El conocimiento indígena se transmite en gran medida a través de la codificación de la ejecución sociocultural de los eventos cotidianos, la expresión local y otras representaciones orales como historias y canciones. En ese sentido, la música ha sido un medio de expresar observaciones y experiencias sobre el universo desde los albores de los tiempos y es un archivo de información ecológica para los pueblos indígenas de todo el mundo que han vivido dentro de sus tierras ancestrales durante milenios, con canciones que incorporan el conocimiento y las enseñanzas de los antepasados. Podemos suponer que hay algún tipo de memoria en las músicas, de la misma manera que hay memoria en la tierra (Spruce & Thrasher, 2008). Sin embargo, esas músicas no forman parte de la historia occidental ya que suponen una forma de archivo alternativo.
La memoria musical indígena es un medio de conexión no solo con su tierra, sino que esos intrincados procesos han sido interrumpidos por el advenimiento de la colonización. Los pueblos indígenas tienen derecho a la libre determinación en sus relaciones culturales y expresión material y pueden hacerlo a través de la música. Como dijo el Anciano Blackfoot Reg Crowshoe (2014), “estamos buscando encontrar esos verdaderos significados de reconciliación y perdón. Necesitamos ser conscientes o volver a enseñarnos cómo acceder a esas historias de nuestros mayores, no solo historias sino canciones, prácticas que nos dan esos derechos y privilegios para acceder a esas historias…” En otras palabras, para recuperar ese conocimiento, necesitan volver a aprender sus músicas.
CANCIONES INDÍGENAS NOS AYUDAN A COMPRENDER ENTORNOS
Las canciones indígenas, como registros bioculturales integrales, nos ayudarán a comprender los entornos y nuestra posición dentro de ellos de una manera más complicada y dinámica. Muchos pueblos indígenas, como los tsimanes de la Amazonia boliviana, transmiten conocimientos tradicionales a través de canciones, y la literatura oral juega un papel crucial en la preservación de sus lenguas y tradiciones. Las canciones tradicionales deben mantenerse con fines religiosos y funcionales (Reyes-García & Fernández-Llamazares, 2019). La interacción de una persona indígena con el suelo, los ríos, los animales y las plantas, así como sus relaciones con otras personas, expresa su apego a la herencia indígena en la vida moderna.
Indígenas tsimanes de la Amazonia boliviana
Las canciones modernas tienen contexto y pasado incrustados en sus letras. Las canciones tradicionales también codifican y modelan la interacción y la intersección adecuadas y respetuosas entre humanos, no humanos, los mundos natural y sobrenatural. La pianista y musicóloga de Diné Renata Yazzie explicó que “las concepciones [indígenas] de la funcionalidad de la música pueden diferir enormemente de la música artística y los ideales de la música de los colonos. Nuestra música puede ser medicina, historia, incluso derecho. Puede tener agencia” (King, 2020). Como erudita indígena, reconoce la importancia de la soberanía de los espacios sonoros en la tierra tradicional y el hecho de que los nativos americanos no son un monolito.
Los musicólogos están cuestionando el papel de las formas de música artística occidentales en la colonización de las Américas. J. Peter Bukholder (2009), por ejemplo, se pregunta cuál es su papel en la narrativa estadounidense y cómo encajan en ella otras formas de música. Sin embargo, varios autores indígenas como Aura Cumes (Maya) y Yásnaya Elena (Mixe) entienden la única definición de la historia occidental como una construcción colonial; de ahí que las músicas indígenas no le pertenezcan. La escritora afrocaribeña Sylvia Wynter (1989) comprendió que hay una manera de reinventar la humanidad en movimiento y ritmo. Para interrumpir el problema de la versión biocéntrica del mundo, que es lineal y estrecha, es necesario entender que la historia es rítmica y amplia.
La musicóloga e historiadora de la música andina Patricia Pauta Ortiz (2015) analiza los símbolos y cómo sus antepasados transmitían sus conocimientos. “Solo así podremos conocer el valor de una quipa, que es un caracol marino. Su sonido convoca, anuncia, pide permiso a los dioses, integra comunidades a festivales y ceremonias”. Pauta apunta que hay códigos sonoros para cada ocasión y, de esta forma, esta música cobra sentido.
