La economía feminista es una corriente que visibiliza todas las dimensiones del género en función de la economía: qué rol desempeña la mujer, cuál es la organización de la sociedad que ata a las labores del cuidado y de qué manera, el sistema capitalista androcéntrico abona a la desigualdad, a la violencia, a la disparidad de recursos, a la explotación y a las injusticias que afrontan las mujeres para buscar su emancipación y libertad financiera.
Nuestra sociedad está atravesada por las relaciones de poder-género, lo que perpetúa que los varones y mujeres, se encuentren en diferentes posiciones como agentes económicos. La economía feminista es escudo para la concientización y una rebelión en contra del paradigma arcaico que, históricamente, coloca al hombre adulto, heterosexual y blanco como centro de nuestra economía, tomador de decisiones y dominante en la construcción del sistema.
Hablar de la economía feminista es la sostenibilidad de la vida para todas las personas y no sólo para el género masculino heteronormativo y también, es la rebelión de encarar al modelo económico.
¿Por qué es importante la economía feminista?
Visibiliza las injusticias
Cuestiona la manera en que se toman las decisiones económicas a todos los niveles, desde nuestro hogar hasta la repartición y explotación de recursos. La economía feminista coloca sobre la mesa en cómo, el hombre blanco tiene la facilidad de apropiarse de la participación, pues no tiene qué enfrentarse a cuestiones de racismo, homofobia, sexismo, misoginia o discriminación, concretamente, esta corriente deja en claro la relación que surge entre lo social, el género, el privilegio y los engranes de nuestro modelo económico.
Que nuestro sistema sea escrito, decidido y construido con un claro sesgo androcéntrico dificulta que nuestra sociedad se acerque a la igualdad, ¿por qué un sector decide por la vida, trabajo y derecho a recursos de grupos vulnerables?, esta mirada única de nuestra realidad dificulta a que se construyan debates de políticas públicas inclusivas y empáticas.
Repartición y distribución por el bien común
Las disparidades de género es uno de los núcleos más importantes a tratar en el feminismo económico; todo está entretejido y disminuir la violencia de género y abrir camino a oportunidades equitativas, tiene qué ver con nuestra economía.
La economía feminista no intenta que la repartición de bienes y servicios sea perfecta para la ciudadanía, sino de buscar modelos que prevean y distribuyan por el bien común. Donde las corporaciones dejen de explotar el territorio, violenten a las comunidades indígenas, donde las mujeres puedan acceder a las mismas oportunidades de estudio y donde la economía funja como una red por la justicia.
Durante el taller “Capital - Vida : ¿cómo el capital limita la igualdad?”, impartido por economista Natalia Flores, se señaló que si bien la economía feminista velaba por la igualdad de género, es necesario que todos los sectores luchen en conjunto para generar el cambio; “el feminismo no va por la igualdad, sino por la justicia”.
Uno de los ejemplos que colocó la especialista Natalia Flores es cuando observamos la manera en que nosotros, no tenemos la facultad de decidir sobre cuestiones que afectan de manera directa.
“Por ejemplo, en una comunidad rezagada donde llega una gran industria cervecera y decide qué hacer con el agua, ¿por qué las personas no pueden decidir por los recursos de su espacio?, ellos (la empresa) deciden adónde se irá toda esa agua y no hay espacio para que las personas propongan racionalizarla equitativamente o reponer el recurso. El mercado decide qué se hará con esto, con aquello y con nosotros”
Rebelión contra el cuidado naturalizado
Una de las relaciones más íntimas a observar en la economía feminista es el papel que desempeña la mujer al interior del hogar como encargada del hogar y de cuidados. Este rol del trabajo doméstico no remunerado abona en la acumulación capitalista, limita las oportunidades de las mujeres y las somete a una explotación perpetrada por el sistema.
Sobre esto, la revista latinoamericana de ciencias sociales Nueva Sociedad, señala que la idea de los cuidados y la economía se visibiliza a través de entender cómo las mujeres cumplen con una función esencial para el capitalismo: ser una fuerza de trabajo, sin ellas, el sistema simplemente no podría continuar reproduciéndose. Las mujeres deben permanecer en una posición como cuidadoras, coordinadoras de horarios en el hogar, limpieza, transporte de infancias o personas mayores, compra de alimentos, repartición quincenal del dinero y en general, atender toda necesidad que el hombre demande.
“Expresa la necesidad de tomar en consideración el rol determinante de las relaciones de género, especialmente relevante a la hora de explicar la concentración de las mujeres en las actividades de cuidado y su consecuente menor y peor participación en el mercado laboral." (Revista Nueva Sociedad)
Concretamente, el trabajo no remunerado de las mujeres en nuestro país constituye, en gran manera, la acumulación y ganancia de capital para el sistema capitalista.
En una mirada a algunos datos, según información de a Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2021 (ENDIREH) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el trabajo no remunerado en el hogar, representa el 27.6% del Producto Interno Bruto Nacional. Asimismo, si se le pagara a las mujeres la cantidad de trabajo que ejercen en el hogar, ganarían mensualmente 5 mil 190 pesos y aportarían 70 mil pesos a su hogar de manera anual, esto representa 2.7 veces más que el ingreso que aportan los hombres a sus hogares.
El rol de género a la conveniencia del sistema
En México, por cada 100 pesos que gana un hombre, una mujer gana 73. Una disparidad clara donde la mujer tiene menos oportunidades para desempeñarse en espacios que han sido ocupados por sus congéneres, en un vistazo rápido a las compañías, podemos encontrar un rol de género donde las direcciones y áreas financieras son ocupadas por varones, mientras que las mujeres, ejercen en otros espacios de diseño, comunicación o limpieza. Sobre esto, la economista Natalia Flores cuestiona.
“¿Por qué a nuestras niñas les mostramos acciones dedicadas al cuidado?, les enseñamos a jugar a cuidar a un bebé, a ser esposas, a cuidar enfermos, mientras que al niño, se le enseña a jugar con robots y computadoras”
Desde la infancia, el sistema patriarcal y capitalista apunta a que la mujer, debe desempeñar y ocupar ciertas funciones dentro de la sociedad, pero además, se convierte en una relación de opresión interesante, donde aunque la mujer es negada de tener acceso a una vida económica mejor, es la principal distribuidora de bienes y recursos en el hogar.
Una relación que raya en la ironía, pues explica Natalia Flores, los hombres son quienes poseen mayoritariamente tarjetas de crédito, son acreedores de prestamos bancarios, AFORE y tienen acceso a la educación financiera, algo que las mujeres dedicadas al hogar, es imposible. Aún con todo, son quienes velan por las finanzas del hogar.
La economía feminista busca esta emancipación generando mayores oportunidades, invita a la resistencia para que las generaciones futuras puedan salir de lo que el sistema quiere para ellas, que dejemos de percibir a la economía como un fenómeno alejado de nuestra vida, pues es un sector que influye enormemente en la manera como nos relacionamos con el mundo. Esta corriente, también lucha con romper con la naturalización de la supuesta capacidad de las mujeres para cuidar y de eliminar las relaciones patriarcales que, históricamente, encadenan a la mujer a ser fuerza de trabajo no remunerada y sustento en el hogar.
“La economía feminista se caracteriza por poner en el centro del análisis la sostenibilidad de la vida, descentrando los mercados. En consecuencia, el objetivo del funcionamiento económico desde esta mirada no es la reproducción del capital, sino la reproducción de la vida” (Revista Nueva Sociedad, Corina Rodríguez Enríquez)