En la sociedad actual, cada vez se tiene menos tiempo para compartir espacios en los matrimonios y en las parejas; frecuentemente, por los horarios que implican uno o varios trabajos remunerados. Además, de que se cuenta con menos tiempo para la realización de las labores no pagadas; es decir, las domésticas y las de cuidados.
De acuerdo con el INEGI (2021), los 335 mil 563 matrimonios registrados durante 2020 representan una disminución del 33.5% respecto a los reportados durante 2019. El decremento coincide con la pandemia de la COVID-19, durante la cual hubo una reducción en la demanda de los registros civiles y sus servicios por la población debido al confinamiento de las personas en sus viviendas.
Es relevante mencionar que en 23 entidades se registraron un total de 2,476 matrimonios entre personas del mismo sexo, de los cuales 1,085 se realizaron entre hombres y 1,391 entre mujeres.
México es uno de los pocos países que cuenta con una Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y Género, 2021; en esta se muestra que la población Lésbico, Gay, Bisexual, Trans e Intersexual (LGBTI+) asciende a cinco millones de personas (5.1 % de la población de 15 años y más), lo que significa que una de cada 20 personas se identifica como población LGBTI+. Esto es importante porque visibiliza la existencia de parejas y familias no heterosexuales, así como la necesidad de políticas para garantizar sus derechos en los diversos ámbitos, entre ellos, el de los cuidados.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en 2019, refirió que México es uno de los países en los que más horas se dedica al empleo; es decir, que se trabajan 2 mil 137 horas al año; mientras que los países de la OCDE tienen un promedio de mil 730 horas. ¿Qué implica este dato?, que otras acciones como el ocio, el tiempo libre u otras actividades es casi nulo; reduciendo, incluso, el tiempo destinado a labores como los cuidados.
Los cuidados son las acciones y actividades de gestión, preservación, conservación y asistencia. Implica ayudarse a una/o misma/o, a otro ser vivo y echar mano de todos nuestros recursos y herramientas mentales, emocionales y materiales para que se tenga bienestar y, de ser posible, aumentarlo, evitando experimentar algún daño. En la práctica, cuidar puede vivirse como apoyar o atender a una o varias personas en sus necesidades cotidianas.
En estas acciones pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre ellas y sobre lo que implican hacia las demás personas y, específicamente, hacia la persona con la que tenemos un vínculo erótico-afectivo, como lo es la pareja, y/o con quien se contrajo matrimonio, ya que cada día el trabajo remunerado absorbe el mayor tiempo, dejando poco espacio para compartir en pareja. De este modo, es importante seguir impulsando la existencia de políticas que consideren el tiempo libre, de ocio, para no sólo producir, sino para compartir el afecto y el bienestar.
Aún es complicado tener tiempos compartidos, por ello, una propuesta es seguir visibilizando que, sin los cuidados no estaríamos aquí, que son el sustento de la vida; que se requieren espacios de descanso para platicar, para jugar, para leer, para expresar cariño y amor. Sigamos, entonces, co-construyendo opciones donde sea prioritario el tiempo compartido, el tiempo de cuidados.
Luz Galindo
Actualmente es docente de la UNAM. Realizó su estancia postdoctoral en el CEDUA-COLMEX. Sus líneas de investigación son la perspectiva de género, políticas públicas, usos del tiempo, corresponsabilidad social, vida cotidiana y trabajo de cuidados, diversidad familiar y diversidad sexual, nuevas experiencias de ser hombres (masculinidades).
Twitter: @Luzapelusita