado de familiares suele recaer en ellas, por lo que este tipo de empleo les permite generar ingresos y ajustar sus tiempos. El inconveniente es que no tienen acceso a seguridad social, aguinaldo, prima vacacional, días de descanso, licencias, no cuentan con servicios médicos, no tienen acceso más que el ingreso que perciben, generalmente, no cuentan con ahorros y mucho menos con un seguro de desempleo.
Además de las implicaciones económicas de la crisis sanitaria por la atravesamos, el trabajo informal incrementa la situación de vulnerabilidad de las mujeres, ya que no cuenta con respaldo legal o institucional que garantice la protección de sus derechos, además de exponerlas a falta de higiene, y/o carencia de material para desempeñar sus funciones atendiendo a las medidas recomendadas por las autoridades en materia de salud. Todo lo anterior las coloca en mayor riesgo de contagio.
¿Cuántas mujeres se enfrentarán a mayores inconvenientes en términos económicos?
En primera instancia, están las desempleadas, para quienes la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE[1]) del INEGI reportó una tasa de desocupación de 4.3% a nivel nacional en enero de 2020. Al respecto, retomando lo expresado por la directora regional para las Américas y el Caribe de ONU Mujeres, Maria-Noel Vaeza, la situación por venir resulta realmente preocupante, ya que afirmó que “la recesión económica mundial que va a ocurrir a consecuencia de la crisis del coronavirus hará más difícil para estas mujeres conseguir un empleo”; por lo que la cifra porcentual que se tenía a principios de año inevitablemente crecerá.
En segundo término, cuando existe crisis y falta de empleo, es común que las personas desempleadas ofrezcan sus servicios por cuenta propia, o inicien negocios en sus domicilios. Respecto a las mujeres que integran este grupo, en la ENOE se reportó a nivel nacional para el cuarto trimestre de 2019, una tasa de ocupación en el sector informal 29.1%, cuyas principales actividades son: ventas en la calle, trabajos por comisión, destajo o propinas; agricultura de subsistencia y limpieza de hogares.
Con características de precariedad similares, se encuentra la proporción de mujeres mexicanas, que forman parte de la tasa de subocupación, quienes laboran menos de 35 horas por semana por ejemplo en cafeterías, dando clases por hora, o realizando encuestas telefónicas; y quienes, de acuerdo con la ENOE, para el cuarto trimestre de 2019 representaban el 7.8% de la Población Económicamente Activa (PEA).
Por otro lado, están las trabajadoras que son parte de la tasa de condiciones críticas de ocupación nacional trimestral, quienes, para el mismo periodo, representaban el 17.7% de la PEA. Cabe señalar que dicho porcentaje engloba a las que laboran más de 35 horas semanales con ingresos mensuales inferiores al salario mínimo, o prestan sus servicios por más de 48 horas por semana ganando menos de dos salarios mínimos. En este grupo se encuentran las mujeres que trabajan en empresas familiares con remuneraciones nulas o escasas y quienes optan por el autoempleo.
Para darnos una idea de lo difícil que era la situación antes de la emergencia sanitaria y de lo complicado de la crisis venidera, tenemos por ejemplo que para finales de 2019, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo social (CONEVAL), planteaba que el costo de la canasta alimentaria más la no alimentaria -que satisface necesidades básicas, pero algunas de ellas no indispensables-, era mayor a 3 mil pesos por persona al mes; por lo tanto, todas las personas quienes no pudieran cubrir el costo de ella se encontraban en situación de pobreza debido a que sus ingresos eran insuficientes para adquirir los insumos básicos.
Entonces, el panorama se recrudecerá en los próximos meses tanto para las mujeres desempleadas, como para quienes están contratadas en el sector informal y para las que forman parte de las tasas de subocupación, impidiéndoles adquirir los productos de la canasta básica.
Las propuestas
Respecto a la situación financiera, con una visión global, Maria-Noel Vaeza, afirmó que le teme un alza en la pobreza de las mujeres a raíz de las medidas de emergencia implementadas en Latinoamérica y el Caribe para enfrentar la pandemia del COVID-19, por lo que pidió a los gobiernos que destinaran servicios de apoyo monetario a este sector de la población.
Al respecto, en México, dado que desafortunadamente no contamos con la institucionalidad necesaria para protegerlas del desempleo, la informalidad, la y de la crisis sanitaria y económica en puerta, el Gobierno Federal debería replantearse la posibilidad de cambiar las transferencias a ciertos grupos poblacionales. Una alternativa es la llamada Renta Básica Universal la cual, podría ser destinada para gastar el dinero en la economía local, aumentando los ingresos de pequeños negocios y permitiendo a las familias satisfacer sus necesidades básicas.
*Adriana Diego Hernández es economista (UAM-X), Maestra en Gobierno y Asuntos Públicos (FLACSO) Subdirectora de Innovación y Mejora (IECM)