Quipa, un instrumento musical
Para Pauta (2015) y otros investigadores indígenas, la música es un componente clave de su cultura, y en los Andes, la música siempre ha sido un gran identificador y definición del espíritu indígena y autóctono. Pero la música no es estática: es un ser vivo que cambia en conjunto con la sociedad que representa. Ella identifica que hubo una parte conceptual que generó esta música y los antepasados tenían otras estéticas y patrones. En su libro analiza el concepto de lo andino, que no se concentra en la Serranía, sino que es un término polisémico que incluye la Costa y una parte de la Amazonía (área de influencia de la cordillera). Por eso, dice Pauta, la música andina integra una multiculturalidad y una multiétnica.
En ese sentido, los instrumentos musicales van de la mano con los diferentes períodos por los que atravesaron las culturas. En la edad de piedra, por ejemplo, se utilizaron litófonos y poco a poco se fueron integrando otros. “Cuando aparecen los metales, aparecen flautas de oro, campanas, campanas…” Según Pauta, los materiales ofrecen una especificidad en el sonido y cada uno cumple una función. Por ello, con el paso del tiempo se fueron incorporando nuevas propuestas musicales para expresarse. “No se descartó ningún instrumento, y eran ricos en diversidad”.
La lucha de los pueblos indígenas por preservar su patrimonio cultural en la gran ciudad y el mundo urbano ha estado marcada por el aprendizaje, uso y preservación de su idioma, costumbres, ceremonias y tradiciones musicales y culturales tradicionales, así como el desarrollo de sus propios sistemas asociativos. Al hablar de la conexión de lenguajes y música, la lingüista y escritora mixe Yásnaya Elena (2020) explica que “[una] característica en común entre los chamanes tseltales, los cantantes paipai y rarámuri, los juglares y los djeles es que su poética prescinde de escritura; en cambio, la memoria se constituye como el soporte por excelencia en el que se han plasmado tejidos poéticos a través del canto”. Lo que significa que el mayor corpus de literatura indígena está compuesto por música.
La palabra del chamán, con su fuerza, con su energía curativa, con su musicalidad es canto destinado a entrar en los otros mundos y dialogar con las deidades, señaló la historiadora Mercedes de la Garza.Foto de José Ángel Rodríguez
En esa misma nota, la escritora rarámuri Cely Palma escribió en su extraordinario libro escrito originalmente en lengua rarámuri y titulado Mirada interior (2015) en español, “el ‘escritor rarámuri’ no se imagina a sí mismo como un escritor; su primer trabajo es cantar, y cantar es un acto comunitario cuyo servicio nadie cuestiona porque es tan necesario como cualquier otro”. Su abuelo, el gran músico y cantante rarámuri Erasmo Palma, compuso más de 600 creaciones que muestran este antiguo matrimonio entre el canto y la poesía.
En Occidente, sin embargo, la canción y la poesía se divorciaron gradualmente hasta que quedaron totalmente separadas en el canon contemporáneo. Lejos de las ferias del libro, la academia y las bibliotecas, persisten prácticas en las que la poesía está más asociada a la voz que a la prosa, estando más asociado el canto al libro, y estas tradiciones son consideradas como un acto cultural básico como cualquier otro que no sea validado. Hay rituales poéticos relacionados con la curación, los festivales y las ceremonias, que lamentablemente se ven interrumpidos por autores, subvenciones, becas o recompensas; se trata de prácticas literarias asociadas con la curación, las celebraciones y las ceremonias que lamentablemente están al borde de la extinción debido a la extinción lingüística. Cada vez que muere un músico indígena tradicional, debemos pensar en todo esto: trae todo un mundo poético a la otra dimensión con su memoria y expresión.
Jennifer Rubio, mejor conocida como Ciguapa, es una educadora y escritora dominicana. Divulga sobre antirracismo y feminismo a través de las redes sociales y ha trabajado como profesora de música en República Dominicana. Es parte de la colectiva AFROntera.
Twitter: @soyciguapa