La semana pasada fuimos testigos de un episodio francamente vergonzoso. Una pintura del artista Fabián Cháirez exhibida en el Palacio de Bellas Artes, exacerbó lo más rancio de la misoginia y el machismo mexicano.
La representación de Zapata desnudo, vestido únicamente con un sombrero rosa y unas zapatillas con punta de revólver, montado en un caballo con una erección en una posición sensual que, de acuerdo a los estereotipos de género es femenina, generó un amplio debate en torno al “honor” de nuestro héroe de la Revolución.
Los inconformes con la obra consideraron como ofensa que el autor presentara a Emiliano Zapata como “afeminado”. Como si lo femenino fuese inferior a lo masculino. Como si una mujer o un homosexual tuvieran menos valor que un hombre heterosexual. Como si la pintura buscara resignificar el papel que tuvo el revolucionario en la historia de nuestro país.
En un texto de Nexos titulado “Zapata Gay”, Alberto Martínez Fernando escribió que “Nuestra cultura está plagada de burdos ejemplos de representación: el homosexual se aparece como un aspirante a mujer, y un hombre que aspira a ser mujer no puede ser alguien digno o masculino. Lo femenino no es solamente lo opuesto a lo masculino, sino lo indeseable, lo impensable y lo humillante”.
En ese sentido, las reacciones contra el artista y su obra, reflejan una profunda misoginia cultural normalizada, y una homofobia preocupante, escondidas en una absurda defensa que busca preservar una imagen de macho mexicano con todos los “atributos” que se le confieren.
Porque en el imaginario colectivo pensar en lo masculino y lo viril, es pensar en la fuerza del cuerpo, en la ausencia de emociones y sentimientos; en que el hombre puede tener a cuantas mujeres le plazca, por el solo hecho de ser hombre. Porque lo varonil representa lucha y éxito, mientras lo femenino es asociado con debilidad, sensualidad, ternura y emociones.
Esa masculinidad tóxica se nos enseña como si fuese la única forma de ser hombre, reprimiendo nuestras emociones y colocando una pesada loza social en nuestro desarrollo integral.
Un artista no debe gustar a todos, su trabajo no busca quedar bien con todas las audiencias. En el caso de Fabián Cháirez el artista busca la transgresión de los valores culturales asociados al género masculino. Y así lo dijo en varias entrevistas durante la polémica, que su idea era cuestionar la "masculinidad glorificada" en la mayoría de las representaciones de Zapata.
"Hay algunas personas a las que les incomodan los cuerpos que no obedecen a las normas. En este caso, ¿dónde está la ofensa? Ven una ofensa porque (Zapata) está feminizado", dijo en una entrevista para El Universal, mientras defendía su obra creada en 2014.
Y tiene razón el artista. El psiquiatra Luis Bonino, especialista en nuevas masculinidades, define la masculinidad como una arbitraria construcción social donde se impone el dominio masculino en las relaciones de género “está compuesta por un conjunto de valores, definiciones, creencias y significados sobre el ser, deber ser y no ser varón, pero sobre todo, de su estatus en relación a las mujeres”.
Más allá de la narrativa de ofensa por la representación que hizo Fabián Cháirez sobre Zapata, tenemos que reflexionar sobre lo frágil que sigue siendo la masculinidad en nuestro país. Debemos dar la vuelta a la página de las masculinidades tóxicas y reconocer que, como hombres, podemos seguir siendo “masculinos” sin sacrificar las necesidades afectivas o emocionales.
José Manuel Urquijo
Twitter: @JoseUrquijoR
Consultor y estratega en comunicación política e imagen pública. Es miembro de la Red de Jóvenes Políticos de las Américas y en 2017 recibió el Napolitan Victory Award por The Washington Academy of Political Arts & Sciences en la categoría Youth Leadership Award. Tiene estudios en marketing gubernamental, análisis político y comunicación política con perspectiva de género.