El 7 de enero, la Ciudad de México despertó con la noticia de un choque en la Línea 3 del metro, 106 pasajeros heridos y la muerte de Yaretzi, estudiante de 18 años. A partir de este suceso, se desencadenaría una serie de acontecimientos lamentables que colocarían en el ojo público el trabajo de gobernación y el estado del Sistema de Transporte Colectivo (STC). La solución a los cuestionamientos se daría a conocer días después: la incorporación de la Guardia Nacional a nuestro transporte, la premisa principal, la seguridad del pasajero y con todas las interrogantes en el aire, queda imperante preguntarse, ¿militarizar un espacio tan nuestro y diverso como el metro es de utilidad?
En entrevista, Pilar Déziga, especialista en temas de seguridad, coloca sobre la mesa algunos puntos necesarios para comprender el porqué es necesario hacer una lectura transparente en contra de la implementación de la Guardia Nacional (GN) en el Sistema de Transporte Colectivo.
“La jefa de gobierno no ha avisado cuánto tiempo estaría la GN y tampoco se proporcionó hasta qué punto podría entrar o qué funciones va a cumplir en compañía con el sistema de seguridad del transporte. La GN se nos ha dado como lo único que tiene el gobierno para resolver cosas, hemos visto a militares transportando medicamento, libros, en las aduanas también, ¿por qué se le suman actividades de carácter civil a un organismo civil?”, cuestiona Pilar.
Un repaso sobre qué representa la Guardia Nacional
Con el objetivo de alcanzar 50 mil elementos y la posibilidad de crear, en palabras de la 4T, un organismo de élite capaz de combatir la delincuencia a lo largo y ancho de nuestro país, la Guardia Nacional se ha convertido en una de las instituciones más polémicas de nuestro gobierno. Desplazó a una policía civil para darle cabida a militares que no han sido entrenados para atender cuestiones de carácter civil, sino de combate.
La organización Human Rights Watch señaló en 2018 que las Fuerzas Armadas mexicanas estaban hechas para la guerra y jamás para la seguridad pública, además de que se estaba cometiendo un “gravísimo error” pues con la implementación de estas fuerzas castrenses se perpetuarían situaciones de violaciones a los derechos y abusos contra civiles.
El entonces secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, compartió para Proceso que los mandos militares recibirían constantes capacitaciones en perspectiva de género, derecho penal, defensa de derechos humanos, entre otros. Todo esto con la finalidad de que la Guardia Nacional desempeñara sus funciones civiles de manera disciplinada.
Ahora bien, es necesario entender que la GN está desempeñando dos funciones que coexisten en nuestro país: la militarización y el militarismo. Al respecto, Alejandra Robles, internacionalista con maestría en estudios de paz y de conflicto y especialista en derechos humanos, explica lo siguiente:
“La militarización responde a una lógica estrictamente de seguridad pública: las Fuerzas Armadas tomando el mando de la seguridad interior y pública;[en cambio] cuando pensamos en militarismo, lo entendemos desde el involucramiento en alto grado, es decir, en la esfera pública en la política per se, no sólo en seguridad”
Entonces, ¿por qué una fuerza castrense se ha convertido en un estandarte para la seguridad civil?, la Guardia Nacional inició como un proyecto que respondía a la austeridad republicana y una lucha por “eliminar de raíz” la corrupción, creando un órgano “transparente” en el que la ciudadanía pudiera confiar plenamente, sin embargo, aún no queda claro para la ciudadanía hasta qué punto se desdibujan sus funciones para comenzar a ocupar los espacios civiles; espacios que, técnicamente, deberían ser ocupados por policías locales y estatales que son capacitados para lidiar de manera próxima al ciudadano.
“El cuerpo castrense no tiene una capacitación para funciones de seguridad pública, es decir, para un acercamiento con la ciudadanía. Su función tiene que ver más con combate, en una visión de seguridad nacional y no a nivel comunidad, esto último algo que sí deberían hacer los policías locales y estatales”, explica Pilar.
