“Me da miedo la oscuridad. Me dan miedo otros hombres. Me intimidan. Quiero convertirme en aquello que me intimida”.
“I’m afraid of the dark. I’m afraid of other men. They intimidate me. I wanna be what intimidates me”.
Esta línea es de Casey, personaje masculino de la película El arte de defenderse (The Art of Self Defense) de 2019.
Casey, es un hombre en sus treintas. Un oficinista, amable, de buenos modales; para el personaje que representa la masculinidad tóxica, su maestro de karate, su sensei, Casey es un tipo amanerado que necesita ser “más masculino.”
¿Qué es ser “más masculino”?
¿Qué es ser un sensei?
La sinopsis de esta película es una versión oscura y distópica (con humor del mismo tono) del Karate Kid. Un personaje que busca defenderse de otros hombres, y que considera que a través de la guía de un personaje absurdamente “masculino” (su sensei) puede llegar a dejar de tener miedo de otros hombres. El sensei, es una versión retorcida de Miyagi (de Karate Kid), con sabiduría para entender y dominar el mundo masculino, y para este personaje, al hacerlo se domina el femenino.
Es un diálogo oscuro pero que ejemplifica la visión masculina sobre la dominación de otros hombres y la posición de las mujeres frente a este “universo masculino” idealizado por el sensei. Esta versión de la masculinidad, exageradamente violenta y hegemónica, es representada figurativamente por este sensei que actúa como una versión perversa del padre o tutor de Casey: “…cámbiate el nombre, porque es demasiado femenino”, diría el sensei. Él es capaz de humillar, golpear o matar a otros hombres que duden de sus métodos para enseñar a llegar a lo “masculino”.
Si bien los estudios de género se mantuvieron enfocados inicialmente sobre las mujeres (Women´s Studies) como la gran incógnita, como la gran desconocida de la humanidad, y su abordaje e investigación sobre ellas (su papel en la economía, en la política, en las relaciones humanas, en las domésticas, sobre su invisibilidad en las ciencias o en las artes, sobre la desigualdad y las relaciones de dominación, las concepciones socio-culturales de la feminidad, los roles domésticos y laborales convertidos en estereotipos), muchos autores en los años ochenta, consideraron que los hombres eran otros desconocidos de la humanidad. Que se había sobre-identificado a partir de un solo modelo de hombre, la del hombre patriarcal: del proveedor, preñador y protector. Dicen que cada época tiene su propio tema en qué pensar.
Los años ochenta nos mostraron en todos los productos culturales, que el hombre arriesgado y agresivo siempre sería el vencedor. No importando en qué contexto: en las películas habría un Rambo, un Rocky, un Karate Kid, un 007 o un Gordon Gekko (Wall Street) que daría una apología a la avaricia y al logro personal. En los libros, habría un Jack Ryan de Tom Clancy, un Jean-Baptiste Grenouille (el Perfume) de Suskind o un Patrick Bateman (Psicópata Americano) de Bret Easton Ellis que muestran un hombre determinado, voluntarioso, hábil, inteligente, diestro que se saldrá siempre con la suya.
¿Es lo que buscan ser todos los hombres?
Era necesario el estudio profundo de esos miedos y temores de esa aparente concepción universal de “lo masculino”, y determinar si esa masculinidad hegemónica o hasta ese momento era lo universalmente aceptado, no tendría otras formas subyugadas y predeterminadas por el contexto y tiempo.
Es así como los estudios de las masculinidades (Men´s Studies) van a plantear que no existe “la masculinidad” en singular, sino múltiples y que las concepciones y las prácticas sociales sobre ella, varían según los tiempos y los lugares; y que no hay un modelo universal y permanente válido para cualquier momento o lugar. Para el investigador Michael Kimmel (1997), "la virilidad no es estática ni atemporal, es histórica; no es la manifestación de una esencia interior, es construida socialmente; no sube a la conciencia desde nuestros componentes biológicos; es creada en la cultura. La virilidad significa cosas diferentes en diferentes épocas para diferentes personas.”
Es decir que hay varias caras de la masculinidad, y que dependen siempre de un contexto, de una cultura. Apoyando los estudios feministas que son correlacionales a los masculinos, no se puede entender el deber ser (los imperativos morales de cada sociedad) sin una construcción de una realidad cultural. Asi, pareciera que hay una universalidad de concepción de lo “masculino” entre un latino y un anglosajón, ya que los imperativos morales se parecen pero cuando profundizamos en la cultura de cada uno están las diferencias: para el anglosajón, lo “viril o muy masculino” está en la idea del ser independiente, de forjarse a sí mismo. Mientras que la idea del sujeto “masculino ideal patriarcal” mexicano es inseparable de la idea de vivir en familia y el centro de ella, está la figura de la madre. Es solo un ejemplo de las sutiles diferencias que construyen la idea de “lo viril” en dos culturas que son distintas, con imperativos morales distintos en el mismo espacio temporal.
“-Me dan miedo otros hombres. Me intimidan.” Regresando a las líneas iniciales: el personaje verbaliza ese temor enterrado en ese “modelo universal” de lo masculino, el que compite agresivamente para ganarle a otros, de dominarlos. Así se cumple esa fantasía de ser temido e inalcanzable. En esa masculinidad hegemónica, que busca la dominación sobre otros hombres y las mujeres, son fomentadas las conductas agresivas y de rivalidad que pueden llegar en modos patológicos de violencia, misoginia y homofobia. Es decir, tarde o temprano esa masculinidad hegemónica se convierte en una masculinidad tóxica. El sujeto se transforma irremediablemente en “aquello que lo intimida”.
Los estudios de género no son exclusivamente estudios feministas , sino son correlacionales a los estudios de las masculinidades, y en épocas recientes a los estudios queer. Cada época exige temas de acuerdo al momento. La clave es entender estas investigaciones como trabajos serios de las ciencias sociales, que buscan tratar de subsanar el tejido social a partir de las diferencias de las identidades, y que no obedecen a una agenda política o peor aún señalarlas como ideologías.
En cuanto a “El arte de defenderse”, el protagonista mata a su sensei, dejando claro que simbólicamente esa masculinidad hegemónica debe morir para dejar un lienzo en blanco, un año cero en cuanto a la construcción de la relación entre hombres y mujeres; y simplemente crear algo nuevo, distinto a lo anterior, algo mejor.
Son tiempos oscuros para los hombres, en los que deben reconocer si le tienen miedo a la oscuridad o a sí mismos.