Raquel es una mujer de 53 años es maestra y cuidadora de su madre Amparo, quien tiene 92 años. Entre ella y su hija Ana, se encargan de los cuidados la adulta mayor, quien en ocasiones padece demencias y ansiedades. Entre jornadas de trabajo y cuidado, son ellas quienes se hacen cargo de todo.
“Me levanto y mi abuelita Amparo sigue acostada, con la luz apagada y una docena de cobijas porque, como ella dice, es vieja y no soporta el frío, aunque ese frío signifique casi 30°C. Antes de que mi mamá –Raquel–, salga a trabajar, deja los trastes limpios, el desayuno y comida de mi abuelita sirvió en unas ollitas azules y mi taza sobre la mesa porque sabe que, aunque sea medio día me preparo un café”, Señala Ana, la nieta de Amparo.
Raquel trabaja de lunes a viernes casi 12 horas. Es maestra de primaria y, por lo menos, las escuelas están cerca de casa. Hace dos años, ella junto con su hija, se mudaron a casa de su madre, unos meses después de que su padre falleciera, ya partir de ahí, las dos tanto Raquel como Ana se diseñaron en cuidadoras de una mujer de 92 años.
Luz Galindo, especialista en el tema de cuidados, señala que: “ parece ilógico que en una ciudad que tiene una población tan grande de adultos y adultos mayores, el Estado no cuenta con instituciones públicas que ven por una vejez digna y, por el contrario , deje esta responsabilidad principalmente a las mujeres debido a los roles de género que se siguen perpetuando en la sociedad”. Además, atribuyó que la decoración de esta carga sea de las mujeres, se debe a un tema cultural y social.
De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), tan solo en la Ciudad de México hay un total de un millón 491 mil 619 adultos y adultos mayores, y es la alcaldía Gustavo A. Madero la que concentra la mayor cantidad de personas con 203 mil 469; así mismo, Venustiano Carranza cuenta con 78 mil 964 adultos y adultos mayores.
La idea de que las mujeres deben ser las responsables del cuidado de los adultos y adultos mayores ha sido reforzada por el presidente Andrés Manuel López Obrador quien el 24 de marzo el 2020 dijo en conferencia de prensa que “sobre todo las hijas son las que cuidan a los padres”, sin reconocer que hay una falta de responsabilidad del Estado en ofrecer un Sistema de Cuidados.
Se quiere cambiar el rol de las mujeres y eso es una de las causas justas del feminismo, pero la tradición en México es que las hijas son las que más cuidan a los padres, nosotros los hombres somos más desprendidos, pero las hijas siempre están pendientes de los padres, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador, en la conferencia mañanera del 24 de marzo del 2020.
10 HORAS DE MAESTRA MÁS OTRAS 10 DE CUIDADORA
De las 8:00 am a 6:30 pm, Raquel se convierte en cuidadora y maestra de niños y niñas que cursan el segundo y tercer año de primaria; ella confiesa que no sabe de dónde saca las energías suficientes para continuar con las largas jornadas.
Sí es diferente al cuidado de los niños porque de la escuela para afuera ya es responsabilidad de los papás y aquí, dentro de la casa, es mi responsabilidad. Yo la siento como responsabilidad mía, comparte Raquel en entrevista para La Cadera de Eva
Entre las alumnas y alumnos de las escuelas donde trabaja, Raquel no deja de pensar en su madre y confiesa sentir preocupación cuando tiene que salir de casa, pero, al mismo tiempo, sabe que hay personas que podrían reaccionar si algo llega a pasar.
A veces siento preocupación de que le vaya a pasar algo. Afortunadamente, hay personas que en ese en ese lapso le echan ojito como mi hija, por ejemplo, u Olivia, mi prima, quien también nos ha apoyado en muchas cosas, dice Raquel.
Raquel trabaja dos turnos porque el dinero no es suficiente, mientras que Ana, quien también ayuda en los cuidados, comienza con su primer empleo formal. Cada que puede, revisa que su abuelita esté bien pero cuando la ansiedad llega, Ana tiene que dejar los pendientes del día hasta acompañar a su abuela para que se tranquilice. ¿Qué pasa con ese trabajo que no es remunerado? ¿Si se le pagara a Raquel o Ana por cuidar a su madre, cuánto le debería el Estado?
