¿Cuántas veces al día leen en redes sociales la invitación a salirse de su zona de confort? Yo he perdido la cuenta, lo que sí sé es que es de esas frases que te invitan a levantarte del lado disruptivo de la cama hasta que en efecto te sales de la zona de confort y el panorama ya no es tan cómodo.
Las recomendaciones de emprendimiento siempre parten de lo que denomino las “necesidades técnicas”: el plan de negocios, estudiar el mercado, definir bien el producto o servicio etc. Todas fundamentales sin duda, sin embargo hay algo que nunca te dicen y que puede ser una barrera para impulsar hasta la idea más sólida: vas a tener que enfrentar muchos miedos.
Emprender un proyecto significa entrar en un camino de cambio constante, lo cual ineludiblemente generará incertidumbre y eso da miedo.
En parte es porque todavía nos educan para buscar y construir una zona de confort, tomar sólo los riesgos estrictamente necesarios, así como evitar los errores a toda costa.
No sólo hablo de la vida laboral, también en la personal tenemos un nivel de exigencia alto para ser esposas perfectas, madres perfectas, empleadas perfectas, así que la posibilidad de no ser emprendedoras perfectas puede generar mucho estrés.
Para mi se sentía como una carrera de nado, donde braceas a toda velocidad para llegar al otro lado, hasta que te das cuenta que no estás en una alberca sino en mar abierto, lo que implica que en cualquier momento puede cambiar la marea y retrocedes lo que habías avanzado.
Fue hasta que me reconcilié con el hecho de que la incertidumbre iba a ser una constante que empecé a disfrutar más ir y venir de las olas. Ninguna empresa se vuelve estable de la noche a la mañana y aún cuando lo consigue, puede ser que algo en el entorno cambie, provocando que haya que volver a repensarla.
De acuerdo con el estudio “Miedos del Emprendimiento” el 60% de los mexicanos tiene miedo a emprender, sin embargo dentro del 40% de aventadas, una tercera parte ha tenido más éxito del esperado y casi la mitad considera que ha tenido resultados en línea con su plan de negocio.
Para mejorar nuestra relación con la incertidumbre recomendaría tomar un cuaderno y responder con claridad a la pregunta ¿qué te asusta? Los cinco miedos principales de las emprendedoras son: el miedo al fracaso (y al día después del fracaso), a fallarle a la gente que confió en ti (sean familiares que invirtieron en el proyecto, personas que colaboren contigo o a tus clientes), a arriesgar patrimonio, a delegar, a que lo desconocido no traiga estabilidad.
No les voy a mentir, hemos pasado por todos, sin embargo existe una tranquilidad que llega cuando defines el miedo, lo confrontas y empiezas a pensar posibles soluciones. Te sorprenderá la cantidad de herramientas que tienes para hacerles frente, aún en situaciones hipotéticas.
El momento en el que estamos es un claro ejemplo de la flexibilidad que tenemos para enfrentarnos a lo desconocido, hemos convertido la casa en oficina, restaurante, escuela, gimnasio ¿por qué no convertirla también en el epicentro de algo nuevo?
Una vez reconciliándote con la idea de nadar en mar abierto, rodéate de un equipo que te impulse en el trayecto: una mentora, una amiga que escuche tus ideas y te dé retroalimentación, familia (por nacimiento o elección) que te recuerde tus capacidades y si así lo decides una cómplice para hacer relevos.
Ahora si la próxima vez hablaremos de cómo construir una propuesta de valor.
Internacionalista dedicada a la comunicación estratégica que decidió emprender para contar noticias desde Meraki México.
Twitter: @LaMarimer