Con frecuencia se habla sobre la brecha salarial y colectivamente se relaciona con el rubro industrial, mirando pocas veces a un espacio altamente masculinizado; el campo. Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reveló que terminar con las disparidades en este sector traería grandes beneficios, incluyendo la erradicación de la inseguridad alimentaria de toda la humanidad. 

De acuerdo con el documento oficial, en un escenario idóneo donde se cerrara en su totalidad la brecha de género en la productividad agrícola y los salarios fueran equitativos, repercutiría en el PIB mundial, dejando unaa derrama económica de casi mil millones de dólares y además, mejoraría la seguridad alimentaria de 45 millones de personas. 

En perspectiva, el informe acota que las mujeres que trabajan en este sector agroalimentario representan un 36%, mientras que sus congéneres son empleados en un 38%, una diferencia de dos puntos porcentuales que si bien podrían parecer mínimos, es necesario dar lectura a las condiciones de trabajo, la precarización y las mujeres que se desempeñan en la industria. 

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La FAO acota que el papel de las mujeres tiende a estar altamente marginalizado y sus condiciones laborales suelen ser peores que la de los hombres, siendo esto una tendencia global en empleos irregulares, informales o que requieren un uso intensivo de mano de obra. Asimismo, es importante mirar las disparidades que existen en la tenencia de las tierras, pues los dueños de los campos agroalimentarios son hombres, mientras que, difícilmente, la mujer podrá ser dueña de estos espacios.

El poder transformador de la agricultura para las mujeres y el mundo

Existe un estrecho vínculo entre las mujeres y el campo agroalimentario. siendo esta una de las fuentes primarias más importantes, por ejemplo, en África el 66% del trabajo femenino se da en este sector, seis puntos porcentuales más que los hombres. 

En el continente Asiático, las mujeres ocupan 7 de cada 10 empleos agroalimentarios. El director general de la FAO, Qu Dongyu señala en el informe que es necesario abordar las desigualdades de género endémicas de este rubro y una vez que se logre, se podrá poner fin a la pobreza y terminar con el hambre del mundo. 

Lograr unos sistemas agroalimentarios eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles dependerá del empoderamiento de todas las mujeres y de la igualdad de género (Qu Dongyu)

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No basta alcanzar la paridad de género en esta industria, sino que es necesario asegurar la protección, salarios justos y jornadas reguladas. Sólo para poner en el mapa estas disparidades, entre 2021 y 2022, el 22% de las mujeres fueron despedidas a raíz de la pandemia, mientras que sólo el 2% de los hombres perdieron su empleo. 

Históricamente, la mujer tiene una mínima representación ejidal, no es dueña de las tierras y su participación activa en el campo se ve obstruida por los roles de cuidado que patriarcalmente se les ha concedido, en esta línea el documento Mujeres por el acceso a la tierra de la Secretaria de Gobernación señala lo siguiente:

El contexto de la mujer rural en México, se ha regido por estructuras de poder patriarcal arraigadas en cacicazgos que han logrado el control agrario. En ese sentido, el papel histórico de la mujer ha sido relegado al espacio doméstico derivadode un sistema patriarcal que puede llegar hasta la explotación de las mujerespara la realización de actividades productivas sin ningún tipo de remuneración y de ahí el término feminización de la agricultura

La limitación en el acceso a recursos, a créditos, a la educación, la falta de programas públicos con perspectiva de género, la nula promoción de la tenencia de la tierra para mujeres, la precarización y el contexto altamente machista propicia que la industria agroalimentaria permanezca estancada.