Sin embargo, a estas alturas, se contraponen dos discursos que son necesarios enunciar. Por un lado, se señala por parte de gobernación que la fuerza policíaca es la más grande de América Latina y que se encuentran en constante desarrollo, además de que se han aumentado sus capacitaciones en cuestiones de derechos humanos, sin embargo, aún con todo el desglose de una “policía mejor”, la Guardia Nacional continúa desplazando sus funciones y ocupando espacios que, teóricamente, los “renovados cuerpos policiacos” deberían de atender.
La Guardia Nacional haciendo frente a… fallas estructurales del metro
Por día, se transportan 837 millones 473 mil personas a lo largo y ancho de las líneas del metro y los constantes incidentes se han convertido en una cotidianeidad para quienes lo usan, ya que diariamente se enfrentan a situaciones de fallas eléctricas, retrasos, violencia, robos y una serie de sucesos que permean en la vida de las personas pasajeras.
Podemos distinguir dos vertientes al momento de viajar en el metro, la primera, cuando se trata de situaciones ajenas a la ciudadanía, es decir, que corresponden netamente a una falla del sistema. La segunda, corresponde a todos aquellos conflictos originados por riñas, robos, asaltos, acoso, entre otras situaciones circunstanciales.
Los incidentes que se han suscitado en el Metro de la CDMX apelan directamente a las fallas de infraestructura y mantenimiento de los vagones, por ello, la ciudadanía ha cuestionado la labor de las fuerzas castrenses en ese espacio, pues son situaciones que no tienen que ver expresamente con su seguridad como civiles. Sobre esta lectura, Pilar Déziga indica que los últimos acontecimientos, por ejemplo, el desprendimiento del vagón en la estación Polanco el 15 de enero, responden claramente a una deficiencia de la Guardia Nacional, no porque no cumpla con sus deberes que la competen, sino porque no tiene la capacidad operativa para resolver esta clase de situaciones.
“La GN no está capacitada para resolver los problemas estructurales o mecánicos del Sistema de Transporte Colectivo", reafirma Pilar.
Guardia Nacional: sobre la violación de derechos humanos y los grupos vulnerables
La Guardia Nacional se ha convertido en una de las instituciones con mayor número de quejas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), superando, incluso, al mismo Ejército Mexicano. Del 2020 a mayo del 2022, la GN ha sido denunciada por 1,056 personas, siendo la capital la entidad con mayor número de quejas por tratos inhumanos y violación a los derechos humanos, según información del Sistema Nacional de Alerta de Violación a los Derechos Humanos.
En CDMX, el trato cruel e inhumano, junto con el uso indebido de la fuerza, imparcialidad e ineficacia en el desempeño de sus labores, se encuentran en la cabeza de las principales denuncias; sin embargo, las cuestiones que más preocupan a las organizaciones civiles son la vulnerabilidad a la que se expone la ciudadanía y la clara impunidad que rodea estos acontecimientos, sobre esto, Cristina Reyes, directora de Litigio Estratégico de la asociación civil México Unido Contra la Delincuencia (MUCD), comparte para la BBC lo siguiente:
“Nos preocupa que hemos visto una gran impunidad en casos atendidos por el fuero militar cuando militares cometen delitos contra civiles. Este fuero no garantiza el acceso a la justicia de las víctimas, no hay reparación del daño ni un esclarecimiento de los hechos. Los militares están entrenados para derrotar al enemigo y usar la fuerza letal contra quien usa un uniforme extranjero identificable… pero, en la práctica, cualquier civil puede ser un enemigo”.
El metro de la Ciudad de México es un espacio público megadiverso que se convierte en testigo y punto de encuentro para millones de personas que utilizan el transporte, siendo las mujeres quienes realizan el mayor número de viajes según la Encuesta Origen - Destino del INEGI, 2021.
