Antes de que Greta Thunberg se convirtiera en la cara del combate global al cambio climático, antes de ser declarada “La persona del año” por la revista Time y fuera nominada al Premio Nobel de la Paz, era una niña de 11 años que súbitamente dejó de comer.

El mundo la conoce por lo que vino después de ese momento: una profeta adolescente que viaja alrededor del mundo en un bote para extender su mensaje, una inquebrantable activista que protesta frente a los líderes del mundo en el Foro Mundial de Economía en Davos, la apasionada oradora que durante su participación en la reunión de Naciones Unidas se atrevió a cuestionar a los líderes presentes: ¿cómo se atreven?

(Foto de AFP)

A pesar de eso, un fragmento más íntimo de la familia Thunberg fue publicado en “Our House Is On Fire: Scenes of a Family and a Planet in Crisis”.  La narración gira en torno al terror de los padres de una niña enfrentándose a unas crisis personal, a su repentina espiral en 2014; señala su madre Malena Ernman.

“Ella lloraba en la noche cuando debía estar durmiendo. Ella lloraba de camino a la escuela. Ella lloraba durante sus clases, durante los recesos y los profesores llamaban casi diario a casa"

Greta dejó de tocar el piano, dejó de reír y de hablar. Sólo comía minúsculas mordidas de comida específica que sus padres preparaban. Le tomaba horas terminarse un plato de comida o tres horas cuatro gnocchis, señalan en el libro.

"En tan solo unos meses perdió 9 kilos y su presión y pulso sanguíneo mostraban signos de inanición"

Los padres de Greta hacen referencia a que Greta había pasado por episodios de desolación antes, pero los detalles de ver la espiral de su hija, son desoladores. Imágenes de una isla masiva de plástico a la deriva del Pacífico Sur fueron parte de las escenas de un video que Greta vio en la escuela y que fue el motivo de esta caída súbita de ánimo.

A diferencia de otros alumnos que pudieron hacer frente a la realidad de lo que vieron, Greta no podía dejar de pensar sobre eso, hasta el punto que no podía seguir su vida diaria, escribe su madre.

Greta Thunberg ya había sido diagnosticada con el síndrome de Asperger y un desorden obsesivo compulsivo. Su autismo le daba forma a su percepción de la realidad y cómo hacía frente a ella. Las líneas que hablan sobre su historia describen que también le permitía ver la crisis climática en blanco y negro, lo cual era un don.

"Greta tiene un diagnóstico, pero no descarta el hecho de que ella tiene razón y el resto de nosotros nos hemos equivocado”

La presencia e importancia en ascenso de Greta ha estado plagada de teorías de conspiración, desacreditaciones, engaños y acusaciones hirientes hacia sus padres, alegando que solo la usan como títere para avanzar en su agenda, que está adoctrinada y le hicieron “brainwashing” o lavado de cerebro.

“Our House Is On Fire” es el rechazo fuerte a esas falsas acusaciones. Se describe cómo Greta la recuperación de Greta se optimizó por su activismo, y en especial, por su decisión de su decisión de faltar a clases en agosto de 2018, cuando se sentó afuera del parlamento sueco sosteniendo un letrero que decía: Skolstrejk för klimatet” (“Huelga escolar por el clima”)

 

Sus padres no sabían que esta acción tan simple lanzaría un movimiento global. No estaban entusiasmados sobre su plan, estaban preocupados sobre cómo su atención que su hija recibiría, quien recién comenzaba a adquirir la apariencia de normalidad en su vida, afirman sus padres. Sin embargo, cuando vieron que su hija se preparaba para la huelga y que se sentía mejor de lo que se había sentido hace mucho tiempo.

A su padre le preocupaba que la gente desconfiara, que no creyeran que una adolescente podía ser tan apasionada, motivada e informada sobre la crisis climática. Le advirtieron a Greta que siempre iba a ser cuestionada sobre si sus padres la metieron en este activismo. A lo que ella respondía:

“Entonces les diré cómo realmente es. Yo fui quien influyó en ellos, no al revés”

La velocidad y el alcance de la huelga de Thunberg fue sorprendente. En medio del torbellino, momentos pequeños pero vívidos se destacan en el recuerdo de los Ernman: su hija habló con curiosos transeúntes y respondió preguntas de periodistas que se detuvieron para entrevistarla. Se comió un recipiente entero de fideos veganos que le entregó un amigo el tercer día de su huelga. Nadie sabía lo valioso que esto resultaba para sus padres después del periodo difícil que vivieron.

 "Prometo que cualquier padre cuyo hijo no haya hablado con personas durante varios años y que pueda comer solo unas pocas cosas en algunos lugares determinados estará extremadamente feliz de ver esas complicaciones desaparecer”

A medida que el perfil de Thunberg creció, también lo hizo el odio hacia a ella; pronto comenzó a recibir amenazas de muerte. La familia recibió excremento por correo y sus padres fueron objeto de quejas registradas en las agencias locales de servicios sociales.

“Empecé a darme cuenta que me iban a quitar a mi hija. Es posible que no pueda seguir viviendo aquí. El precio de ser escuchado es el odio. El precio de ser visto es el odio”

Aunque el libro no incluye las vivencias que siguieron con la popularidad de la joven activista, como las burlas directas de Donald Trump o el uso de su imagen en una etiqueta vulgar distribuida por una petrolera canadiense; el relato transmite la sensación de que a pesar de los costos de que Thunberg sea una figura representativa en la lucha contra el cambio climático, para sus padres, quienes alguna vez se preguntaban si volvería a hablar o cronometraban cuidadosamente las pequeñas dosis de alimento que ingería, sobresale una sensación de alivio.

Greta se cernía sobre la cúspide de todo lo que pronto se convertiría, una adolescente famosa, amada, vilipendiada, respetada, temida, celebrada. En ese momento, lo que su padre vio fue que su hija finalmente parecía que iba a estar bien.

"¿Orgulloso?" dijo, gritando para ser escuchado por la ovación de la multitud por su hija. "No, no estoy orgulloso. Estoy tan infinitamente feliz porque puedo ver que se siente bien "

 

(Foro Penguin House)

Con información de The Washington Post

(Andrea Virrueta)