Durante años escuchamos la palabra “solterona” y según la Real Academia Española (RAE) significa: “persona entrada en años y que no se ha casado”. Desde mi perspectiva es un término injusto, además de agresivo y discriminatorio, ejerce una carga social hacia la mujer, pues da por sentado que una vez más, si no es madre o no se tiene una pareja, no posees un valor social alto. Por eso en pleno siglo XXI con la cuarta ola feminista y con cada vez más mujeres libres e independientes, tendremos que hablar acerca de las mal llamadas “solteronas”, a las que prefiero nombrar “tías buena onda”. Yo las definiría como esas mujeres que han decidido no tener hijos o aún no llega el momento de pensarlo o planearlo, sin importar los personales motivos, aunque su círculo de amigas ya son madres, ¿Les suena familiar?.

Recordemos cuando teníamos 15 o 20 años y solíamos pertenecer a ese grupo de amigas inseparables, aquellas a las que elegimos como hermanas y cómplices, con las que compartimos risas, fiestas, borracheras, enojos, lágrimas y en ocasiones pactamos no separarnos jamás, pasara lo que pasara. Pero la vida es una rueda de la fortuna y entre tanto giro se han pasado ya algunos años y las cosas han cambiado, aquellas amigas decidieron ser madres y tu aún no lo eres. ¿Cómo vives esta etapa? ¿Cuántas veces te han lastimado con esos comentarios lascivos que critican el no ser mamá?, y ¿cómo ha cambiado la relación con tus amigas que ahora viven la maternidad? Estas son aquellas preguntas que algunas mujeres contestaron para La Cadera de Eva.

Guaypi es una mujer de 41 años, vive con su novio y desde hace tiempo decidió no tener hijos, se siente segura de la decisión que tomó, pero comenta que el proceso no fue fácil, su entorno cambió.

“Me siento una mujer libre, hubo un momento en que sí era mucha la presión, me preguntaba si estaba tomando el camino correcto, pero hoy en día veo a mis amigas que son madres sufrir tantísimo y amargarse porque de todas las mamás que conozco definitivamente sólo dos con esfuerzo y honestidad aceptan que esto es difícil y aman a sus hijos”.

Su relación ha cambiado radicalmente, “con la mayoría ya no me hablo, hay dos cosas que te dicen que son muy hirientes, uno es que tú ya no entiendes nada porque no has tenido hijos y te vuelves alguien fácilmente subestimable”.

Algo muy similar pasa con Karen de 36 años, casada y sin hijos.

“Me he alejado de bastantes amigas, sobre todo con algunas que al tener un hijo dejaron de ser ellas y ahora todo gira en torno de sus hijos. Pareciera que viven a través de sus criaturas- ‘¿Cómo estás?, ¿cómo te sientes?, ¿cómo vas con tus proyectos personales?’, son preguntas que se responden con un –Bien. ¡Ay! ¡Te cuento que el bebé hizo esto por primera vez!”.

De todas las mujeres que entrevisté, el 90 por ciento coincidió en que han sentido que el mensaje que les envían sus amigas inmersas en la maternidad, es que la felicidad y plenitud se encuentran únicamente en lo relacionado a esos hermosos pequeñines, que definitivamente llegan a ser los consentidos de “las tías buena onda”. Porque el hecho de no haber vivido un parto o tener la gran responsabilidad de un hijo, no significa que dejen de ser empáticas y amen profundamente a los queridos “sobrinos”.

Rosis de 37 años, administradora y soltera, comentó sobre esa felicidad que le exigen, argumentada en frases como: “Al menos yo ya me casé y tengo hijos, aunque el matrimonio y los hijos sean un desastre” o “deberías tener un hijo, no puedes estar sola siempre”.

Paul Donal profesor de Ciencias de la Conducta en la Escuela de Economía de Londres, ha llegado a la conclusión de que “en el caso de que fuera posible determinar un prototipo ideal de persona feliz, este sería el de una mujer no casada sin hijos”. Dolan y su equipo analizaron la información de una base de datos llamada Encuesta del Uso del Tiempo en Estados Unidos, de acuerdo con los resultados obtenidos, las mujeres que no habían vivido la experiencia del matrimonio ni la de tener hijos, fueron el subgrupo con los índices de bienestar más altos del sector analizado, además de tener una esperanza de vida ligeramente superior que las madres casadas.

Mientras que para otras mujeres es menos traumático y doloroso que su círculo de amigas comiencen a ser mamás, pues viven una maternidad incluso compartida, empática y recíproca en donde las dos partes no se olvidan que ahora son distintas pero el amor persiste y deben ser solidarias.

Otro caso es el de Anahí, bailarina de 30 años, en su entorno son cada vez más las que se vuelven madres y ha entendido, en el caso de su hermana, que ahora toda la atención es para su sobrino. Confesó que de vez en cuando necesita ese espacio que solían tener, entre hermanas, también ha aprendido a llevar esta nueva etapa con sus amigas que son mamás, y nos cuenta: “Compartimos diferentes tipos de espacios, los temas y las dinámicas cambiaron. Algunas de ellas son colegas bailarinas que a veces llevan a sus hijas a ensayar y es lindo verlas crecer, entre todas las vamos cuidando. Yo he tratado de darles su tiempo y su espacio, pero también estoy súper consciente de lo excluyente que es la sociedad con las mamás, así que trato de mantener la comunicación y los mensajitos. Estar al pendiente de ellas sin ser invasiva, pero que sepan que aquí está su amiga. Invitarlas a cosas que sé que podrían realizar con “hijes”, o planear las salidas en la noche para que puedan resolver el cuidado nocturno”.

 

Gloria, soltera de 37 años, se describió como “la tía hippie come flores”.

“Con algunas de mis amigas reflexiono acerca de lo complicado que sería y de cómo podría yo ser parte de ser su red de apoyo, y con otras trato de acercarme de acuerdo a lo que ellas y sus condiciones me permitan. Lo que si resulta un común denominador o por lo menos para mí en sus procesos, es que no es algo que solo sea color de rosa y lleno de algodón de azúcar flotando en el aire y que la maternidad es todo menos bonito, o sea, y dicho por ellas, no es bonito que se te aplaste todo por dentro, es bastante incómodo. Curiosamente cuándo ellas me hablan de esa experiencia de incomodidad más puedo sentir empatía”.

No todas pensamos lo mismo y nuestros objetivos no son iguales, aunque deberíamos practicar más la sororidad, como lo hace Lupita de 39 años, que siendo soltera, encuentra una característica casi única y propia de las mujeres que han sido madres, “ese brillo en los ojos”.

“Ya no podemos convivir como lo hacíamos, salir o hacer nuestra propia fiesta, cuando llegamos a vernos tienden solo a hablar sobre sus hijos, o de lo que no hace el esposo, que es un hijo más para ellas, lo cual eso no me molesta porque es padre saber cómo viven la experiencia de tener a su bebé, ver cómo les brillan los ojos y su rostro cambia”.

Independientemente que el ser madre sea una experiencia inolvidable, no debemos dejar de lado nuestra importante individualidad; mantener esa premisa es un reto y toda mujer debería luchar por ello.

Estefanía Quartino es periodista, comunicóloga, co- conductora de Fórmula DDN, feminista y amante de los animales.

@estefyquar