Según cifras del Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO), en 2020, las tareas del hogar y de cuidado ejecutadas por la población de 12 años o más tuvieron un valor que asciende a 6.4 billones de pesos, equivalente a 27.6% del Producto Interno Bruto (PIB). Esta cifra es similar a lo que aportaron la Ciudad de México y el Estado de México al PIB nacional en 2019 (25%).
El costo de una enfermera por cuidar a un adulto mayor va desde los 7 mil 158 pesos por una jornada de 8 horas de lunes a viernes, 10 mil 500 por 12 horas y 21 mil 500 por 24 horas, de acuerdo con la agencia Siempre México, enfocada en ofrecer estos servicios. Y si se requiere que la cuidadora esté especializada, el costo aumenta: por inyectar, poner suero, manejar oxígeno y checar signos vitales, por ocho horas se debe pagar 8 mil 200 pesos mensuales.
Si el trabajo no remunerado fuera un sector, sería el más grande del país por su valor económico. La estimación para 2020 fue 47% mayor que el valor del sector comercio y cinco veces más grande que el sector transporte, de acuerdo con el IMCO.
La única ayuda monetaria extra que recibe Raquel es la de su hermano menor, Manuel, quien muy seguido va a visitarlas, les lleva despensa y una plática que alegra siempre a Amparo; él se ha convertido en el principal sustento económico de su mamá y el lazo más fuerte que tienen cuando la situación las rebasa.
“Manuel no vive aquí, tiene una casa y una familia que se ha convertido en mis personas favoritas; cuando él viene Amparo se emociona como una niña, le habla de todo mientras él la escucha con atención, todo parece estar bien mientras la visita dura. Amparo le dice que está muy bien, muy tranquila, muy feliz, aunque no sea así y no es reclamo el mencionar que, a pesar de su cercanía y apoyo, él no entiende la implicación de cuidar a Amparo”, señala Ana.
La ayuda que brinda Manuel no se compara con la labor de cuidados que ejerce Raquel. Al respecto, la investigadora en cuidados, Luz Galindo, señala en entrevista con La Cadera de Eva que brindar un apoyo monetario es completamente diferente a ser cuidadora de tiempo completo y vivir en el mismo espacio que la persona que necesita cuidados.
Debido a los roles de género que permean la sociedad, son las mujeres en quienes recae la tarea de cuidar y es por ello que este trabajo queda invisibilizado. La docente e investigadora, explica que hay distintos matices dentro de las tareas de cuidado, si bien el aporte económico dentro de un esquema de familia es fundamental, las personas que se quedan en casa cuidando a la adulta mayor son quienes llevan la mayor carga de trabajo.
No es lo mismo lavar el baño que cambiar una sonda; no es lo mismo lavar un plato, que bañar a una persona, dice Luz.
Por otra parte, la experta en cuidados menciona que es importante regresar al trabajo en comunidad; las comunidades se cuidan entre sí y reparten las tareas de manera que quien cuida, se dedica de tiempo completo a ello debido a que se reconoce como un trabajo, pero debido al sistema económico en el que vivimos esto no es sostenible. Luz explica que el neoliberalismo obliga a generar un ingreso monetario para poder cuidar a quien lo necesite y es así como las tareas domésticas y de cuidado se convierten en una responsabilidad extra donde el Estado no brinda una remuneración económica por ello.
LOS RECLAMOS A RAQUEL POR NO ESTAR EN CASA
Amparo aún camina, con bastón y despacio sale de su cuarto y se dirige a la cocina para desayunar pan con un suplemento alimenticio, de esos que saben a chocolate; cuando termina, regresa a su cuarto. A las 2:00 pm sale de nuevo a la cocina, esta vez a comer su caldo de pollo, sin sal y con tres tortillas apenas calentadas en el comal, muy suaves para que las pueda masticar con los pocos dientes que aún le quedan y después, camina de nuevo hacia su cuarto para recostarse mientras ve el día pasar sin tener noción de qué hora es.
De lunes a viernes Ana escucha la rutina de su abuela desde su cuarto, ha aprendido a reconocer los sonidos que Amparo deja a su paso, el bastón, las sillas cuando se recorren, sus pantuflas arrastrándose, la cuchara chocando contra el plato, la puerta de su cuarto abriéndose para ir al baño… “Mientras trabajo –por suerte sigo trabajando desde casa– me tomo unos minutos para ir a ver que todo esté bien, intento sacarla de su cuarto para que éste se llene de aire fresco, pero ella se niega. Mi mamá dice que mi abuela siempre ha sido terca y parece que ahora más”, cuenta Ana.
