Eyvi Liset Ágreda Marchena murió 38 días después de ser atacada con gasolina y fuego en el transporte público. Sufrió más de una docena de intervenciones médicas para revitalizar su piel a través de injertos, pero no sobrevivió.  

Nació en una pequeña comunidad de Perú, pero llegó a Lima a los  17 años, donde comenzó a estudiar administración de negocios y trabajó para ayudar a sus padres, como cajera y azafata, en un lugar llamado service de comida donde conoció a Carlos Hualpa en 2015, señaló el texto Incandescencia de la periodista peruana Gabriel Wiener. 

Eyvi, de 22 años, “no tenía novia y le gustaba divertirse”, escribió. Carlos, de 37 años y compañero de trabajo, aún vivía con sus padres y tres hermanos, en una casa a medio construir en un barrio al norte de Lima. Él, según el reportaje, se percibía como un “caballero generoso y buen hombre”. 

“Hay caras que son tan bonitas que no puedes dejar de mirarlas, sobre todo cuando todo lo que te rodea es feo, mucho más gris y triste y pobre y oscuro”, escribió la periodista peruana.

En una ocasión, Carlos ayudó a Eyvi tras ser víctima de un robo, él la defendió: también hablaron, salieron a comer y una vez le ayudó a comprar unos tenis Adidas. “Pensaba que eso era lo que tenía que hacer un hombre por una mujer. Pensaba que eso era estar enamorado, que eso era el amor”, escribió Wiener. Al poco tiempo de conocer a Carlos, ella comenzó a evitarlo, pero él no podía evitar pensar que ella debía sentirse agradecida y corresponder de la misma forma a su deseo.  

“Jamás se le cruzó la palabra acoso por la mente pero su presencia le producía aversión, hasta repugnancia”, escribió la periodista peruana al describir la relación entre ambos, sin embargo una idea patriarcal es sentir que las mujeres “debemos la vida” tras ser apoyadas por un hombre, en un hecho importante donde “no podíamos defendernos”. 

Carlos le llevó flores a Eyvi una vez mientras trabajaban juntos. Ella las tiró tras enterarse que habían sido de él, pero Carlos sintió “como si hubieran tirado su corazón a los perros”, contó Weiner. Tiempo después Eyvi dejó el trabajo, siguió con sus estudios y comenzó a laborar en un Call Center. 

"Sólo quería quemarle la cara”

Después de dos años, Carlos aún no podía olvidar los “desprecios y desplantes” de Eyvi y decidió darle una lección de humildad para “evitarle dolor a otros hombres”, explicó el reportaje Incandescencia. El 24 de abril de 2018, él salió de su casa encapuchado y con lentes de sol; encontró a Eyvi después del trabajo y subió al mismo transporte público, con las manos sudorosos sacó un recipiente de yogurt y con un fósforo roció un líquido incendiario en la cara de ella. 

“Sólo quería quemarle la cara”, dijo Carlos a la policía, “nada más que la cara hermosa que no quería volver a ver porque no podía ser suya. Porque ella abusaba de su cara, vivía de su cara”, afirmó el agresor. Sin embargo, el bus se movió y también derramó el líquido en su mano, a otras personas y al suelo, relató la periodista. 

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El 60 por ciento del cuerpo de Etvi sufrió quemaduras de tercer grado; diez personas más también. En el hospital la introdujeron a coma para que no sintiera dolor, y después de tres días había sido operada tres veces para restablecer la circulación de su cuerpo. Carlos fue encontrado con facilidad por las autoridades, trató de negar el crimen y hacerse la víctima, pero no tenía ninguna coartada. 

Mientras Eyvi estuvo en el hospital le dictaron nueve meses de prisión preventiva por intento de feminicidio, pero el primero de junio ella murió. Feministas en Perú movilizaron las calles y exigieron justicia porque las violencias con ácido son una realidad. Las autoridades intentaron justificar el delito tras mencionar que Carlos era una persona con un problema de salud mental, pero en su país, como en México, el machismo, la violencia de género y la violencia feminicida se viven día a día.  

Texto original: Incandescencia: Gabriel Wiener 

Puedes encontrar el texto completo en la Revista de la Universidad de México 

asl