Existe el mito del violador desconocido, aquel hombre que ataca por las noches en un callejón sin salida, un hombre que probablemente abusa de alguna sustancia, haya crecido en un contexto empobrecido y/o violento y busca hacer daño o satisfacer su deseo sexual. El mito del violador desconocido homogeniza y señala a hombres racializados, a hombres “malos” y no explica que seis de cada 10 violaciones en México, según la organización Aldeas Infantiles, son perpetradas por un familiar o persona del círculo cercano.

El artículo 260 del Código Penal Fedral describe al abuso sexual —tocar o manosear el cuerpo de manera obscena o representar actos explícitamente sexuales— en cuatro condiciones: 1) cuando se realicen actos sexuales en una persona sin su consentimiento, sin el propósito de penetrar a la víctima; 2) cuando se obligue a una persona a realizar actos sexuales; 3) cuando se obligue a una persona a presenciar actos sexuales; 4) cuando se obliga a una persona a exhibir su cuerpo.

El delito de violación puede ser cometido por cualquier persona, sin importar su contexto socioeconómico o educación; y la única manera de saber que un acto no fue un abuso sexual o violación es confirmando que todas las partes hayan dado su consentimiento pleno de forma libre.

“Recuerdo que pasé de ser tu novia a tu juguete sexual. Recuerdo decir no. Recuerdo ser ignorada, ver Su mirada y sentir miedo, no ser capaz de pedir ayuda. Entonces cerré los ojos y esperé que todo terminara”, leyó Andrea, mujer que denunció, en redes sociales, el abuso sexual del que sobrevivió por parte de su ex novio.

Durante 28 minutos, leyó una carta que le escribió a su violador hace dos años. “Aprendí a callarme. Aprendí a creer que la exagerada era yo”, relató Andrea en su testimonio, publicado en la cuenta de instagram @Queonda_con, “Me acostumbre a no disfrutar, a sentir dolor, a que todo se tratara de ti y tu placer. Quedarme callada y nunca más volver a negarme”.

LA VIOLACIÓN

Si una mujer realmente no hubiera querido ser violada hubiera decidido morir o hubiera conseguido matar a su agresor; porque cuando una mujer sobrevive, su violador se hace creer a sí mismo, que el abuso sexual no le disgusto tanto, escribió la escritora francesa Virgine Despentes, en Teoría del King Kong.

Históricamente, desde la historia de José en Egipto —en la Biblia— hasta el movimiento #MeToo, la palabra de la mujer que acusa a un hombre por abuso sexual o violación ha sido puesta en duda, casi de forma inmediata, señaló la francesa. No obstante, una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En 2021, los operadores del servicio 911, recibieron un millón 152 mil 520 llamadas telefónicas por emergencia relacionada con incidentes de violencia en contra de las mujeres, lo que equivale a 143.77 llamadas por minuto, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública.

En México, 5.4 millones de niños, niñas y adolescentes son víctimas de violación o abuso sexual, de acuerdo la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim). Y de cada mil casos de abuso sexual cometidos contra menores de edad en el país, 100 se denuncian, el 10% de estos llegan ante un juez y únicamente el 1% recibe una sentencia condenatoria, de acuerdo a datos de la OCDE.

“Recuerdo querer arrancarme la piel porque tallarme el cuerpo no fue suficiente por sentirme tan sucia”, siguió leyendo Andrea, “Yo cargaba el secreto por los dos [...] Recuerdo ahogarme en mi propio silencio”.

MIEDO A LA ESTIGMATIZACIÓN

Muchas de las sobrevivientes no denuncian por temor a la estigmatización y revictimización, pese a eso ONU Mujeres en 2021 señaló en 2021 que una de cada cuatro mujeres de entre 15 y 24 años ha tenido alguna relación con violencia, afectando a 641 millones de jóvenes aproximadamente. Por ejemplo, en México el 98.6% de los casos de violencia sexual en contra de una mujer mayor de 18 años no fue denunciado o no se inició una investigación, según Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana 2020 (ENSU).

“Recuerdo tapar los moretones con maquillaje [...] lo que es querer gritar pero que tu cuerpo paralizado no te deje moverte, ir al baño y notar sangre. Que duela limpiarte, vestirse, caminar. Que alguien que quieres aproveche tu confianza y cariño para lastimarte en tu momento más vulnerable. Me quitaste algo que nunca podré recuperar, me quitaste la libertad de decidir sobre mi propio cuerpo”, leyó Andrea.

“Creé un mundo en mi cabeza, un mundo en el que nuestra relación no era violenta, un mundo donde no me violaste. [...] Recuerdo haber confundido tu posesión y control por amor. Creer que no volvería a pasar y perdonar cada vez que sí volvía a pasar. Sentí miedo; miedo de no poder estar con alguien más sin que este evento me persiguiera. [...] Miedo a no volver a ser la persona que era antes, a que me digan mentirosa y miedo a vivir con miedo”.

Para Virgine Despentes, la violación es una diálogo privado entre hombres que declara el poder sobre las mujeres de otros hombres;,es una palabra que una sobreviviente intenta evitar a toda costa hasta que no puede más, también un riesgo inevitable, ihnerente a la condición de ser mujer, lo fue cuando esta escritora fransesa lo leyó en Sexual Personae (1990), de Camille Paglia, cuando los escribió en su propio libro (2006) y parece que lo sigue siendo. ¿Por qué?

LA VIOLACIÓN COMO DOMINACIÓN

Puede que sea porque las relaciones de género obedezcan a estructuras de orden muy arcaicas, explica la antropóloga, escritora y activista Rita Laura Segato; “la violación es justamente la infracción que demuestra fragilidad y superficialidad del contrato cuando de relaciones de género se trata”; y porque a los violadores no les resulta del todo claro que están cometiendo un delito en el momento de perpetuarlo, sostiene Segato en La estructura de género y el mandato de violación

En otras palabras, la violación es un acto de lenguaje corporal que apunta a una masculidad fragilizada y el sujeto no viola porque tiene poder o para demostrar que lo tiene, sino porque debe obtenerlo, reflexIona Segato. Tal vez, porque aún existe una cultura de la violación aún demasiado normalizada y también porque el mito del violador desconocido no es más que un mito construido en beneficio de un orden masculino patriarcal.

“Es momento de decir las cosas tal y como son y es momento de que la gente lo escuche: No te doy el gusto de quitarme la vida, aquí sigo, parada y más fuerte que nunca. Llevo mis cicatrices con orgullo y humildad y voy a luchar con todo lo que tengo para demostrarme a mí misma que puedo resurgir, que soy mucho más que esa mujer que rompiste. [...] Hoy levanto la voz por mí y por todas aquellas que no pueden, por todas aquellas que nunca pudieron, por todas aquellas que siguen en silencio. [...] Yo sí te creo y juntas somos más fuertes. Y especialmente porque hoy ya no te tengo miedo, hoy te toca a ti”, concluyó Andrea.