Raquel llega a las 7:00 pm, se quita el cubrebocas y lava sus manos antes de avisarle a su madre que ya llegó; después sube a al cuarto de Ana, la saluda y se cambia para ir a darle de cenar a Amparo porque, según ella, ya no quiere salir de su cuarto cuando ha caído la noche debido al temor a caerse, así que en sus aposentos (como ella le llama a su habitación) come otro pan y atole, al mismo tiempo que narra recuerdos que sucedieron hace ya muchos años, pero de los que, curiosamente, aún no olvida. Una hora después, Raquel y su hija, Ana, cenan y le dan un paseo a Capulín, su perro. Aproximadamente a las 9:30 Raquel lleva a Amparo al baño, la arropa y le da su pastilla para dormir y entre que se acomodan, pelean y se desesperan pasa casi una hora y, aun así, no hay garantía de que Amparo pueda dormir esa noche.
Y ese es un día bueno, no todos son así. A veces, la mente deteriorada de Amparo se ve asaltada por ansiedades que sólo ella conoce y la mueven a llorar quién sabe por qué; esos días son un infierno, ella llama Ana, a todas horas para preguntarle por qué no ha llegado Raquel, que en dónde está y que nunca había salido tanto tiempo de casa, pierde la noción del tiempo porque se duerme para no pensar, no come –porque la ansiedad quita el hambre– y pelea por alimentarse sólo de pan. Llora, grita y azota su bastón, Ana trata de tranquilizarla con ejercicios de respiración, pero ella no cede así que su frágil cordura también se ve afectada y cuando al fin llega Raquel, las peleas continúan.
Cada día que pasa, Amparo se ve limitada por el tiempo que ha pasado por su cuerpo y es cuando la desesperación invade su ser; sus ojos reflejan la confusión al ver sus piernas débiles y las arrugas en sus manos, parece ser que su mente aún no asimila los 92 años que carga.
La geriatra Natalia Sánchez explica que, entre hombres y mujeres existe una diferencia muy marcada de las expectativas que existen en torno a la vejez y muchas de ellas son generadas por los estereotipos que la sociedad genera. Mientras hay personas que esperan llegar a la vejez para ser atendidas por sus hijas, hay muchas otras –como Amparo– que sienten enojo y frustración por requerir una ayuda que antes no era necesaria y este cuidado lo asocian a las infancias, por lo que es importante normalizar la ayuda en todas las etapas.
Debemos empezar a pensar que no es algo malo que alguien te ayude, que tu independencia y autonomía no depende de que alguien te acompañe al baño, uno puede ser autónomo y uno puede ser muy independiente pero que alguien te sostenga de la mano o pedir y recibir ayuda no es algo malo, dice en entrevista Natalia Sánchez.
Por otra parte, Natalia Sánchez señala la importancia de acuerpar a quienes cuidan debido a que en México está muy romantizada la idea del cuidado y el sufrir en silencio la soledad de ser cuidadora. En un ejemplo muy claro, Raquel sabe que el lesionarse o estar cansada no es una opción para ella, sobre sus hombros recae el bienestar de otra mujer que la necesita, pero, a pesar de esto y como lo señala Natalia, es urgente cuidar la simbiosis entre cuidadora y anciana ya que lo que le pase a la una impacta de manera directa a la otra.
¿POR QUÉ ES NECESARIO EL SISTEMA NACIONAL DE CUIDADOS?
Amparo, la adulta mayor, le echa en cara a Raquel no estar en casa, dice que ella es una vieja de más de 90 años que no puede seguir. Raquel y Ana tratan de hablar con la abuela, pero no escucha así que toda la casa se llena de tensión. “Cuando te conviertes en cuidadora nadie te avisa cómo será y quienes no viven contigo te dicen ‘hay que tener paciencia’… paciencia, paciencia, paciencia pero, ¿qué pasa cuando la paciencia se agota?”, se cuestiona Ana.
