En la pubertad las mujeres se enfrentan a su primera menstruación, y con ello, a una serie de obstáculos para el acceso a productos de higiene menstrual, especialmente en comunidades económicamente marginadas. A lo anterior se suma el estigma que recae sobre la menstruación, las burlas en la escuela y la vergüenza por falta de educación sexual. 

Las consecuencias del estigma quedan se reflejan en la brecha educativa de género, estudios que demuestran una correlación negativa entre la menstruación y la asistencia a clases, que repercute en el éxito escolar de las niñas. 

De acuerdo con la UNESCO, de los 750 millones de personas analfabetas en el mundo el 63 % son mujeres. La mayoría de las investigaciones que analizan las razones de la inasistencia a la escuela entre las niñas identifican el entorno geográfico y las cuestiones socioeconómicas como factores clave. No obstante, la falta de acceso a productos de higiene menstrual que padecen muchas niñas se instala como otra barrera para la educación de las mismas, sobre todo en los países en vías de desarrollo. 

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Según la UNICEF, 1 de cada 3 niñas en el sur de Asia pierden entre 2 y 4 días escolares cada mes debido a su periodo. En varios países de África las niñas pierden hasta 4 días consecutivos de escuela cada mes debido a sus ciclos menstruales, lo que equivale a un 20 % del tiempo escolar anual. En casos extremos, las niñas abandonan la escuela totalmente una vez que empiezan a tener la regla. 

Falta de higiene en las escuelas

Por otra parte, la falta de infraestructura adecuada para la higiene menstrual de niñas y adolescentes se presenta como otro obstáculo para sus asistencia a clases. Según el último informe de seguimiento del agua y el saneamiento en las escuelas elaborado por la OMS y UNICEF, el 47 % de las escuelas del África subsahariana carece de agua potable y el 33 % no tiene baños apropiados. 

Por otra parte, a causa de los tabúes  y prejuicios que siguen rodeando a la menstruación, hay una falta significativa de información, incluso en países occidentales, las niñas y mujeres jóvenes en algunas zonas de países desarrollados tampoco tienen fácil el control de sus ciclos menstruales y el acceso a los cuidados higiénicos que requiere.

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A este grave problema se le conoce como “pobreza menstrual”  y afecta a una de cada 5 niñas. Una encuesta reciente a 5,000 mujeres y niñas en Nueva Zelanda encontró que el 30 % de las menores de 17 años había faltado a la escuela o al trabajo debido a la precariedad de atención sanitaria y un 53 % había dejado de comprar artículos de higiene en algún momento para comprar alimentos.

Acceso limitado a productos de higiene menstrual

Una cuestión clave es la inaccesibilidad a productos de higiene menstrual debido a los altos costos que estos productos representan, mismos que los convierten en inaccesibles para muchos sectores poblacionales marginados de todo el mundo. 

Muchos países tienen un impuesto sobre las ventas de productos para el cuidado femenino similar a los “productos de lujo”, uno de esos países es  México, con el 16% de impuesto sobre el producto. Por ello iniciativas como la Menstruación Digna han avanzado para incluir en los planes de estudio una correcta educación sobre la menstruación, además de posicionar la importancia de que las escuelas brinden productos de higiene menstrual de forma gratuita. 

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En Nueva York se llevó a cabo el experimento de implementar tampones y compresas gratuitos en las escuelas públicas (también en albergues y prisiones), con ello la tasa de asistencia a clases aumentó en un 3 %. Aunque aún hace falta investigación sobre la relación entre la menstruación y la inasistencia, organizaciones de todo el mundo han señalado la importancia de reducir la pobreza menstrual para reducir la brecha escolar entre hombres y mujeres.

 

Con información de: Mujeres con ciencia

 

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