Mirar lo que nadie veía y escuchar a quien nadie escuchaba hicieron que la escritora mexicana Elena Poniatowska, quien este jueves cumple 90 años de vida, encontrara en las letras un espacio para hacerle frente a las injusticias de un país en donde la pobreza, la violencia y la corrupción estaban normalizadas.
La curiosidad y la capacidad de trabajo han sido la semilla para sus más de 40 libros.
“El origen de todo está en la curiosidad, también he sido muy machetera (trabajadora), esperemos que con algo de talento”, dice en entrevista a EFE la escritora mexicana nacida en París el 19 de mayo de 1932.
Con una obra periodística de casi 70 años, Elena dio el salto a la literatura de no ficción en 1954 con la novela corta “Lilus Kikus”, en la que la protagonista es una inquieta niña que alivia la acidez de los limones con café negro y azúcar.
Después creció con crónicas como La noche de Tlatelolco y novelas del nivel de Hasta no verte Jesús mío, premio Mazatlán; Piel de cielo, premio Alfaguara; Leonora, premio Biblioteca Breve; El tren pasa primero, Premio Rómulo Gallegos; Dos veces única, y la más reciente El amante polaco.
OPTIMISTA CON EL FUTURO
Poniatowska niega la máxima de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Es una mujer confiada en la fuerza de los jóvenes y dice estar optimista con el futuro, aunque sufre por los asesinatos de mujeres y periodistas en su país.
“México tiene fama de país duro con las mujeres a través del machismo; es el gran tema. Igual me preocupa que maten a los periodistas. Son problemas esenciales de México”, observa.
Elena es como una niña de 90 años, que responde preguntas sin censuras; reconoce que la escritura tiene un lado etéreo y a veces siente que sus personajes le hablan, como le sucedió con Stanislaw Poniatowski, último rey de Polonia, su antepasado.
Es simpatizante del presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien también ha criticado por dividir a los mexicanos, pero no debe ser recordada como activista de nada. Su grandeza está en su potente prosa en novelas, crónicas y cuentos.
“El mayor homenaje que se le puede hacer a un escritor es leerlo”, apunta.
"MIRAR LO QUE NADIE VEÍA"
“(Poniatowska) ha sido una ventana que nos ha permitido asomarnos a lo que es México y conocerlo, ella empezó a trabajar en 1953 y desde entonces no ha parado”, asegura en entrevista con Efe Beatriz Zalce de Guerriff, la sobrina de la escritora y dos veces ganadora del Premio Nacional de Periodismo.
“Es la Princesa Roja, la tía Elena, la que siempre está dispuesta a ser una de los abajo firmantes para las mejores causas, la cronista por excelencia de este país”, ahonda el escritor Benito Taibo.
Al ser descendiente de la realeza polaca, Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, su nombre completo, estaba destinada a tener una vida tradicional e igual que la de una aristócrata de su tiempo, pero encontrarse con un México tan inexplicable en su niñez cambió su rumbo.
“El hecho de no haber nacido en México le permitió ver con mucho asombro cosas que aquí se veían como algo normal. Ella pone un ejemplo muy concreto como es el que haya gente que no tenga zapatos, aquí uno obvia la respuesta y dice, ‘es porque son pobres’, pero eso no le parecía una respuesta, ni una razón, y eso en un principio muestra esa mirada de curiosidad y de asombro”, cuenta Zalce.
in los títulos universitarios que le hubiera gustado tener, Poniatowska tuvo una formación que ninguna escuela puede ofrecer al haber tenido grandes “maestros” como Octavio Paz, Alfonso Reyes, Diego Rivera y Juan Rulfo.
Además, pudo llamar amigos a intelectuales como Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, Leonora Carrington, Vicente Rojo y José Emilio Pacheco por citar solo algunos.
Su debut como reportera fue en 1953 en el periódico Excélsior, dos años más tarde se encontró con Fernando Benítez en el suplemento “México en la cultura” del diario Novedades, y fue él quien de forma exigente, pero cariñosa, la obligó a “subir de categoría” en el arte de la entrevista.
“Benitez le decía ‘eres una perla en un basurero’, impulsándola siempre a mejorar”, cuenta su sobrina, quien inspirada en ella también decidió dedicarse al periodismo.
LUCHADORA DE CAUSAS SOCIALES
En un tiempo en el que las voces de la gente “común y corriente” no eran interesantes, Poniatowska detuvo su mirada y prestó su oído para “entrevistar a gente que no era entrevistable”, dice Zalce, pues se dedicó a escuchar a aquellas personas “invisibles” para los medios y la gente de su estrato social.
De esa preocupación genuina nacieron crónicas como “La noche de Tlatelolco: Testimonios de historia oral” (1971) en donde narró las vivencias de los estudiantes y líderes del movimiento estudiantil de 1968, “Fuerte es el silencio” (1980) donde habló de luchas populares que resuenan en la actualidad por sus similitudes.
Y novelas como “Hasta no verte Jesús mío” (1969) donde narra la vida de Jesusa Palancares, una mujer oaxaqueña víctima de la pobreza y la violencia, o “Las soldaderas” (1999), en donde da una mirada a las mujeres que fueron parte de la Revolución Mexicana (1910-1921).
“Elenita es nuestra memoria, nuestro ‘Pepe Grillo’ (conciencia) que está en el oído diciéndonos siempre hacia dónde ir, qué camino tomar y cómo hacer de alguna forma las cosas”, considera Taibo.
“Sus textos no son solo una forma bonita, una forma literaria de contar las cosas, sino también son un contenido, es fondo y forma, va más allá de haber sido una güerita muy bonita y muy simpática, hay un gran talento en ella para la entrevista”, apunta su sobrina Beatriz.
Con información de Efe