En ningún momento pensé que tendría que cuidarla hasta que estuve aquí con ella, no vislumbré que al venirnos aquí me tendría que hacer cargo de ella, o sea, no es una carga, sino tener una responsabilidad como persona adulta, comenta Raquel.
Ana no sabe qué hacer o cómo contener a su madre, Raquel, cuando la ve romperse. “El sentimiento de abandono es grande porque no hay relevos; los días malos consumen y a eso se suma la culpa de pensar que es mejor llevarla con alguien más pero no hay nadie más; nadie que no viva esto entiende lo solitario que es”, cuenta Ana. A pesar de la culpa por sentirse cansada y a veces hasta harta, Raquel continúa haciendo lo mejor que puede y busca apoyo psicológico para aprender a lidiar con las emociones nuevas que están llegando a su ser.
Si bien el IMCO indica que los roles de género no se apegan tanto al pasado donde el hombre juega el rol de proveedor y la mujer se encarga de las tareas domésticas, en la mayor parte de los casos las tareas de cuidados y labores domésticas quedan en manos de las mujeres, lo que provoca una reducción del tiempo de las mujeres para participar en trabajos remunerados, desarrollarse profesionalmente o recibir educación.
Por otra parte, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en México, las mujeres representan solo 39% de la fuerza laboral, una de las tasas más bajas, es así como el IMCO estimó que el PIB del país podría crecer 15% en los próximos 10 años si se suman las 8.2 millones trabajadoras para el año 2030. Para ello es necesario retomar la discusión sobre la creación del Sistema Nacional de Cuidados, acompañado de presupuesto público para su implementación, así como de acciones que impulsen la redistribución del trabajo no remunerado al interior de los hogares.
¿QUÉ HA PASADO CON EL SISTEMA NACIONAL DE CUIDADOS?
En noviembre del 2020 la Cámara de Diputados reconoció el derecho a ser cuidado y aprobó el Sistema Nacional de Cuidados (SNC), un organismo que tiene como tarea coordinar instituciones, programas y presupuesto para la atención del cuidado y las personas cuidadoras ¿pero cómo aplicarlo si el presupuesto es mínimo? Apenas el dinero destinado para las mujeres representa el 0.59% del Presupuesto de Egresos de la Federación 2022.
Por su parte, Amalia García, diputada de Movimiento Ciudadano, señala que es importante aterrizar el proyecto del Sistema Nacional de Cuidados debido a que es urgente destinar presupuesto gubernamental a las mujeres cuidadoras que no tienen otro sustento económico y se ven limitadas en el ámbito profesional debido a la responsabilidad de tener bajo su cuidado alguna persona enferma o adulta mayor.
Como se ha visto, el Estado no garantiza una red de apoyo económico o psicológico para las cuidadoras por lo que el trabajo doméstico y de cuidados queda invisibilizado, es ahí donde nace el Sistema Nacional de Cuidados. La investigadora Luz Galindo menciona que entre académicas, académicos, sociedad civil, estudiantes y algunas organizaciones formaron esta red en el año 2018 para difundir por todo el país la importancia de las cuidadoras y su papel sin remuneración económica ante la sociedad; así mismo, buscan exigir al Estado las condiciones necesarias para vivir una vejez digna y darle a las cuidadoras opciones para hacer menos extenuante la tarea de cuidar.
Así mismo, la diputada Amalia García comenta que es fundamental que el Estado se haga cargo de garantizar el bienestar tanto para los y las adultas mayores como para las mujeres que son cuidadoras de ellas.
Uno de nuestros derechos es que el Estado se haga cargo de los cuidados, nosotras nos hacemos cargo en todo el ciclo de la vida, dijo la diputada Amalia García.
Si bien es responsabilidad del gobierno brindar las condiciones para que, personas como Raquel que se han convertido en cuidadoras, tengan una buena calidad de vida y la estabilidad psicológica suficiente para continuar con esta nueva tarea, parece ser que los estereotipos de género continúan dictando que los trabajos de cuidado son por amor y sin paga.
Raquel se ha convertido en la cuidadora de quien alguna vez la cuidó, sabe que hay días buenos y muchos otros malos donde la culpa por no poder hacer más la consume; confiesa que, a pesar de todos los obstáculos, el amor que siente por su mamá la ayuda a seguir y buscar herramientas para poder darle una vejez feliz y digna.
En memoria de Amparo Baltazar.