Contrario a lo que podría parecer como el objetivo de la seguridad ciudadana como motivo primordial de la Guardia Nacional, la realidad es que es importante observar su participación en este espacio con una perspectiva de género, que nos proyecte si realmente esta fuerza castrense posee las habilidades para sobrellevar situaciones civiles. Alejandra Robles, especialista en el tema, ejemplifica esto con dos escenarios:
En el primero, explica Alejandra, es necesario imaginar a un migrante afrodescendiente, al estar la Guardia Nacional en la primera línea de confrontación y contención hacia los grupos de personas migrantes debemos pensar en cómo la presencia de estos cuerpos los vulnera, violenta o discrimina: “Este migrante, ingresando a las estaciones del metro, en una ciudad santuario, como se supone que es la CDMX, y lo primero que ve es una persona vestida con el uniforme de la GN, ¿qué haría?, ¿cómo ese militar lo trataría?, existe una fuerte discriminación por tono de piel, por rasgos faciales, por la manera de hablar”.
Por otra parte, la especialista explica que, en el otro escenario, son las mujeres uno de los grupos más vulnerables al momento de encontrarse con estos grupos dentro del Sistema de Transporte Público, pues no hay verdad oculta en señalar los múltiples abusos y represiones que ha ejercido este cuerpo castrense en contra de ellas.
“Imagina las mujeres que se preparan para el 8M, que vienen en grupos en el metro y que llegan a Revolución vestidas de negro y que desde ahí, estos elementos comiencen a monitorear y observar a estas chicas que simplemente, vienen con elementos morados y verdes, entonces, ¿empezarán a contener desde ahí?, incluso, me arriesgo a decir que, a privarlas de su propia libertad, son cuerpos que están instruidos a reaccionar y no a prevenir desde una lógica de negociación”.
Asimismo, Alejandra indica un imperante pensamiento machista, patriarcal, racista y homofóbico dentro de las líneas que componen las filas policiacas y militares. La especialista lo atribuye a una cuestión social, es decir, a un pensamiento que se encuentra fuertemente arraigado, sin embargo, por parte del Estado debe de existir una injerencia para erradicarlo.
“El Estado no debería permitir ni siquiera chistes homofóbicos y machistas cuando la persona está en funciones y dentro del horario de trabajo. No debería existir tolerancia a cuerpos castrenses con estos pensamientos”.
Paralelamente, Pilar Déziga, comparte que la prueba más fehaciente de que la Guardia Nacional no cuenta con la preparación para lidiar con las personas civiles es la cantidad de actos violentos que se tienen registrados, una ironía que oscila entre miles de personas a lo largo del país que constantemente denuncian abusos militares y, por otra parte, un gobierno que ha negado la participación de estos elementos en violaciones directas contra los derechos humanos.
“Nosotros vemos ante la CNDH que lo que más se repite son las denuncias por uso excesivo de la fuerza y tratos inhumanos. Esto es un problema grave para las mujeres, personas indígenas o pertenecientes a la comunidad LGBT; grupos vulnerables que pueden verse particularmente afectados porque los militares no han recibido una capacitación amplia, que integre todo lo que significa no violar un derecho humano, no hacer uso de las fuerza y respetar las diversidades e integridad de las personas”
El transporte público es un espacio que celebra la diversidad, que es ocupado por mujeres en sus labores de cuidado, estudiantes, participantes de colectivas feministas, migrantes, personas de la periferia que buscan llegar a su destino y que se convierte en un punto donde todas las personas convergemos para hacer uso de un derecho básico: transportarnos. No deberíamos sentirnos temerosas, invadidas, con miedo a ser detenidas o retenidas solo porque un cuerpo castrense se encuentra presente. Son cuestiones que bajo ninguna circunstancia se deberían vivir y menos, en un espacio civil y público. El metro lo hacemos la ciudadanía, pero una ciudadanía con la libertad de moverse sin temor a que el ojo vigilante de la Guardia Nacional se encuentre en cada estación.
“La Guardia Nacional es como un antídoto que nos dan cuando ni siquiera se sabe qué nos está aquejando” (Pilar Déziga)