“¿A qué amigos vas a invitar a la fiesta le cumpleaños?”, le pregunta una abuela argentina a su nieto un par de semanas antes de su fiesta de cumpleaños. El niño enumera a siete varones y la abuela, extrañada, le pregunta si es que no vendrá ninguna niña a la celebración.

El niño le responde: “Sí. Obvio. Es que dijiste amigos y no amigues”. Esta escena se repite cada vez más dentro de clase media progresista de Buenos Aires y otras ciudades argentinas, mientras los sectores más conservadores rechazan ese tipo de cambios lingüísticos de forma abierta.

Las palabras alumnes, todes, chiques ya las comienzan a usar jóvenes argentinos, chilenos y algunas comunidades feministas en México para relacionarse entre ellos en busca de la igualdad.

El morfema “e” tomó visibilidad durante las manifestaciones multitudinarias a favor del aborto en 2018 en Argentina. Es que el lenguaje es inclusivo para los pibes es un tema serio. Leandro Estupiñán escribe en On Cuba News que en una visita aquel país del cono sur, sus amigos le preguntaron ““¿Qué tal te va con el lenguaje inclusivo?”. La pregunta tornó a una charla de reflexión; sin embargo, el debate sigue dentro de las instituciones de la lengua.

 

“Cuando en la escuela dicen niños, me siento excluida”

La Real Academia Española (RAE) se ha resistido a la la Constitución a un lenguaje más inclusivo, insiste en que el género masculino en castellano, es un género neutro, donde las mujeres deberían darse por subsumidas. En este sentido indican:

“Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto”.

La lucha de académicos de la lengua y feministas por aceptar el lenguaje inclusivo recae en la necesidad de visibilizar al género y mostrar las diferencias, si no es nombrado no existe, dicen analistas del discurso.

La RAE debate estos días, finales del 2019, aunque se prevé que la decisión final aún tarde en llegar, una petición de 2018 del Gobierno de Pedro Sánchez para adaptar la Constitución a un lenguaje más inclusivo con la introducción de términos como “trabajadores y trabajadoras”. El texto en discusión se basa en la denominada “doctrina Bosque”, un documento de 2012 del académico Ignacio Bosque. Ya entonces, la institución, tras analizar nueve guías de lenguaje no sexista, decidió que esas recomendaciones contravenían “no solo las normas de la RAE, sino también de varias gramáticas normativas”.

Cuando el académico Ignacio Bosque presento el informe Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, respaldado por el pleno de la Real Academia de la Lengua,  a la pregunta que le hicieron sobre los mensajes que se le podría dar a los profesores, sobre todo a los de primaria y secundaria, el académico dio el ejemplo:

“No estoy seguro de en qué medida han calado las propuestas de estas guías entre los profesores de Enseñanza Media, pero algunos amigos me decían hace poco que sus hijas no sabían si debían considerarse excluidas o no cuando en la escuela se hablaba de niños o de alumnos”.

El lenguaje inclusivo cada vez más presente

En 2019, las búsquedas de este término “they”, el término que utilizan las personas que no se identifican con un género, se incrementaron más de un 300% respecto a años anteriores, según datos del diccionario que incluyó la palabra el pasado mes de septiembre. “Su uso se ha extendido en publicaciones, en redes sociales y también entre los anglohablantes en su día a día”, explica la institución, “no hay duda de que se ha establecido en la lengua inglesa”.

En el caso del castellano, el morfema -e para el genérico, por el momento, no ha llegado a los plenos de debate de una institución con 46 sillones, solo ocho ocupados por mujeres.

"El lenguaje inclusivo no es un lenguaje, sino el espejo de una posición sociopolítica", responde la presidenta de la Academia Argentina de las Letras, Alicia Zorrilla.

"Carece de fundamento lingüístico, está fuera del sistema gramatical", remata.

“La historia de las lenguas enseña (a quien la conozca un poco) que los cambios en el habla y en la escritura no se imponen desde las academias ni desde la dirección de un movimiento social, no importa cuán justas sean sus reivindicaciones”, escribió Beatriz Sarlo en octubre de 2018 en Babelia.

“La militancia puede favorecer esos cambios, pero no puede imponerlos”, concluye