¿La exclusividad en las relaciones románticas puede asimilarse a la idea de la propiedad privada? La acumulación de bienes es una de las características del sistema económico capitalista, sistema cuyas premisas económicas se trasladan al campo de las relaciones sociales.
El sistema monógamo, de acuerdo con la definición de Brigitte Vasallo, es un sistema que estructura de manera jerárquica todas nuestras relaciones sociales, más allá de las relaciones de pareja, explicó Daniela Cerón, psicóloga feminista egresada de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) durante su exposición “Desmontar la monogamia, nuevos vínculos relacionales” que se presentó en la Primera Feminaria Sobre las mujeres y el amor, organizada por Tallecitas Feministas.
“Este sistema también es un sistema de control biopsicopolítico, lo aprendemos en todas lados, lo aprendemos en los medios, en la socialización y en la educación. Todos los medios nos bombardean sobre cómo debemos relacionarnos, como debe ser una pareja, como debemos mantener las relaciones. Sin saber de dónde, aprendemos a relacionarnos de esta forma, está tan interiorizado en nosotras y en nosotros que no lo cuestionamos”, dijo la psicóloga.
La monogamia también apela al control de la sexualidad, y específicamente, al control de la sexualidad de las mujeres. Pero la monogamia no se trata únicamente de una imposición patriarcal, ya que está estrechamente relacionada con el sistema económico y político predominante.
De acuerdo con Daniela Cerón, el sistema monógamo se sostiene en cuatro pilares principales: el capitalismo, el patriarcado, la heteronormatividad y el judeocristianismo. No obstante, la relación entre la monogamia y el capitalismo va más allá de ver a la pareja como propiedad privada, idea que es concretizada a través de la institución matrimonial. Se trata de toda una concepción del amor basada en la mercantilización de los cuerpos y los afectos.
¿Cómo se relacionan la monogamia y el capitalismo?
Los principales postulados del capitalismo son la acumulación de capital, la propiedad privada, la exclusividad de productos y la disponibilidad de mercancías, cuestiones que se ven trasladadas al ámbito de las relaciones sociales, donde terminan por mercantilizarse los cuerpos y los afectos.
“El capitalismo más allá de ser un sistema económico es un sistema que trasciende nuestras vidas, que dirige la forma en la que nos estamos relacionando”, afirmó Cerón. “Esto a nivel macro lo podemos observar en el sistema económico pero también se traspola al mundo de las relaciones sociales”, agregó.
La psicóloga enfatizó que, a la problemática de la mercantilización de las relaciones se sumó el neoliberalismo y la falacia del libre albedrío:
“Lo que trajo el neoliberalismo es esta falacia del libre albedrío, esta concepción de que cada quien tiene la agencialidad para tomar sus propias decisiones, tiene libre decisión. Esto hace que nos descontextualicemos, que pensemos que toda la responsabilidad recae en los individuos sin tomar en cuenta el contexto que está detrás, en este caso el sistema económico y político”.
La mercantilización de las relaciones de pareja y la cosificación de los cuerpos
Los postulados económicos se trasladan al mundo de las relaciones sociales, como es la mercantilización de las relaciones. Un ejemplo claro son las aplicaciones para buscar pareja, que, en palabras de Daniela Cerón, son básicamente “un catálogo de cuerpos”.
“El capitalismo, en esta mercantilización de las relaciones se vale de los estereotipos, estos estándares inalcanzables tanto para hombres como para mujeres, que se vuelven un referente al cual debemos aspirar y el cual pretendemos alcanzar en algún punto”, afirmó la psicóloga.
De acuerdo con Daniela, los estereotipos trabajan al servicio del capital, y es por eso que se ha creado un amplia gama de productos de belleza de todos los tipos y marcas, pero también se venden servicios orientados a la intención de llegar al estereotipo de belleza, como son las operaciones estéticas.
En ese sentido, las personas y las relaciones se convierten también en productos de consumo que conllevan a la cosificación de los cuerpos, pero también a la idea de obtener esos productos de forma exclusiva, como si los cuerpos o los afectos se trataran de propiedad privada.
Según indicó la psicóloga, existen diversas consecuencias provocadas por las ideas predominantes de las relaciones amorosas, que se dividen en tres: psicológicas, conductuales y sociales.
La mercantilización de las relaciones no sólo contribuye a deteriorar la autoestima de las personas y provocar inseguridades, las consecuencias conductuales se ven reflejadas en los celos, la violencia y la competencia constante. Finalmente, las consecuencias sociales se presentan con la individualización, la satisfacción propia y la cosificación.