Para hacer historia, recordemos que antiguamente las enseñanzas y los conocimientos se transmitían de forma verbal, de generación en generación. Después en la llamada “época moderna” con el desarrollo de la escritura comenzaron a elaborarse escritos muy básicos, lo cual no garantizaba la socialización de dicha información, convirtiéndose así en exclusiva de un sector social que por supuesto ostentaba el poder en diversos contextos sociales y de clase.

Pensemos en el cristianismo quienes elaboraban textos, códices y libros entre otros documentos, los cuales eran negados a la población “mundana” y sólo la clase privilegiada de la iglesia tenía acceso a la información sobre la ciencia, la conformación del mundo, del cuerpo humano, etc. Visualmente recordemos como Umberto Eco describe en su libro El nombre de la Rosa esas grandes bibliotecas inaccesibles para los pobladores, que encerraban literalmente el conocimiento, y quien osaba trasgredir dicha seguridad para accesar al conocimiento prohibido corría el riesgo de morir.

Actualmente, podemos decir que existe una transmisión oral y escrita de la historia, la cual va dejando el registro y testimonio de personas, sucesos, momentos, actividades, movimientos y personas, entre otros. Volviéndose así la historia, una parte relevante de la construcción de una sociedad.

La historia oral desde hace 20 años tiene una función dentro de la sociedad, ha tratado de buscar y aportar elementos de análisis a la sociedad actual, en este sentido ha modificado la relación que había mantenido entre el sujeto y la sociedad. Es decir, la historia tradicional veía al sujeto como objeto de estudio, el cual tenía que ser analizado por “los científicos”, ahora la historia oral pretende que sean las mismas personas las que escriban o den cuenta de la parte de historia que les toca narrar, considerándole ahora, como un sujeto-sujeta activo, el cual forma parte de un entorno que está en constante movimiento, y en el cual existe una relación de intercambio permanente con instituciones, con la cultura, con lo económico, y con lo social, entre otros.

DE QUÉ SE NUTRE LA HISTORIA ORAL

La historia oral se nutre de diferentes disciplinas como la antropología, sociología, la comunicación, psicología social, el psicoanálisis, etc., dicha perspectiva ve a la historia actual como algo integral, la cual debe realizar un análisis a partir de todo el espectro de acciones e instancias que “influyen” en los sujetos.

Dentro de la historia tradicional sólo se escribía de aquellos “sujetos ejemplares”, la historia contemporánea intenta explicar los procesos sociales, a partir de las relaciones que se dan entre los diferentes grupos, sectores y clases sociales, considerando las particularidades simbólicas, económicas y culturales de los sujetos, sin perder de vista los conflictos sociales que reflejan la práctica oficial de los grupos dominantes.  

Y así, durante este tránsito de la historia, un sector poblacional durante muchos años según Joan Wallach Scott fueron las mujeres, dicho desconocimiento comenzó a disminuir en los años sesenta a partir del surgimiento de los movimientos sociales feministas, las políticas en favor de los derechos de la mujer y la construcción de las convenciones y convenios internacionales que reconocen los derechos de las mujeres.

La necesidad de visibilizar a las mujeres surgió en el ámbito académico norteamericano, dándole de alguna manera legitimidad y validez. Antes de esto hubo un primer intento durante el movimiento de la esclavitud en 1840 en el cual se realizaron demandas específicas referentes a los derechos de las mujeres, sin embargo, no hubo posibilidad de sostenerlo. Y no es, hasta que la academia y el movimiento feminista se vinculan, cuando se logra evidenciar su invisibilidad en la historia, aun cuando siempre han participado, mostrando así la ausencia de documentos y registros. Dicho vinculo fue el parteaguas que permitió dar origen a los programas y “estudios de la mujer” congresos, construcción de nuevos métodos para abordar la situación de las mujeres, enfoques que fueron el puente para ser retomados en los diferentes ámbitos sociales y económicos: familia, trabajo, política, estado, ideología y religión, transversalizando la clase, la etnicidad, la sexualidad y la representación simbólica, para así poder diferenciar también las diversas realidades que existen dentro del mismo sector poblacional de las mujeres y cómo estas impactan en su día a día.

Dicha visibilidad académica da el paso a validar y reconocer los aportes de las mujeres en la construcción de una sociedad aun con muchas desventajas, pero inician a ser vista como sujetas de derechos y agentes de cambio, pudiendo actualmente plasmar su mirada y experiencia cotidianidad en la historia. Registrando su paso no solo dentro del ámbito privado, sino también su participación y aporte desde el espacio público.

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada en pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr