La política de austeridad del actual gobierno es quizás uno de los temas más controversiales de la llamada “4ta. Transformación”. El tema de cuánto dinero se destinará, a quién recortar y en qué rubros, revive antiguas discusiones acerca de cómo se gasta el dinero público y cuáles deberían ser sus prioridades, pero sobre todo, la de comprobar si ese dinero es una apuesta real para generar desarrollo sostenible y garantizar derechos humanos.

Hay que empezar señalando que en este largo camino de la incidencia en políticas públicas por parte de la sociedad civil, el análisis del presupuesto no siempre tuvo un papel central en las discusiones públicas. Para muchas personas, el dinero es un componente de diseño de las acciones públicas, donde se daba por sentado que nada se propone sin antes saber si se cuentan con los recursos necesarios para llevar a cabo lo prometido o lo planeado.

La mirada pública en los presupuestos se fue fortaleciendo, lamentablemente, conforme los escándalos de corrupción fueron siendo cada vez más evidentes. La necesidad de vigilar la forma en que se gasta nuestro dinero generó en la ciudadanía y la sociedad civil el interés por conocer cómo, porqué y en qué se invierten los recursos que debería servir para generar mejores condiciones de vida para todas y todos.

Mujeres fuera del radar de la 4T

En qué se ejerce el presupuesto destinado a programas de género

En el caso del presupuesto para atender la desigualdad estructural en que vivimos las mujeres, la mirada de grupos, colectivos y organizaciones feministas y/o especializadas en perspectiva de género, ha permitido realizar vigilancia y monitoreo no sólo al presupuesto, sino a las políticas institucionales encaminadas a lograr cerrar las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres en nuestro país.

La vigilancia ciudadana se centró en la intención de comprobar si existe algo cercano a los presupuestos sensibles al género en nuestro país y determinar si se traducen de forma efectiva en acciones de defensa y promoción de los derechos de las mujeres. Quizás no sea sorpresa para nadie decir que los hallazgos acerca de lo que el Estado Mexicano ha logrado en este rubro, no son para festejarse.

La importancia del Anexo 13

Desde 2008, el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) incluye en el Decreto de Egresos anual, el Anexo 13 que concentra los recursos destinados a la “Erogaciones para la igualdad entre hombres y mujeres”.  El anexo contiene información presupuestaria de 117 programas en distintos rubros (salud, educación, trabajo, bienestar) que son ejecutados por 112 unidades responsables.

Si bien el Anexo 13 es un importante avance para visibilizar a las mujeres en el PEF, en la práctica, no ha logrado consolidarse como un instrumento efectivo para financiar una estrategia integral de garantía, promoción y defensa de los derechos de las mujeres.

El presupuesto que contempla el Anexo 13 en realidad representa solamente el 1.06% del PEF anual. Si el interés y las prioridades se estiman en función de la apuesta financiera, la mera formulación del anexo no representa en sí misma una estrategia sólida para atender la desigualdad, la violencia, la pobreza, la precareidad, o la condición de salud, en que vivimos las mujeres en este país.

El avance en equidad de género no es prioridad de la 4T

Con este antecedente y desde este punto de vista, el recorte al Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) en realidad representa la confirmación de que no es gracias a la institucionalidad que se avanza en lograr hacer transversal la agenda de las mujeres en la administración pública. La apuesta en dinero siempre se ha quedado corta ante del desafío de mejorar la vida de las mujeres en todos los ámbitos y avanzar en una agenda feminista desde lo institucional.

Hoy por ejemplo, seguimos viendo a la alza el feminicidio, por mencionar uno de los indicadores de que la cosa no va nada bien para frenar la violencia de género y alcanzar la igualdad sustantiva. A pesar de que no había habido estos recortes sustanciales, 967 mujeres fueron asesinadas en el primer trimestre del 2020, según datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública, aunque sólo 244 fueron catalogados como feminicidios. La directora de INMUJERES, Nadine Gasman- en su cuenta de tuiter- asegura que los recortes al presupuesto para 2020 son en gasto corriente a los capítulos 2000 y 3000, dedicados a materiales y suministros y  servicios generales y que “los programas y las acciones sustantivas para la igualdad están más vigentes que nunca”.

Si se revierte el recorte, pero no hay estrategia no habrá avance

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Si Inmujeres no requiere de recursos para fotocopiadoras o consultorías de investigación para asegurar las acciones de igualdad sustantiva ¿entonces por qué de todos modos la estrategia no está dando resultado? ¿Por qué entonces la agenda feminista sigue estando estancada desde lo institucional con o sin recortes?

Quizás es momento de dar un paso atrás y revisar si la discusión es sólo de pesos y centavos, ante una estrategia que no ha resultado efectiva ni en sus propósitos ni en alcanzar sus objetivos. Financiar una estrategia fallida – como ha sucedido todos estos años- no ha dado buenos resultados. Por tanto, sólo defender el presupuesto ante los recortes sin contar con un diagnóstico preciso de hacia dónde reorientarlo, tampoco tiene mucho sentido. Puede ser que la presión social – como ha ocurrido antes- logre revertir el recorte, en lo que se antoja una victoria parcial si solamente recuperamos el dinero sin antes saber en dónde sería mejor invertirlo.

Desde hace mucho tiempo comprobamos que no necesariamente, más dinero se traduce en mayor acceso a derechos. Son muchos y muy variados los mecanismos burocráticos que hacen ineficiente una estrategia y que no permiten que el dinero realmente sirva para financiar acciones prioritarias. El aludir a la falta de recursos fue por mucho tiempo la excusa favorita de las y los funcionarios públicos para justificarse al no ofrecer resultados.

En parte verdad y en parte mentira, en la realidad nunca hubo tampoco contrapropuestas sólidas para lograr que el presupuesto tuviera una visión de progresividad a pesar de sus insuficiencias. Por todas estas razones, más que defender el presupuesto a ultranza – nadie quiere tener menos recursos para lo que de verdad le importa- es momento de exigir resultados que no pongan de pretexto la austeridad porque eso, sabemos, es una excusa ya muy usada.

Si bien el recorte del presupuesto dedicado a avanzar en lograr la igualdad sustantiva nunca podrá ser considerada una buena noticia, la verdad es que la falta de estrategia y de resultados efectivos, tampoco. Avancemos hacia la consolidación de una agenda feminista que requerirá de amplia participación y propuesta, esta vez contemplando desde el inicio los recursos presupuestarios que se requieren para hacerla realidad. Sin dinero, no hay apuestas… no lo olvidemos nunca.