El algoritmo de Instagram tiene un doble discurso, por un lado favorece las publicaciones con poca ropa —hay mayor probabilidad de que nos encontremos en nuestros feed’s (perfiles) este tipo de fotos— y por otra parte, censura los desnudos, señaló un estudio realizado por la organización alemana de investigación y defensa centrada en la toma de decisiones algorítmicas Algorithm Watch, en colaboración con la European Data Journalism Network.
Las imágenes que sexualizan al cuerpo, donde se cosifica y se muestra más piel, se reproducen con más frecuencia que otro tipo de contenidos porque el algoritmo quiere despertar fácilmente la atención del usuario para que siga utilizando la plataforma. Las fotografías que se muestran son de mujeres en ropa interior o trajes de baño y de hombres con el torso desnudo.
En el estudio participaron 26 voluntarios quienes instalaron un complemento que registraba su comportamiento en Instagram. Además, se les pidió que siguieran a 37 creadores de contenido provenientes de 12 países que utilizaban la red social para publicitar sus marcas y llegar a nuevos clientes. Así, entre febrero y mayo, el equipo analizó el tipo de publicaciones que aparecían con mayor relevancia en las cuentas de los usuarios. Los resultados revelaron lo siguiente:
Con un total de 2400 fotos y 1737 publicaciones, se determinó que el 21% mostraba a mujeres y hombres en traje de baño o ropa interior y con el torso desnudo. El estudio también determinó que hay una probabilidad del 54 % de ver desplegadas publicaciones en las que una mujer productora de contenido aparezca en traje de baño o ropa interior que las publicaciones en las que aparece con un atuendo completo o en las que se muestran objetos o paisajes.
En el caso de los productores hombres, las publicaciones en las que aparecen sin camisa tienen una probabilidad 28 % mayor de aparecer en las noticias de los usuarios que las publicaciones con otros contenidos.
¿Cómo funciona el algoritmo?
En 2005, los ingenieros de Facebook explicaron que el algoritmo funciona de dos formas: por un lado, la red social le enseñaría al usuario contenido relacionado a sus intereses e interacciones y, por otra parte, el algoritmo también podría calcular, de acuerdo al comportamiento pasado de todos los usuarios del servicio, lo que debería mostrar y lo que no.
Las dos fuentes de información que el algoritmo usa para calificar el posible éxito del contenido no sólo hablan de las preferencias personales de cada usuario, sino que muestran aquellas cosas que todos los usuarios de la red le han enseñado al algoritmo que quieren ver o que les genera un mayor enganche e interacción, de forma que estos contenidos se muestran más y por lo tanto, se consumen más, lo que resulta en un círculo vicioso con sesgo a otros contenidos.
De este modo, un comportamiento inducido de forma artificial hace que los usuarios piensen que a los otros les gusta más este tipo de contenido y comiencen a generarlo para obtener premios y gratificaciones como likes, comentarios o seguidores. Esta estrategia también la usan grandes empresas para publicitar sus productos: sexualizan al vendedor para incentivar la compra, lo que lleva a la cosificación del cuerpo.
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¿Qué hacer?
Los consumidores de contenido en redes sociales pueden hacer poco para evitar los algoritmos, pero una alternativa para reducir la sexualización y cosificación del cuerpo es exigir a los gobiernos que se comprometan a auditar los algoritmos de las compañías tecnológicas y asegurarse de que, en lugar de sexualizar al cuerpo para vender y enganchar al usuario, se dignifique y empodere a los consumidores y su toma decisiones.
Con información de El País