Actualmente estamos viviendo una crisis en los modelos sociales, políticos, económicos, culturales, ideológicos, educativos, sexuales y en general, en todos los ámbitos. La sociedad como tal y la estructura política-institucional parecieran desvincularse de nuestra realidad cotidiana. Los discursos, las perspectivas y herramientas metodológicas necesitan actualizarse, ya que se han rezagado y no están respondiendo desde las necesidades reales.   

Uno de tantos temas urgentes es el relacionado con la diversidad, seguimos nombrando binariamente solo a hombres y mujeres, y me pregunto entonces ¿dónde queda la diversidad?  Desde la categoría y los instrumentos planteados de la perspectiva de género sabemos que es necesario ponernos estos anteojos para poder observar las diferencias que hacemos entre hombres y mujeres en la vida cotidiana, y cómo éstas diferencias sí tienen un impacto en las/os sujetos en su desarrollo, pero también en los diferentes ámbitos de nuestra sociedad, incluyendo las economías y el Producto Interno Bruto (PIB) de nuestro país. Esto nos da un panorama de una parte de la realidad, sin embargo, cómo podríamos extender esos anteojos para mirar la realidad del tercer género como lo define Naciones Unidas en el caso de las personas que no se identifican ni con lo masculino, ni lo femenino. 

Algo que pareciera poco trascendental para mucha gente desde una perspectiva biológica y hasta moral, en realidad tiene un impacto impresionante que no se ha visibilizado del todo. La perspectiva de género en la vida cotidiana nos muestra que a partir de un hecho biológico al nacer mujer con una vagina y nacer hombre con un pene, nos hace acreedores de un listado de roles y estereotipos que tendremos que realizar a fin de ser prudentemente aceptados en la familia, iglesias, escuelas y en todas las instituciones que componen nuestra estructura social. Sin embargo, biológicamente hablando, dónde queda la población intersex con genitales ambiguos al nacer, y la población hermafrodita, que tiene órganos sexuales femeninos y masculinos.

LA INVISIBILIZACIÓN DE LA DIVERSIDAD

Dejando de lado lo meramente biológico, podemos entrar a lo social y estadístico, preguntándonos, el número que les representa, cuáles son sus necesidades, qué implicaciones tienen al no “encajar” en los prototipos binarios, por qué invisibilizarles, cuáles son las políticas públicas de atención para esta población, entre muchas más preguntas. Desde los derechos humanos sabemos que son universales, inalienables e intransferibles, sin embargo, si no hay un registro estadístico, no existen, si no existen, no hay necesidades, por tanto, no es necesaria un política pública de atención, mucho menos se dará seguimiento al ejercicio de sus derechos, lo cual nos habla de rezagos seguramente en las diferentes esferas de su vida cotidiana.

Al trascender el binarismo actual de hombres y mujeres, tendríamos que hablar de la diversidad sexual en relación con las orientaciones, prácticas o identidades sexuales, lo cual siempre ha existido, como decimos en México ha sido oculto un secreto a voces.  De pronto, según la historia llegará un momento en que la heterosexualidad será “mal vista”. Como en su momento paso que al crecer la estadística del número de divorcios, las y los hijos de padres divorciados eran excluidos, sancionados y violentados, ahora ya no causa ningún disturbio, ya es un hecho común. Ahora lo que podemos observar, es que es visto como “extraño” a hijos e hijas con papá y mamá viviendo en un mismo espacio como familia. Lo cual también nos habla de la crisis de la estructura del matrimonio, que para muchos ya no es tan funcional actualmente, a eso me refiero que somos sociedades en constante movimiento. Lo importante aquí me parece, es el respeto hacia los/as demás, a la diversidad en todo sentido y a la forma de vida que cada quien decida vivir. Si bien somos seres sociales, nos guste o no, hay estructuras que nos limitan, por qué además de todo eso, restringirse y sancionarse por formar parte de la diversidad.  

El mundo es diverso en culturas, gastronomías, perspectivas, países, cuerpos, y placeres, entre muchas más diferencia, y justo éstas nos llevan a crecer como personas y sociedades ¿por qué nos confronta tanto la diferencia? Carlos Monsiváis se refería a “los raritos” aludiendo a la población homosexual del país, visibilizando la carga de éste y otros términos despectivos y discriminatorios, vertidos de violencia hacia quienes se asumen diferentes, del tan mencionado binarismo. Como sociedad no tendríamos que pedir tolerancia a la diferencia, sino ser respetuosos de esa diferencia. Finalmente termino con algo escrito por Freud, quien en 1935 le escribió una carta a una madre afligida porque su hijo era homosexual, y lo envía al análisis con Freud para “curarlo”, les invito a leerla completa, aquí solo mencionaré lo siguiente: (…) La homosexualidad…no es nada para avergonzarse, no hay vicio ni degradación, no puede clasificarse como una enfermedad (…)muchas personas altamente respetables, Platón, Miguel Ángel [y], Leonardo Da Vinci fueron homosexuales (…) es una gran injusticia perseguir a la homosexualidad como un crimen, y también una crueldad(…) lo que el análisis puede hacer por su hijo va en una línea diferente [a lo que usted me pide].

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada en pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.