Muchos de los estudios sobre los roles de género en las familias se han realizado desde un modelo hegemónico de las familias, las cuales están conformadas por un hombre proveedor económico, una mujer-esposa encargada del trabajo doméstico, e hijas y/o hijos, en el que existen reglas y normas que exigen seguir pautas en sus relaciones y en su vida.
A lo largo de la historia, se ha cuestionado qué es la familia. Cuando se habla de familia en el imaginario social, en general se refiere a las familias biparentales constituidas por dos personas del sexo opuesto con hijas y/o hijos probablemente porque son las más reconocidas en los diferentes ámbitos, social, económico, político, etc. Conforme las familias se reconfiguran se van reconociendo familias formadas por parejas sin hijas y/o hijos, las familias extensas, las familias compuestas, las familias monoparentales, familias del mismo sexo, etc. No hay un solo tipo de familia, sino una diversidad de éstas.
Al género masculino o femenino se le asignan valores y son la causa principal de mantener los roles asignados socialmente a los sexos, lo que genera estereotipos, que son generalizaciones basadas en ideas preconcebidas o prejuicios que se tienen acerca de cómo deben ser las personas. Así, las expectativas de comportamiento que existen para cada sexo responden a modelos socialmente aceptados para que las personas desarrollen fácilmente un grado importante de identificación con los mismos.
En casi todas las sociedades, los roles de las mujeres generalmente se asocian con el ámbito doméstico, con la crianza y los cuidados de las familias. Por lo general, los roles masculinos están relacionados con el espacio y las actividades fuera de los hogares, en el ámbito público y con el trabajo del mercado. Frecuentemente los roles de género se consideran como “naturales”, pero no lo son. Su naturalización se debe a la repetición de las asignaciones de tareas a los hombres y a mujeres en los ámbitos público, privado y doméstico. Estos roles están igualmente sometidos a la valoración jerárquica implícita en las relaciones de poder. Las tareas femeninas son menos valoradas que las masculinas, lo que tiene como consecuencia que las mujeres también sean menos apreciadas en su condición humana.
A los hombres se les atribuyen roles como que son proveedores de la economía de los hogares, para lo que salen a trabajar, son quienes deciden cómo educar a sus hijas/os, qué bienes materiales se adquieren; mientras que las mujeres, como parte de sus roles son quienes preparan y sirven los alimentos, cuidan a sus hijas/os y a las personas que lo necesitan en el hogar. Estas actividades sólo son algunos de los ejemplos en los que los roles de ser una mujer o un hombre se expresan. Así mujeres y hombres en las diferentes sociedades han cumplido con ciertos roles de género, cada día cuestionándolos más. Por ello, podríamos preguntarnos quién o quiénes harán la cena y/o las compras de los regalos en cada una de nuestras familias ¿las mujeres, los hombres o participaran todos y cómo lo hará cada quien?